En el proceso electoral de 2007 las encuestas mostraron inconsistencia en relación con los resultados finales. Sólo dos, una publicada por elPeriódico y otra contratada por el partido ganador, estuvieron cerca de las cifras finales. Existió una serie de reparos, tanto para quienes producían los datos, como para quienes los interpretaban.
Más importante que saber quién acierta o quién no, creo que relevante reflexionar sobre la responsabilidad de anunciar tendencias y pronósticos en una sociedad dividida y violenta con políticos poco mesurados. En ese sentido, el problema no es divulgarlas, sino convertirlas en parte de la batalla electoral. No creo que los resultados de las encuestas se manipulen, todo lo contrario, las cifras reflejan lo pertinente para sus diseños y muestras. Sí creo que existen consideraciones en la forma como se establecen las muestras, se realizan las encuestas y se publican los resultados.
No intento señalar la complacencia de los medios para con las firmas encuestadoras. Al fin y al cabo, es el cliente quien en base a su pago debe exigir la calidad de los productos. Intento ir más allá y exponer la responsabilidad de los medios para con la democracia. Para explicar estas implicaciones voy a señalar sólo dos de muchos aspectos que deben tenerse en cuenta al momento de observar una encuesta electoral en un contexto como el guatemalteco.
El primero, la forma como se selecciona la muestra. Empecemos diciendo que elaborar una encuesta electoral es un proceso complejo y costoso. La asertividad en los resultados va a depender de que la selección de la muestra tenga correspondencia numérica y geográfica con los empadronados en la región o área de intervención. Es decir, en primera instancia que el número de encuestas que se va a realizar en un espacio geográfico sea representativo en relación al número de posibles votantes en esa región o área. Y en segunda, que las personas encuestadas sean realmente seleccionadas aleatoriamente de acuerdo con su ubicación geográfica. Este aspecto, vital para mantener la integridad de la encuesta, generalmente se desarrolla mediante la escogencia de hogares en los mapas con sectores censales o el uso de técnicas aleatorias en los recorridos que realizan los encuestadores. Las dos formas requieren de mucha supervisión y recursos financieros (compra de información geográfica, capacitaciones y personal) y por eso a veces se omiten o no se realizan con la rigurosidad debida.
Para evadir los anteriores problemas de logística, algunas firmas optan por realizar encuestas vía telefónica. El método tiene alguna validez para resultados en el orden nacional. Sin embargo, para Guatemala, a pesar del número de líneas que existen, tiene el sesgo de que puede estar algo lejano a las condiciones del electorado. Adicionalmente, hay que anotar que el método no permite realizar concordancias con la distribución espacial del padrón y tampoco profundizar o extender un cuestionario por cuestiones de tiempo.
El segundo aspecto importante es no contemplar la voluntariedad del voto. Las encuestas pocas veces incluyen en sus diseños preguntas en relación a si el encuestado ha votado en elecciones previas, se encuentra empadronado o si tienen la intención de ir a votar. Aquellos que interpretan debiesen tener en cuenta únicamente las preferencias de quienes están en capacidad de votar y están seguros de realizar la acción el día de elecciones.
Muchas encuestas fallan porque en sus interpretaciones incluyen los indecisos o porque se concentran en sectores de la población que no votan, por ejemplo los jóvenes o las personas mayores de 55 años. En Guatemala, la mayoría de votantes se concentran en la franja de 35 a 55 años.
Ahora bien, considere el mapa Guatemala, con una población heterogénea que en su mayoría son jóvenes, con grandes áreas rurales e incluso con zonas controladas donde los encuestadores no entran; con porcentaje considerable de población que emigra varios meses del año fuera de su lugar de origen para dedicarse a actividades de naturaleza agrícola; con un crecimiento desmesurado de tendencias religiosas diferentes a la tradicional; y finalmente, un electorado que asiste más a los centros de votación ubicados en las comunidades rurales que en las urbanas, con una abstención electoral de 39.6% para la primera vuelta y de 51.8% en la segunda vuelta. Una selección descuidada de la muestra puede inclinar los resultados hacia una dirección errada.
Adicionalmente, hay que tener en cuenta que la presente campaña es particularmente interesante. Por primera vez hay un partido que cuenta con una opción seria de repetir en el poder, hay un equilibrio femenino en las fórmulas presidenciales y existe una propuesta política social que ha beneficiado a cerca de un millón de familias (cabe recordar que el presidente Colom fue electo en segunda vuelta con aproximadamente un millón y medio de votos).
Desde ya, algunos estudios de cultura política muestran diferencias marcadas en la percepción de la democracia y sus instituciones entre las áreas rural y urbana, y a medida que vaya avanzado la campaña y el debate se cierre en torno a quienes representan las dos tendencias mayoritarias, esas diferencias se notaran más. En este contexto, no extrañaría el surgimiento de un voto vergonzante, que corresponde a quienes en la polarización pudieron esconder su decisión de votar por temor a una sanción física o cultural de grupo a que pertenecen.
Evidentemente, existen limitaciones de tipo técnico en los medios al momento de recibir las encuestas, pero si éstos no están seguros de su consistencia técnica es mejor no divulgarlas. Hay temas mínimos que deben plantearse antes de publicar una encuesta. ¿Es suficiente el número de entrevistados?, ¿qué tan aleatoria fue la selección de los entrevistados?, ¿está la encuesta subestimando el voto rural?, ¿la interpretación tiene presente las implicaciones del voto disciplinado? y, finalmente, lo que es peor para la democracia: ¿si la publicación de una encuesta poco estructurada contribuirá a polarizar más el debate entre la Guatemala urbana o rural?, ¿o marginará a terceras fuerzas que en un momento dado pudiesen ser opción para muchos indecisos?
¿Se debe confiar en las encuestas de los medios porque no tienen interés? La mayoría de las personas piensa de esa manera y los medios también lo promulgan así. Pero si esa es su intención, no entiendo porque la interpretación de las encuestas y la información de las fichas técnicas es tan limitada, ¿será porque los medios carecen de capacidad técnica o porque la oportunidad de aumentar la circulación y los volúmenes de publicidad sólo se repite cada cuatro años? A pesar de ello, creo que el compromiso de los medios para con la sociedad, la democracia y, sobre todo, la paz, demanda una mayor calidad a la demostrada hasta el momento, no obstante implique mayores costos.
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