Si entendemos la palabra lección como una enseñanza práctica o moral, nada hay mejor, relacionado con la amistad, que la enseñanza que provee Proverbios 17:17-22: «El amigo ama en todo momento; en tiempos de angustia es como un hermano». Pero a la vez advierte: «¡Qué poco inteligente es comprometerse y salir fiador en favor de un amigo!»
Pareciera un soberano contrasentido hasta que no se tiene una experiencia o una vivencia en carne propia, en el entendido que la experiencia va más por lo caminado y aprendido y la vivencia por lo sentido o sufrido con mucha intensidad.
Me tocó por suerte, hace muchos años, hacer las veces de fiador de un supuesto amigo. Y la mezcla de vivencias y experiencias –al tener que hacerme cargo del paquete– me supo a torito de feria. Por un lado, me acometió el desgaste externo de saldar los compromisos económicos del amigo; por otro, la herida interna que provoca una ingratitud. El colofón de la contraposición «el amigo ama en todo momento» y «qué poco inteligente es comprometerse y salir fiador en favor de un amigo» fue la desconfianza que se instaló en mí. Me volví suspicaz y adopté como propio un dicho muy popular en Guatemala: «Piensa mal y acertarás».
Esa mutación, que no evolución, de confiado a desconfiado no fue de lo mejor y aprendí entonces que para confiar se necesita encarnar que uno, en tanto ser humano, es susceptible de equivocación, y esa posibilidad –la de equivocarse– es preciso medirla antes de tomar una decisión.
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El recuerdo de esas vivencias y esas experiencias las he tenido en el plato desde que, en nuestra lógica (muy guatemalteca), no pocas personas asumen que al inicio de un nuevo gobierno los funcionarios o sus familiares pueden hacer y deshacer, poner y quitar, recomendar o impedir con relación a los puestos públicos que habrían de otorgarse en todos los escenarios de los poderes del Estado por experiencia, méritos, trayectoria académica, probidad y otras cualidades que han estado invisibilizadas desde la gesta del 15 septiembre de 1821.
Llega entonces una avalancha de peticiones –algunas con buqué de tráfico de influencias–, que ponen al tapete escenarios que ameritan ser analizados. Veamos cuatro de ellos.
1. La ingente necesidad de empleo: Impresiona, angustia, cala hasta el tuétano la necesidad de cientos de personas que precisan de un empleo para llevar a la mesa de su hogar el pan de cada día, bien habido y bien sudado. Es preciso reconocer que muchas de ellas están pasando penas y, no obstante su precariedad, no se han vinculado a esos caminos fáciles y muy dadivosos en su inicio, pero que solo pueden terminar en el hospital, la cárcel o el cementerio.
2. La normalización en nuestras sociedades del tráfico de influencias. «Porque soy amigo del diputado, del ministro, del secretario o del… y del otro y del otro, puedo pedir y casi exigir que se me coloque en tal o cual puesto y bajo las siguientes condiciones…». Sí, así como lo lee estimado lector, hasta con imposición de condiciones.
3. El uso indebido del nombre de un supuesto amigo (mejor si es un individuo con alguna relevancia política), para llegar a una oficina pública o privada a exigir prebendas. Quienes así obran, no se percatan que están muy cerca de la comisión de un delito.
4. La diferencia entre quien necesita (y en el uso racional de sus derechos, pide) y quien solo desea ganar influencias. Estos últimos sí que son terribles, no aceptan razones cuando se les explica que lo correcto es no optar por lo incorrecto. Estos, con mucha frecuencia, comprometen a personas que ni siquiera conocen.
La pérdida de la dimensión ética y humana en los últimos tres escenarios (tráfico de influencias, uso indebido de nombres y deseo de ganar influencias) se ha normalizado tanto en nuestras sociedades que, a manera de COVID-19 ya gripalizado, se encarna como un estereotipo aceptable.
Hace algunos años, compartí durante un almuerzo el somatón que llevé al ser fiador de un amigo, una compañera de trabajo me instruyó así: «Su amigo no era tal, porque un amigo no compromete al amigo». Nos contó entonces que ese principio se lo había enseñado un exvicepresidente de la República. Y de aquel momento sabido extraje el nombre para este artículo.
Hasta la próxima semana si Dios nos lo permite.
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