Solo espero que este chispazo sea el inicio de algo sostenido, que más allá del futbol genere algunos elementos del capital social necesario para construir procesos de desarrollo. No intento ser un político más, pero las investigaciones sobre desarrollo han demostrado que las soluciones no surgen replicando modelos extranjeros; dependen más de factores internos —como la confianza, la ayuda recíproca y la cooperación de los ciudadanos— para que se pueda potenciar el capital humano, físico y natural.
En los últimos años he visto el surgimiento de proyectos que se preocupan por cómo generar cambio y confianza. Entrémosle a Guate, GuateAmala, Yo Asumo y Te Toca son algunas de estas iniciativas. No obstante tener buenas intenciones, los resultados de éstos parecen quedar cortos. De todas formas, hay que tener en cuenta que cambiar la actitud de un país no es una cosa que se logre de la noche a la mañana, requiere de muchos esfuerzos y pequeños aportes que al final logran el cambio generalizado. Tal vez eso es lo positivo del futbol, su pasión toca inmediatamente a casi todos, pero su efecto puede ser efímero, al igual que el sentimiento de solidaridad que se desarrolla cuando ocurren catástrofes naturales.
¿Será posible depender de los resultados de la selección o de una de catástrofe natural para que existan espacios de unidad, confianza y cooperación entre los guatemaltecos? Encontrar esos espacios para actuar es algo complejo y difícil de entender, porque Guatemala está llena de paradojas. Por ejemplo, no entiendo por qué existe tanto orden en torno a las procesiones de Semana Santa y tanto desorden en la organización de actividades o manifestaciones públicas, por qué se critica tanto la innovación y esfuerzo y no se admira la tenacidad y rebusque del migrante, por qué existe tanto orgullo en torno a la diversidad de los sabores y olores de la comida típica y no se enaltece la diversidad cultural guatemalteca y por qué se dice que en Guatemala no hay inteligencia y estrategia, cuando eso es lo que sobra en los poderes ocultos y en la delincuencia organizada.
Lo que más paradójico es que se crítica la política y la situación de violencia, pero no se potencia el estado de Derecho, ni la justicia. Pareciese que se fomenta de manera perversa e imperceptible la sicosis colectiva, la migración y el colonialismo. Lo peor de todo es que esa actitud crítica y pesimista fomenta el miedo y la desconfianza, causando daño sicológicos en las generaciones futuras. La resilencia, entonces, se convierte en un concepto ajeno a la sociedad.
Más allá del futbol y de esa madeja de sentimientos encontrados que existe en Guate, estoy convencido de que en los jóvenes de hoy en día existen modelos positivos para logar un cambio de actitud. Colectivos como Un Techo para mi País, Ceiba, Caja Lúdica, el Grupo Intergeneracional, la Asociación Ecológica y Cultural Mapaches, entre otros, sueñan y diseñan todos los días una nueva Guatemala. Miles de jóvenes de estas organizaciones nos están enseñando que el contexto no debe ser un pretexto para no hacer nada. A pesar de los problemas y de la falta de oportunidades, sí es posible obtener logros.
Cambiar significa romper círculos viciosos, encontrar nuevas formas de pensar, de mirar las cosas, de emprender acciones, de atreverse. Pero si se piensa como siempre se ha pensado y se hace lo que siempre se ha hecho, seguramente se logrará perpetuamente lo mismo. Cambiar significa dejar de lado la vergüenza y valorar todo lo positivo que identifica a Guatemala. Apoyar al que hace, al que se destaca, al que gestiona, al que actúa, al que respeta la ley.
Cambiar representa más allá de mantener una sola postura para todas las situaciones, investigar, preguntar, reflexionar y dialogar sobre las cuestiones fundamentales para el país. Cambiar significa no hacer culto de héroe con los políticos o apología a los narcos, ni dejarse llevar por manifestaciones antisistema, como no votar o adoptar medidas de hecho. Esas sólo son formas de autorepudio que condicionan la capacidad y el amor propio. La respuesta al subdesarrollo no está en que alguien aparezca con una solución todopoderosa, es la misma sociedad la que debe promover y construir los procesos para articular confianza, normas de comportamiento y grados de asociatividad. ¿Será que los delincuentes y corruptos pueden quedar impunes en sociedades donde existe identidad y unidad frente a valores como el respeto a la vida o a los recursos públicos?
¿Dónde quiere vivir en cinco años? Si su decisión es quedarse, lo invito a cambiar, a elogiar la dificultad. Aunque no es suficiente, pues para la construcción de capital social se requiere un aporte constante, puede empezar con cosas simples, resaltando lo que hace especial a Guate, subiendo a un volcán y reflexionado sobre la importancia de mantener la biodiversidad del país, visitando Tikal y aprendiendo por qué se aprecia tanto en el extranjero la cultura maya, leyendo a Miguel Angel Asturias y juzgando si es un excelente escritor; escuchando a Arjona y entendiendo porque las letras de canciones triunfan en Latinoamérica, o simplemente acompañando, comprometiéndose y comprendiendo por qué existen esas organizaciones de jóvenes. Hay que creer como lo hizo la Selección.
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