El «rock» del emigrante

¿Qué razones tendría un músico para emigrar? Evidentemente, las mismas que las de cualquier otra persona. Pero ¿hasta dónde puede llegar la carrera de un artista en un país como este, tomando en cuenta que cada vez hay menos educación musical en las escuelas, no existe una política cultural clara, el público es pasivo y el apoyo es casi nulo?

Gaby Moreno, José Soto, Marcelo Marcelo, Robi Bojórquez, Mabe Fratti, Lui Donis, Ric Cabrera, Giacomo Buonafina, Jesse Baez y Carlota Rivera son algunas personas relacionadas con el mundo de la música en Guatemala que han emigrado. Y aunque no conozco las razones por las que se fueron del país, me es fácil pensar que, quizá estando lejos, su música cuenta con mejores oportunidades de sobresalir en una industria altamente competitiva a nivel mundial. Pero también me hace reflexionar en lo que la escena local pierde sin ellos y ellas aquí.

Para un músico guatemalteco, la idea de emigrar en busca de nuevas oportunidades (musicales o de la vida) no resulta para nada descabellada. Un ejemplo es la banda Viernes Verde, que a principios de los 2000 salió a México, lugar en el que sus integrantes vivieron por más de un año y poco a poco se fueron abriendo camino. Estoy seguro de que, de haber podido, no habrían regresado.

El mismo Ricardo Arjona, que hoy tiene un estatus casi de héroe nacional, tuvo que migrar para alcanzar sus sueños, ser reconocido y potenciar su carrera. ¿Qué habría pasado si no se hubiera ido?

Viene a mi mente también mi amigo Ricardo Andrade. ¿Qué tal si hubiera emigrado a Los Ángeles (ese era su plan) antes de ser asesinado aquí? ¿Dónde estaría? ¿Hasta dónde habría llegado su música?

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Pienso también en Yoshi, bajista de Los Reyes Vagos y uno de mis mejores amigos, que hoy vive lejos del país. Aunque sus razones para emigrar no necesariamente están relacionadas con la música (pero sí con el país y con sus oportunidades), no puedo dejar de pensar en que la escena local pierde mucho cuando personas como él deciden irse.

Yoshi, además de haber sido un músico constante y comprometido con su banda, fue un excelente manager y un eterno entusiasta de la música nacional, además de un verdadero creativo de los eventos, pues siempre estaba pensando en cómo hacer conciertos que despertaran el interés de un público que por naturaleza es indiferente. Fue el productor de la última edición del festival Garra Chapina y gestor de varias actividades con músicos emergentes.

De Yoshi aprendí a leer la escena, a conocer mucho más sobre la organización de eventos y a producir conciertos de calidad. A través de él conocí a mucha más gente, y él fue mi alero en eventos importantes en los que juntos compartimos los éxitos y lloramos los fracasos.

Pienso en lo que está perdiendo Guatemala y en mi amigo a más de 10,000 kilómetros de distancia. A la vez, me resulta inevitable y hasta tentador pensar, aunque sea durante un momento al día, cómo podría ser la vida en otro lugar, en uno lejano, en uno un poco menos convulso y un tanto más humano.