Entre la creación y el biberón

Sin embargo, con el tiempo y a pesar de que mi madre se empeñó en enseñarnos a mi hermana y a mí que debíamos ser independientes y encontrar nuestro camino sin vernos atadas por nuestro género, me he topado con la triste realidad de que en esta sociedad, en este país, las cosas no funcionan así. Ser mujer cuesta el doble, crecer profesionalmente como mujer es muy distinto a lo que yo creía, debes lidiar con un entorno que de forma consciente o inconsciente te disminuye, te victimiza y te asigna roles, por supuesto.

Escribir y esculpir han sido mis dos grandes amores, dos amores que por A o por B he tenido que ir dejando como cuestiones secundarias. Cuando tomé la decisión de ser escultora me topé con situaciones curiosas, como que esa rama del arte era territorio casi exclusivo de hombres, cosa que por supuesto no me importó. Seguí adelante unos años más, el tiempo que permanecí en la casa familiar en donde se entendía y apoyaba esa profesión. Luego, al emanciparme, el tiempo para crear disminuyó, tenía que comer, dedicarle tiempo a mi pareja y más tarde alimentar a mi hija, así que finalmente fui posponiéndolo hasta quedarme únicamente con la escritura, profesión que tampoco he logrado ejercer en su totalidad. Mi caso no es particular, solo que yo decidí como lo han hecho muchas mujeres, malabarear entre dos mundos.

Este vivir dos mundos creo que nos hace más fuertes, nos permite tener una voz aún más contundente y eso es porque no hablamos, gritamos, nos agrupamos, porque somos conscientes de lo que nos cuesta ejercer nuestro derecho a expresarnos, a ser felices. Los niños saben que mamá estudia, que mamá trabaja, que mamá jugará con ellos, que hará los deberes y se reirá, que los bañará y les hará la cena, pero además, que mamá se sentará durante un par de horas, cuando queda tiempo, a jugar arcilla con ellos, a hacer figurines o a escribir historias. La cuestión es esa, que es cuando queda tiempo.

El problema de elegir el arte como forma de vida en cualquiera de sus vertientes (como artista, como crítico, como curador, como gestor) no es exclusivo tampoco de las mujeres. Trabajar en este campo es ir de forma permanente en contra de la corriente y es que este no es un tema prioritario en una sociedad de consumo. El arte te hace ver un poquito más allá, abrir otros canales de percepción, canales que por supuesto chocan con las políticas sociales y económicas de estas latitudes.

No sé cómo será vivir del arte en China o en Australia, pero no creo que sea muy distinto, especialmente siendo mujer. Lo que sí sé, es que aunque complejo en términos de creación, mi caso es privilegiado, por tener la madre que tengo, por haber sido criada en un entorno un poquitito menos machista, porque en mi casa el arte ha estado siempre presente y porque por tanto, he tenido la fortuna de relacionarme con personas con los mismos intereses y problemas. No creo que el mío sea un caso paradigmático, como lo sería por ejemplo, el de una chica del Quiché o de la Costa que ha crecido en otras condiciones, sin acceso por supuesto a arte y educación.

*Texto Publicado en la edición 155 del periódico La Cuerda, mayo 2012. Guatemala.