La lucha contra el hambre, el lograr la seguridad alimentaria, el mejoramiento de la nutrición y la promoción de agricultura sostenible son parte del Objetivo de Desarrollo Sostenible 2, de 17 que se impulsan en el marco de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible, a finales de septiembre próximo. De aprobarse estos nuevos 17 objetivos, entrarán en vigor en enero del 2016 y guiarán las decisiones y acciones durante los próximos 15 años.
Tendremos nuevos objetivos para viejos problemas no resueltos. Así es, estimado lector. Algunos de ellos ya son viejos conocidos: el hambre, la malnutrición y la pobreza. En Guatemala, las cifras no son halagadoras. Más de la mitad de la población vive en la pobreza, el 51.5 % vive en el área rural, y sus quehaceres y actividades están relacionadas con la agricultura. El 70 % de la extensión territorial del país se destina a actividades agropecuarias y forestales, incluyendo la agricultura empresarial y la agricultura familiar (campesina). Es esta última la encargada de producir el 70 % de los alimentos de alto valor nutricional. En términos de empleo rural, el 63 % del empleo del sector agrícola, y en la economía campesina el 48 % del valor de la producción del sector agropecuario, también ayudan a reducir las altas tasas de migración (Agricultura familiar en América Latina y el Caribe, FAO).
Más allá de los números y las cifras es importante recordar que los productores familiares que producen los alimentos para esta Guatemala, en su mayoría, viven en pobreza. Lo bueno es que ellos producen en armonía con su entorno ambiental y bajo la cosmovisión maya.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) tiene como mandato principal la erradicación del hambre en el mundo. Apoya y trabaja al lado de los Gobiernos brindado asistencia técnica y apoyando el fortalecimiento de políticas públicas que permitan que los guatemaltecos vivan mejor y salgan de la pobreza. En Guatemala, la FAO trabaja al lado del Gobierno y hombro a hombro con esos hombres y esas mujeres que trabajan en el campo y que producen tomates, duraznos, manzanas y todas esas bondades que usted degusta en un desayuno.
Este viejo problema que nos ocupa en este espacio, el hambre, ha sido vencido en muchos países cercanos, que han reducido dramáticamente sus niveles de malnutrición, inseguridad alimentaria y pobreza.
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¿Cómo?, se preguntará usted, que lee estas líneas. Pues con compromiso político, instrumentos y programas de protección social, implementando un sistema eficaz y eficiente de alimentación escolar, produciendo de manera más sostenible y en armonía con el entorno, no desperdiciando alimentos y evitando las pérdidas poscosecha, pero también ubicando el tema del hambre en lo más alto de las prioridades del país.
Esperamos que trabajando de manera conjunta lograremos que, para el 2030, todas las personas puedan disfrutar de un nivel de vida digno y con el cumplimiento del derecho a la alimentación. Para un mundo sin hambre se necesitan dietas más saludables y sostenibles en términos de medio ambiente.
Para alcanzar estos nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y el desarrollo sostenible, el sistema de Naciones Unidas pondrá a disposición de los Gobiernos todos sus recursos para fortalecer las capacidades institucionales y las políticas públicas necesarias para profundizar el desarrollo sostenible de los países mediante una labor de acompañamiento permanente, coherente y más eficiente. Para ello se demanda un modelo de desarrollo sostenible, inclusivo y más equitativo, que piense en el largo plazo con una mirada ambiental profunda.
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