Que vivimos lindos momentos en la plaza los pasados cuatro meses es cierto. No está mal guardarnos esos momentos para llenar el estante del orgullo nacional, que ha estado vacío desde siempre. Pero sería peligroso creérnosla toda. Hay varias cosas que siguen sin cuadrar en toda esta historia. Si vemos más allá de las noticias que nos presentan los medios tradicionales, aún hay indicios para seguir sospechando y no bajar la guardia.
Este no es el primer gobierno que roba. ¿Por qué le cayeron a este y por qué ahora?
Muchas comunidades y organizaciones sociales habían denunciado esta corrupción antes. ¿Por qué nadie las escuchaba?
La Cicig llevaba ocho años en Guatemala. ¿Por qué hasta ahora actuó?
Los funcionarios acusados y encarcelados no son los únicos en el gran aparato de la corrupción. ¿Por qué solo ellos? ¿Dónde están los empresarios saqueadores?
Y la pregunta del millón: ¿qué papel juega Estados Unidos en todo esto?
Los gobiernos y los funcionarios vienen y van, pero todos los que llegan al control del aparato estatal tienen una misión: administrar las redes de corrupción ya establecidas, que cuentan con la aquiescencia de otros fuera de la escena política que se benefician saqueando al país y haciendo uso de la violencia más feroz. Los gobiernos llegan a pactar sus tajadas. En estos momentos la Cicig nos está dejando ver algunas presas para que gritemos al unísono «¡crucifíquenlos!» y desahoguemos una indignación histórica que nunca antes había podido ser materializada como hasta ahora.
El protagonismo invisible de Estados Unidos detrás de todo esto es fundamental para tratar de comprender lo que ha venido pasando, y poco se ha hablado al respecto. A ver: la Cicig funciona con fondos en buena parte gringos. Algunos análisis, como los del Centro de Medios Independientes y de algunos medios del Sur, destacan el interés de los gringos en este proceso: hacer correr más dinero a través de la Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte y de la instauración de grandes proyectos empresariales y mantener el control del narcotráfico sacando del camino a quienes se vuelven un obstáculo para ello (el caso de Otto Pérez).
Además, sacrificando a estos peones, se le tapa el ojo al macho, como diríamos en buen chapín. No podemos creer que la corrupción se acaba encerrando a estos funcionarios. Faltan muchos más en esta red de saqueo y explotación del país. No de ahora, sino de hace muchísimos años. Pero la corrupción nunca había tenido caras tan claras como hasta ahora. Tal vez porque antes, como la corrupción eran todos los políticos, entonces también lo era nadie y estábamos resignados a ese círculo vicioso.
Otto Pérez y Roxana Baldetti son la representación de los funcionarios que llegan a operar un sistema establecido. Ellos fueron gobierno de turno. Antes de ellos hubo otros, y después de ellos vendrán más. Ya sea Sandra o Jimmy, ambos tienen la tarea de continuar administrando el mismo sistema. Ambos tienen ya el beneplácito de los grandes beneficiarios del sistema de corrupción e injusticias, en especial empresarios y operadores que se dedican a saquear el país, de quienes no tenemos ni tendremos nombres.
Recordemos que la corrupción ha funcionado siempre sobre la base de un sistema democrático y legal. El saqueo del país se hace dentro del Estado de derecho, que tiene los vacíos suficientes y necesarios. El hecho de que tengamos elecciones y caras nuevas no debe tranquilizarnos. Veamos las señales de nuestra indignación a nuestro alrededor: pilotos asesinados, niños desnutridos, escuelas y hospitales sin recursos, explotación por doquier, criminalización y represión de las defensoras y los defensores del territorio, etc. Y no esperemos a mostrar nuestra indignación cada «jueves, martes o miércoles de Cicig».
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