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Chivarreto: un cuadrilátero donde no se gana ni se pierde

Emmanuel Andrés
Emmanuel Andrés
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Chivarreto: un cuadrilátero donde no se gana ni se pierde

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Cada año, durante la Semana Santa, un campo de fútbol reúne a cientos de personas alrededor de un cuadrilátero. Nadie gana y nadie pierde en Chivarreto, una aldea k’iche’ de San Francisco el Alto, Totonicapán; ubicada en el occidente del país, a 202 kilómetros de la Ciudad de Guatemala.

Es viernes santo y las calles angostas y asfaltadas de Chivarreto están abarrotadas con visitantes que caminan hacia la cancha de fútbol, donde a las dos de la tarde inicia el tradicional boxeo a puño limpio.

Con sonrisas y palabras de bienvenida inauguran la actividad. Un cuadrilátero de 100 metros cuadrados ha sido montado en el centro del campo y sobre él, los alcaldes comunitarios, la corporación municipal y las reinas indígenas saludan a  turistas, vecinos y vecinas, mientras canales de cable como Chiva TV transmiten en vivo a través de Facebook. Su audiencia, compuesta sobre todo por migrantes radicados en Estados Unidos, ven las peleas a la distancia.

«Hemos tenido visitas de diferentes municipios de nuestro país (…) vienen de México, de Estados Unidos», dice entusiasta Alberasturis Hernandez, quien ha narrado este evento de boxeo durante 13 años consecutivos.

El origen de las peleas no es claro, pero algunas personas le dan una interpretación religiosa que tiene relación con la fecha. «Nuestros abuelos iniciaron con esta actividad hace más de 100 años y nosotros seguimos porque es la forma en la que se ayuda a Jesús con su dolor» cuenta Juana Gonzalez, reina indígena de Chivarreto.

Un ring, mismas condiciones y ningún perdedor

Antes de que empiecen las peleas, los presentadores leen el reglamento. Este prohíbe peleas por riñas, que personas alcoholizadas participen y aclaran que los enfrentamientos son solo entre personas que voluntariamente decidan subir al ring, que deben tener el mismo sexo, altura y misma proporción de peso. No aceptan a menores de edad.

Luego, leen una lista de colaboradores que empieza con el nombre de migrantes originarios de Chivarreto que cada año envían dinero desde Los Ángeles y San Francisco, California; Miami, Florida y New York. Los montos ascienden a más de Q11,000  (aproximadamente USD 1,400).

La influencia migrante es visible en Chivarreto. Ellos mismos financiaron un rótulo con el nombre de la comunidad, que posa sobre un cerro y evoca al de Hollywood. También en 2012 los migrantes aportaron Q 80,000 para la construcción del cuadrilátero que se usa en las peleas.

Totonicapán, el departamento al que pertenece Chivarreto,  colinda con Huehuetenango, Quiché y Sololá, los departamentos con más emigrantes internacionales y con mayores ingresos de remesas en Guatemala. Según el Censo 2018, Huehuetenango tuvo un ingreso por este rubro del 15.8 %, Quiché el 11.0 %, mientras Totonicapán alcanzó un 8.3 %.

Un estudio de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) detalla que el 56.4 % de la población que integra los hogares receptores de remesas corresponde a población maya. Entre los hogares receptores el segundo idioma predominante es el k’iche’, el mismo que se habla en Chivarreto.

La fiesta no termina con la última pelea. Frente a la alcaldía comunitaria una marimba orquesta espera a los comunitarios. Se festejará que no hubo incidentes en el cuadrilátero.

Este año, como los anteriores, han peleado a puño limpio decenas de jóvenes de las aldeas cercanas, extranjeros y mujeres. Nadie gana, nadie pierde y el escenario se guarda para  el próximo año.

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