La Real Academia Española ha llegado a 307 años de existencia, lapso durante el cual ha funcionado como entidad cultural privada sostenida con fondos públicos. Y con 20 agrupaciones homólogas en igual número de países forma la Asociación de Academias de la Lengua Española. A la RAE le compete el diseño de las reglas para regular la unidad de nuestro idioma, marco en el cual edita el Diccionario de la lengua española.
Cuando surgió, el propósito de la RAE fue «fijar las voces y vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y pureza» para preservar el estado de «perfección suma alcanzado». Y, conforme la sociedad ha ido evolucionando, se ha ocupado de «velar por que los cambios que experimente en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad en todo el ámbito hispánico».
Detrás del mandarín, el español es el idioma más hablado en el mundo, con 21 países que en conjunto se aproximan a 500 millones de personas que lo tienen como lengua materna. Según Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, que ha publicado el anuario del español 2021, ya se superan los 493 millones.
Sin duda, el papel de la RAE es fundamental, pero debe señalarse que ha carecido de equidad cuando aborda aspectos propios del hombre y de la mujer. De entrada, es oportuno traer a colación que, apenas 265 años después de su creación, dio cabida a la primera académica de número, honor recaído en la poeta Carmen Conde Abellán, a quien han emulado otras once féminas en un foro que ha tenido 500 miembros.
«Mis primeras palabras son de agradecimiento a vuestra generosidad al elegirme para un puesto que, secularmente, no se concedió a ninguna de nuestras grandes escritoras ya desaparecidas. Permitid que también manifieste mi homenaje de admiración y respeto a sus obras. Vuestra noble decisión pone fin a una tan injusta como vetusta discriminación literaria», expresó Conde Abellán el 28 de enero de 1979 al introducir su alocución titulada Poesía ante el tiempo y la inmortalidad.
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Por cierto, cuando la galardonada supo que en el recinto de la RAE no había «baño de señoras», en declaraciones a la periodista Rosa María Pereda, de El País, afirmó: «¡Qué horror! Pues tendrán que hacer uno». Y como el protocolo de ingreso exigía frac para leer el discurso, dijo que consultaría con modistas. Para ese entonces, hace 42 años, el diccionario definía, en su cuarta acepción, que el sustantivo perro significaba «hombre tenaz, firme y constante en alguna opinión o empresa», mientras que para perra anotaba «prostituta». Hoy el primero se mantiene, pero con el apunte «desusado».
También permanecen en el diccionario referencias que no deben atribuirse a la RAE, sino a las construcciones sociales derivadas de las corrientes patriarcales, por ejemplo sexo débil, que equivale a «conjunto de las mujeres», en tanto que sexo fuerte se refiere al «conjunto de los varones». Para uno se precisa que es «con sentido despectivo o discriminatorio». Y para el otro, que es «en sentido irónico». Sin comentario asienta que hombre público alude a «un hombre que tiene presencia e influjo en la vida social» y de mujer pública explica que es sinónimo de «prostituta».
Vale mencionar que, a criterio de la filóloga María Auxiliadora Barros, ni el diccionario ni el español son sexistas, sino el reflejo de una sociedad que lo ha sido por mucho tiempo. «Los tecnicismos fueron escritos por personas expertas y quedaban bien hechos, pero otras definiciones no tenían esa base científica, sino que respondían a la observación cultural», subraya. La realidad es que la historia y las evidencias patentizan que no todo se ha hecho bien cuando de hablar y escribir se trata. Por eso crece la tendencia del lenguaje inclusivo y, como anunciaba un personaje de la televisión, «aún hay más».
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