Parcialmente.
Desde enero hemos sido testigos de un interesante ejercicio de semiótica en política. La diputada Vicenta Jerónimo, del MLP, ha puesto sobre la mesa un tema ventral para nuestra sociedad: la ética del servidor público.
Con una cruzada solitaria pero consistente, Jerónimo logró activar un efecto dominó dentro del Congreso que tuvo como momento destacado forzar a Felipe Alejos a renunciar a parte de sus privilegios pagados con fondos del Congreso. Al ojo público, trazó una clara línea entre diputados dignos y diputados vividores del Estado.
En el camino también provocó un efecto expansivo que golpeó a otros partidos que comparten en buena parte su mismo nicho de votantes: una ciudadanía que reaccionó con fuerza, demandando coherencia entre discurso y acción.
Ante la oleada en redes exigiendo al Movimiento Semilla unirse al llamado de austeridad, Lucrecia Hernández escribió en su cuenta de Twitter que las acciones de los partidos no deberían ser competencia. Y no lo son. Tiene razón.
Parcialmente.
Es ingenuo creer que no existe un paralelo en la percepción del votante entre partidos que tienen características similares: sangre nueva, bases genuinas y que —a ojos del votante— comparten una misma intención de cambiar lo que hasta ahora no ha funcionado. Esa similitud se traslada a sus bancadas y a su desempeño legislativo.
Es entonces inevitable que los aciertos de uno se le demanden al otro y que cuando existan desatinos caigan sin piedad sobre todos, pues para el votante generan la misma expectativa.
En comunicación, las acciones contundentes y simples, como demandar un comportamiento digno a funcionarios que nos tienen habituados al descaro y a la villanía, son un símbolo aglutinador poderoso. Y no siempre el que pega primero lo capitaliza, sino quien lo comunica mejor.
El MLP abanderó, desde el 29 de enero de este año, una acción simbólica que se hace eco de un deseo profundo de todos los ciudadanos. Y lo hizo con un solo mensaje, simple y directo.
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Lo curioso es que, desde finales de 2019, Semilla había anunciado su intención de renunciar al seguro médico y de implementar austeridad. Pero lo hizo con mensajes atomizados en los múltiples perfiles del partido y la bancada, usando publicaciones de estructura débil y sin establecer un momento simbólico que le diera contundencia.
Semilla no solo se había adelantado al llamado de austeridad, sino que además lanzó una iniciativa valiente y arriesgada a partes iguales. La integración de varias bancadas con un propósito definido: aumentar las posibilidades de incidir en la legislación, que es el fin último de su participación en el Congreso.
Visto con objetividad, esa sola propuesta, que facilita los cambios de fondo, debería ser para los ciudadanos un motivo de esperanza. Una forma de organizar el clamor ciudadano para ejercer presión sobre las propuestas que lleguen al Legislativo. Pero nadie habla de ello. ¿Por qué?
Porque está mal comunicada. No logran bajar a las emociones de sus votantes el peso de sus acciones. Se pierden en explicaciones largas, en comunicados tibios, en múltiples objetivos, en la falta de una vocería sólida. Y acciones que no corresponden a los cambios de fondo, pero que construyen un símbolo poderoso alrededor de la recuperación de la fe en la función pública, les comen el mandado.
Las acciones de comunicación ejecutadas con precisión ponen a temblar el piso de las narrativas endebles. Arzú Jr. se tragó el anzuelo y les mostró a los electores su capacidad de armar un berrinche desproporcionado, prepotente y con brochazos de racismo. Y le regaló al MLP visibilidad y empatía.
El mensaje, simple y potente, puso a andar las ruedas de un cambio real: varios bloques acuerparon el discurso de austeridad intentando mostrar un comportamiento coherente y digno.
A pesar de tener una sola diputada en el Congreso, el MLP se anotó el primer golpe de posicionamiento en esta legislatura. Un acierto de comunicación que, si logra sumar otros logros de cierta relevancia durante el período, también puede darle réditos en la próxima elección: una pesca fructífera de votos en el mismo segmento de votantes que comparte con partidos como Semilla.
El ciudadano quiere cambios de fondo, pero también necesita símbolos que le recuerden que en política y gobierno no todo está perdido. Que no se nos olvide que ninguna de estas premisas es menos poderosa que otra.
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