Mientras los líderes con más influencia en el mundo parecen haberse acomodado para que nada cambie –en la economía, en la política, en el uso de la fuerza militar o del espionaje, con el caso Snowden como punto final para el otrora reformista de Barack Obama– de pronto asistimos con asombro a cómo un sacerdote de 76 años está delineando los cambios que hará en una iglesia de 2 mil años.
Para sorpresa de propios y extraños, el antaño conservador Jorge Mario Bergoglio tiene muy cla...
Mientras los líderes con más influencia en el mundo parecen haberse acomodado para que nada cambie –en la economía, en la política, en el uso de la fuerza militar o del espionaje, con el caso Snowden como punto final para el otrora reformista de Barack Obama– de pronto asistimos con asombro a cómo un sacerdote de 76 años está delineando los cambios que hará en una iglesia de 2 mil años.
Para sorpresa de propios y extraños, el antaño conservador Jorge Mario Bergoglio tiene muy claro el camino por el que quiere llevar su papado como Francisco. Seis meses le han bastado para marcar las cuatro áreas en las que muchos considerábamos que necesitaba transitar la Iglesia. La primera ha sido la opacidad en el Instituto de Obras de la Religión, el banco Vaticano, en donde ha dado un golpe de timón para transparentarlo y ha pedido que las instituciones italianas o europeas lo fiscalicen como al resto de bancos. Bueno, como deberían fiscalizar al resto de bancos.
Ha acabado también con la pompa con la que se solía ser incoherente con la misión de una religión y con la realidad de la mitad de católicos del mundo, que son pobres. Y junto a esto lleva a cabo una cruzada para denunciar el fracaso de este sistema económico libertario que heredamos de Reagan y Thatcher. Así como Juan Pablo II se trazó una cruzada contra el sistema comunista, Francisco lo está haciendo contra el capitalismo financiero basado en la desigualdad. Y la especulación que afecta a los minerales preciosos, a los alimentos, a los bancos, a todo nuestro sistema económico y que concentra un tercio de las ganancias en el uno por ciento, y la pobreza y miseria en la mitad de la sociedad de muchos países.
Además de la transparencia en el banco Vaticano y la denuncia del sistema que crea desigualdad y pobreza, en la última entrevista (goo.gl/dk0O3z) que dio a la revista Civiltà Cattolica abordó con más decisión los dos temas que había tratado en la entrevista de hora y media que dio a los periódicos de todo el mundo en el avión de Río de Janeiro a Roma. Por una parte empezó el camino de sacar del conservadurismo más duro y dijo que la Iglesia no debe insistir tanto sobre los de moral sexual: anticonceptivos, matrimonios entre homosexuales y el tema del aborto. Y además abrió la puerta de nuevo en la Iglesia, por ejemplo, a los divorciados.
Y el tema de género. Dijo que hay mucho machismo en la Iglesia, propondrá cambiar el papel de la mujer en los espacios de toma de decisión de la Iglesia y como medida simbólica podría nombrar a una mujer cardenal. Algunos podrán pensar que son declaraciones o pasos pequeños. A mí me parece que son pasos pequeños con una dirección decidida. Y que por más que sean pequeños, de cara al inmovilismo entre los poderosos o sus afanes por regresarnos a la caverna, son pasos que se agradecen.
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