Hace un año, recuerdo el mismo López Bonilla balbuceando explicaciones, cambiando razones, intentado justificar. Justificar seis de las tantas víctimas directas de las que este Gobierno ha sido responsable, y todas aquellas que convenencieramente ha callado. La masacre en la cumbre de Alaska fue el 4 de octubre de 2012. Seis viudas, seis familias sin sus seres queridos, heridos de varias comunidades del municipio de Totonicapán, un pueblo entero herido –de nuevo− al reclamar su voz en decisiones que les atañen, una historia que se repite sin cesar. Cuando la impunidad es conveniente y hace plata y el racismo sigue manteniéndose como justificación, tenemos al Gobierno de hoy.
Aun así, con todo en contra, lo que yo veo en la cumbre de Alaska, un año después, es un pueblo de hombres y mujeres valientes, que le hacen frente con las heridas abiertas a transformar su realidad, a nunca bajar los brazos en la defensa de sus derechos y mantener la memoria, pase lo que pase, como una dimensión del presente. Se reúnen de nuevo en el kilómetro 170, y ahí denuncian frente a los cerros, que las balas de los cobardes mataron a seis hace 12 meses, y que –al contrario de lo que pensaban− los hicieron inmortales, porque la voz de todos ellos, junto con los vivos, seguirán recordando el porqué de sus luchas.
Hay muchas Guatemalas en este lugar, pero entre ellas, dos grandes realidades: la Guatemala de los jodidos (más jodidos, y mucho más jodidos) y la Guatemala de los que se aprovechan y joden, no importando si son extranjeros. Guatemala es de quien la vive, no de quien la gobierna; de quien la trabaja y no sólo en el piso 15 de uno de los vistosos edificios de Ciudad Guatemala. Este país debiera de ser de aquéllos que buscan la justicia, la solidaridad real, el trabajo dignificado… Guatemala no es ni una finca, ni una empresa, y menos un puesto de gobierno comprado con dinero ajeno. ¿Quién es el extranjero entonces, Señor Ministro?
Guatemala es un país donde un grupo de politiqueros ridículos y pisteros juegan perversamente a la mímica de la democracia, financiados por negocios de empresarios nacionales y extranjeros, legales o no. Es cierto, y cada vez me convenzo más: muchos somos extranjeros en este país de corrupción, somos extranjeros en una realidad creada a base de muerte y de racismo, muchos somos extranjeros para los poderes asesinos. Mejor para nosotros.
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