En una esquina tenemos a la Junta Directiva y a su pandilla, los actuales campeones del ejercicio ilegítimo del poder en el país, con la pantaloneta de presentar iniciativas de ley malas, pésimas y terribles. A eso se dedican de manera profesional. En la otra esquina, el contrincante, el grupo retador, integrado por congresistas llenos de buenas intenciones —tal vez, no me consta—, con la pantaloneta de la progresía puesta, que se disputa el poder para salvar al país de las garras del mal. Pe...
En una esquina tenemos a la Junta Directiva y a su pandilla, los actuales campeones del ejercicio ilegítimo del poder en el país, con la pantaloneta de presentar iniciativas de ley malas, pésimas y terribles. A eso se dedican de manera profesional. En la otra esquina, el contrincante, el grupo retador, integrado por congresistas llenos de buenas intenciones —tal vez, no me consta—, con la pantaloneta de la progresía puesta, que se disputa el poder para salvar al país de las garras del mal. Pero en realidad la disputa de ambos grupos es solamente una pelea de élites por privilegios.
Acontece que la Junta Directiva decidió negarle el derecho del uso de la palabra al grupo retador en una evidente infracción a las normas del juego. Pero es el campeón, de modo que el árbitro no dirá nada. Resulta que el grupo retador, envalentonado con toda la energía del que desafía al campeón, a golpe de protesta logró vencer la artimaña de la Junta Directiva. Y una parte de la población vitoreó al gran favorito, al novato, al que desafía, al grupo retador, que alegó que se le estaba vedando el derecho al uso de la palabra y al debate —por favor, no olvide estos agravios—.
La población fue engañada porque la pelea estuvo arreglada en todo momento. Tanto la Junta Directiva como el grupo retador ejercen el poder de manera abusiva.
¿Recuerda haber participado en el debate de algún partido político para definir candidaturas al Congreso? La respuesta a mi pregunta —en palabras de Becky G— es no. ¿Recuerda que alguna diputación lo haya tomado en cuenta para la labor legislativa? No. Y es porque el sistema partidario históricamente le ha vedado a la población el derecho de palabra y el debate. ¿Recuerda los agravios del grupo retador? ¡Ah!, ve qué coincidencia. Lo que estos retadores pelearon dignamente es la forma en la que absolutamente todas las diputaciones del Congreso han llegado y ejercen la función legislativa: callándole la boca a la gente y quitándole toda oportunidad de debate.
[frasepzp1]
Siempre habrá una Junta Directiva corruptoide que abuse del poder y un grupo retador con buenas intenciones. Pero que no lo engañen. Los retadores nunca van a ganar para cambiar el sistema. Solo van a cambiar de posición: después de un tiempo de ser los novatos que desafían al poder establecido pasarán a convertirse en la Junta Directiva campeona. Entonces surgirá un nuevo grupo retador y el ciclo se repetirá. Esa es la gran estafa de la pelea. La raíz de los abusos de poder de la Junta Directiva es el ejercicio ilegítimo y antidemocrático del poder de las diputaciones en general. El problema no es que esas personas sean malvadas —algunas lo han de ser—, sino que el sistema está diseñado para concentrar el poder y no tener controles democráticos.
El ciclo de la Junta Directiva versus el grupo retador se repetirá a menos que existan cambios radicales en la forma de ver la democracia en dos sentidos: en el sistema de postulación de las candidaturas al Congreso y en la forma de ejercer la función legislativa. En ambos casos la respuesta es la democracia participativa, en la cual las élites busquen activamente la construcción de mecanismos colectivos de toma de decisiones. El problema con eso es que es una especie de suicidio porque significa renunciar al ego, a los privilegios, y anularse como élites para dar espacio a que la ciudadanía sea la que tome las decisiones y ejerza el poder colectivamente. Fijo le van a decir que es imposible, a lo que usted puede responder: durante las monarquías absolutistas también era imposible la idea de la democracia representativa y ve que siempre no era imposible.
Ante la evidente estafa hay que clausurar este deporte (democracia representativa) e inventar uno nuevo (democracia participativa), en el cual la población esté en el centro del cuadrilátero, y no alrededor. En el que la población sea protagonista, y no espectadora.
Más de este autor