Ella

Ella estaba descalza, apenas cubierta con un suéter y una manta, todo su cuerpo gritaba silencioso, un pequeño letrero escrito sobre cartón se posaba frente a ella rezando la leyenda: “Por favor ayúdeme, tengo hambre”. La gente dejaba uno o dos euros, la miraba con compasión y seguía.

La mujer no era ni rusa, ni latina, no era gitana ni coreana, había perdido los rasgos, la identidad. A simple vista podría haber perdido la dignidad también. Era ella y su hambre, era ella y el olvido en medio de una Barcelona con ansias de ser independiente. Era ella la viva imagen del capitalismo voraz que arrasa con lo más sutil, que desmiembra, que aísla, que desahucia.

Ella es la cara de millones de seres humanos alrededor del mundo (1,300 millones de personas calculaba el Banco Mundial hace un par de años, es decir 1 de cada 5 personas en el mundo) que con o sin hipotecas han perdido la paz. La crisis europea parece estarnos calando a todos, europeos o no, y es que resulta estremecedor ser testigo de la pérdida de garantías, de la evaporación de derechos.

Los gobiernos a nivel mundial parecen estar en jaque, se percibe una parálisis en sus acciones, son torpes, se equivocan, lastiman. Sin embargo los pueblos no. Estos parecen despertar de un sueño de opio. Con miedo sí, como quien ve la luz después de mucho tiempo. Lo fundamental parece estar volviendo a tomar su lugar, su sentido. Y la humanidad una nueva forma, tiempo de crisis es siempre tiempo de cambio.

Europa y las grandes potencias económicas recuerdan a aquel hermoso poema de Pessoa titulado Niebla, con el que me prefiero quedar…

Ni rey ni ley, ni paz ni guerra

Definen con perfil y ser

este fulgor pardo de tierra

que es Portugal entristeciendo:

brillo sin luz y sin arder,

como el que el fuego fatuo encierra.

No sabe nadie lo que quiere.

nadie conoce qué alma tiene,

ni lo que es mal ni lo que es bien.

(¿Qué ansia distante cerca llora?)

Todo es incierto y es postrero.

Todo disperso, nada entero.

Oh Portugal, hoy eres niebla…

¡Esta es la hora!