Se trata de hacerles caer en la cuenta de que, a causa del mal manejo de esa crisis, las personas han comenzado a morir en la calle y de que las consecuencias de semejante debacle, más allá de la trascendencia política, pueden llevarlos a ustedes (los responsables) a tribunales internacionales.
En la mayoría de los países del mundo, los gobernantes han enfocado sus acciones en masificar las pruebas diagnósticas, en rastrear contactos, en limitar viajes, en establecer cuarentenas reales...
Se trata de hacerles caer en la cuenta de que, a causa del mal manejo de esa crisis, las personas han comenzado a morir en la calle y de que las consecuencias de semejante debacle, más allá de la trascendencia política, pueden llevarlos a ustedes (los responsables) a tribunales internacionales.
En la mayoría de los países del mundo, los gobernantes han enfocado sus acciones en masificar las pruebas diagnósticas, en rastrear contactos, en limitar viajes, en establecer cuarentenas reales y en proveer los tratamientos que amerite cada caso. Ni qué decir de la inmunización. Una vez creadas las vacunas, se volcaron a inmunizar a toda su población. Pero ustedes han ponderado la economía que favorece a unos pocos sobre la salud de la población entera.
No se han dado cuenta de que el SARS-CoV-2 es el mayor desafío que los seres humanos hemos enfrentado después de las dos grandes guerras del siglo XX. No en balde el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) alertó respecto a la necesidad de un buen liderazgo y respecto a la solidaridad de todos para vencer la covid-19. De manera contundente, la entidad planteó: «Pero covid-19 es mucho más que una crisis de salud. Al poner a prueba a cada uno de los países que toca, la enfermedad por covid-19 tiene el potencial de crear crisis sociales, económicas y políticas devastadoras que dejarán profundas cicatrices». Así, entre esas profundas cicatrices, el recuerdo de ustedes por su mal proceder quedará indeleble en la historia de nuestros pueblos.
Provoca náusea escuchar argumentos falaces de personas anodinas defendiendo lo indefendible, como que un toque de queda entre 22:00 y 04:00 horas es efectivo para evitar contagios o que el uso de Ivermectina en humanos puede sustituir la falta de vacunación. Hasta el mismo Alejandro Giammattei nos puso en ridículo (a los guatemaltecos) en la XXVII Cumbre Iberoamericana cuando «sugirió el uso de Ivermectina como sustituto de la vacuna contra el coronavirus». Encima de ello, entre los medicamentos que provee el Ministerio de Salud a los pacientes diagnosticados con coronavirus sigue apareciendo la Ivermectina a pesar de que la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos de América (FDA por sus siglas en inglés) ha indicado que puede ser riesgosa.
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Presidente, ministros y diputados, ningún país estaba preparado para hacer frente a una pandemia como la que estamos viviendo. En ello estamos claros, pero el impacto en Guatemala pudo haber sido menos letal de no haber sido por su falta de humanidad, su falta de conocimientos científicos y su asesoría inadecuada. Y, por si acaso tienen conocimientos y asesoría, ¿qué puede haber entre telones para actuar como lo hacen? Nosotros, los ciudadanos de a pie, no lo sabemos, pero el tiempo nada deja al olvido. Tarde o temprano se sabrá la verdad.
Presidente, ministros y diputados involucrados en el pésimo manejo de la pandemia, el mal nunca paga bien. Y creo (de certeza, no de duda) que aún pueden retomar el rumbo correcto. De no hacerlo, lograrán para ustedes un lugar vergonzoso en la historia y quién sabe si no dolores de cabeza fuera del país cuando termine su período. No son pocas las personas que están deseosas de llevarlos a la Corte Penal Internacional o a otro tipo de tribunal para acusarlos de crímenes de lesa humanidad. Son personas muy dolidas a causa de la pérdida de sus seres queridos. Y, aunque su probabilidad de tener éxito es casi nula, ustedes estarán en un tremendo brete, personal y mediático.
Presidente, ministros y diputados, aún es tiempo de cambiar de tablado. Les repito: el mal nunca paga bien.
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