Como parte de mis responsabilidades en FONAPAZ (Fondo Nacional para la Paz) me correspondió coordinar esfuerzos para retornar a refugiados Guatemaltecos en los campamentos ubicados en México, coordinar el retorno de intelectuales de la URNG que vivían en México, Nicaragua, Cuba y otros países, la desmovilización de los exguerrilleros, desactivación de los ex Policías Militares Ambulantes y la implementación de programas y proyectos para apoyar en la reinserción social, económica, política y cultural de esta población y de desplazados internos. Para cumplir con estas funciones me tocó compartir, dialogar y negociar con líderes representativos de estos diferentes sectores de la sociedad. El objetivo principal era poder reinsertar a ciudadanos guatemaltecos que habían sufrido un desplazamiento forzado de sus tierras, costumbres y comunidades.
Era un momento de transición, donde incluso muchos de los interlocutores utilizaban pseudónimos y estaban recién saliendo de la clandestinidad. Entre los grandes intelocutores (especialmente de los refugiados) estaba don Alfonso Bauer Paiz, un extraordinario guatemalteco, fiel a su ideología y a las personas que representaba. Por su experiencia, honestidad y claridad era muy interesante compartir con él en esas mesas de negociación y en los espacios de tiempo libre entre negociaciones. Entre los demás interlocutores había representantes de los grupos de refugiados, de desplazados internos (CPR de Ixcán y de la Sierra), de retornados y en la última etapa también negociamos con miembros en activo de la URNG y de la PMA (Policía Militar Ambulante).
Repito, el objetivo era generar las condiciones por medio de programas y proyectos que permitieran una reinserción social, política, económica y cultural de estos hermanos guatemaltecos que por diferentes razones habían sido arrancados de sus lugares de origen y obligados a vivir en otras tierras. Parte fundamental del problema era que la gran mayoría de guatemaltecos (y especialmente los miembros de estas comunidades) no tenían confianza en el gobierno y lo veían como un enemigo. Esto nos obligó a generar espacios de confianza, dialogar los temas de una forma profunda y escuchar lo que habían sufrido hasta ese momento. Nos compartían sus historias, sus ilusiones y sus decepciones.
Una de esas historias es la de Nolberto (en esas primeras reuniones rara vez compartían su apellido y difícilmente sabíamos si era su verdadero nombre) un hombre que aparentaba tener más de 40 años cuando en realidad tenía 29. Vivía en una de las aldeas de Ixcán (Tercer Pueblo) y había participado con la guerrilla y en las patrullas de autodefensa civil. Le tocó empuñar un fusil en contra de sus hermanos (literalmente), a veces con la guerrilla y a veces con el ejército. Era una historia común en ese sector del país. Me contó acerca de sus temores, sus desilusiones y sus sueños (quería montar un negocio). Nolberto no quería más enfrentamiento, quería la oportunidad de vivir en paz con su familia. Estaba preocupado por el futuro.
La preocupación principal de Nolberto era (y estoy seguro que sigue siendo) la construcción de una sociedad y un Estado que le permitan encontrar más y mejores oportunidades para él, para sus hijos, para su esposa y para su comunidad. Muy simple. Muy sencillo, pero tan lejos de alcanzar. Peleó una guerra que no era de él y está sufriendo una paz que no le resuelve sus problemas.
Enfoquémonos en construir esa paz y reconciliación que nos permita generar más y mejores oportunidades para nuestra población. Construyamos UNA GUATEMALA.
Construyamos un Pacto de Convivencia Ciudadana que nos permita establecer la ruta, condiciones, tiempos y responsables para cumplir con este objetivo.
Dios los bendiga y les recuerdo que toda la gloria, la honra y el honor son siempre para Jesús.
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