Aunque dichos pasos no han sido definitivos, ya que esos países aún dependen en gran medida del modelo económico global, militar y político que ha sido la base del colonialismo, en ellos ha habido revolucionarios cambios constitucionales, así como importantes reformas económicas y sociales. Pero, sobre todo, la representación política y el ejercicio del poder se han democratizado con la presencia de pueblos y clases sociales excluidos, que han sustituido a presidentes, diputados y autoridades que otrora eran de raigambre racista y colonial.
En Guatemala hay varias propuestas para hacer cambiar al actual Estado a través de reformas desde la actual Constitución o de una nueva y más democrática, plurinacional o plural, según iniciativas de diversos grupos sociales y de partidos políticos preocupados por la continuidad de la crisis que lleva no 200, sino 500 años.
¿Es necesario que el Estado cambie? Definitivamente sí.
Hay varios problemas que se deben explicitar de manera profunda y amplia, buscando soluciones acordes a la compleja realidad sociopolítica del Estado y de la sociedad. Primero, cualquier iniciativa se topará con el enclave político colonialista, el cual, según la legalidad, es el que debe convocar a una asamblea constituyente. Como buen enclave colonial, el sistema político tiene muros que lo protegen y que garantizan su función antidemocrática. A pesar de tener cierta autonomía relativa, que le permite blindarse, garantizar su pretensión aristocrática parlamentaria, su autoritarismo y sus privilegios legales e ilegales, depende del enclave hegemónico, el de la oligarquía, que es en última instancia la que define los rumbos generales del Estado a través del control del sistema político y militar.
Segundo, existen varias propuestas de refundación del Estado o de sustituirlo por otro. Sin embargo, cuando se analizan, se encuentra una serie de demandas y de cambios que, sin negar su necesidad y su pertinencia, caen dentro del campo de lo deseable, no de lo posible.
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Es decir, para lograr lo deseable, primero hay que desmantelar el enclave político actual y luego lograr que la élite oligarca entienda y acepte cambiar el Estado actual por otro más plural, democrático y desarrollado. Ambos aspectos lucen difíciles, pero no imposibles.
El problema no es cuestionar, discutir, analizar o criticar los contenidos de las propuestas de refundación existentes, pues, con ligeras variantes, casi plantean lo mismo y con ausencias fundamentales, por ejemplo la de no mencionar cómo debe ser el nuevo Ejército, si es que no se plantea eliminarlo, como hizo Costa Rica. Tampoco se aborda la alta concentración de la tierra. Solo se describe el problema. No se plantea su solución.
Tercero, otra ausencia en las propuestas es la de cómo llegar al ejercicio del poder para posibilitar el cambio pretendido. Las leyes actuales marcan solo el camino de los partidos políticos, los únicos que pueden convocar a la asamblea constituyente, pero ¿cómo lograr que esta no se contamine con los intereses y las lógicas de los que hoy están en el plano de la decisión? Por ello es necesario un Congreso cualitativamente diferente en lo político.
Los procesos estratégicos deben aclararse, definirse y consensuarse entre diferentes actores, sectores y pueblos, y debe tomarse la decisión de ir por lo posible o por lo deseable. Mi criterio es que primero hay que ir por lo posible para construir una plataforma política futura, organizativa y programática que tienda a la refundación del Estado, ya sea plurinacional o plural (lo deseable). Eso dependerá del acuerdo entre los involucrados y de que se consulte a la población, que es en última instancia la que debe validar el modelo de Estado que se desea.
En 2014, con la Red Nacional de Organizaciones de Jóvenes (Renoj), a través de nueve encuentros regionales con organizaciones de base y de otros tantos diálogos con actores políticos individuales, formulamos la Agenda para la Reforma del Estado, mediante la cual se logró, a través de un análisis comparativo, primero, definir las diferencias entre el modelo de Estado según marcan la teoría y el modelo de Estado actual, y las diferencias son abrumadoras. No se cumple con lo definido en la Constitución. Y el otro análisis comparativo fue entre lo que se definió como Estado posible con base en la legalidad actual y Estado deseable con los cambios estructurales que se consideró necesario.
Después se planteó la viabilidad del Estado posible como primer paso, que tampoco es fácil dada la debilidad ciudadana de la población. Y en el futuro, encaminar a la sociedad empoderada políticamente al Estado deseable.
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