El poster, que apareció como contraportada de la edición de Enero-Junio de 1985 de la oximorónica Revista Cultural del Ejército, muestra un dibujo de un indígena Ixil notoriamente dócil, de tez clara, vistiendo un traje tradicional estilizado y polainas como las usadas por la Brigada de Policía Militar “Guardia de Honor”. Su expresión pareciera ser de infinito agradecimiento por haber sido “salvado” de la subversión.
Polín es presentado en el poster (ver abajo) como “mascota epónima de los Polos de Desarrollo” (las aldeas modelo de las que Alfred Kaltschmitt y tantos otros se enorgullecen), y descrito de la siguiente manera: “Ayer, quichelense, hoy sololateco, Polín Polainas, cándido y gentil, va surcando la campiña guatemalteca, dejando a su paso su ejemplar estela de amor por el estudio, e inspirando augurios de la paz, del desarrollo y la Concordia, como anhelos supremos de la unidad nacional. No importa su atuendo. No importa su origen. Polín Polainas es omnidimensional. ¡Polín es omnipresente!”
Dejando a un lado lo obviamente condescendiente y racista de llamar a un indígena “mascota”, así como el misterioso significado de “omnidimensional”, el poster explícitamente sugiere que el buen indio debe ser cándido, cortés y estudioso, es decir, pasivo, sumiso y disciplinado. Además, debe trabajar alegremente y sin quejarse y, más importante aún, dejar atrás su propia identidad para así poder aspirar a la unidad nacional, en otras palabras, a la cultura hegemónica ladina/criolla.
Este indígena autorizado, dócil, agradecido y “sin agencia o historia”, como señala Jennifer Schirmer en Intimidades Del Proyecto Político de Los Militares en Guatemala (FLACSO, 1999), lleva bajo el brazo un libro en cuya portada se lee: “Barrios”, “Monja Blanca” y “Ceiba pentandra”. La Monja Blanca es, como se sabe, la flor nacional de Guatemala y la Ceiba el árbol nacional. “Barrios”, por su parte, hace referencia a Justo Rufino Barrios, uno de los líderes de la mal llamada Revolución Liberal de 1871 y presidente-dictador del país de 1873 a 1885. Entre otras cosas, Barrios creó la Academia Militar, profesionalizó al Ejército y es considerado, según la versión oficial de la historia, uno de los fundadores de la Guatemala moderna. Claro, en esta misma versión oficial de la historia se tiende —convenientemente— a minimizar o simplemente ignorar el despojo sistemático de tierras comunales que fomentó y una serie de decretos como el Reglamento de Jornaleros de 1887, mismo que institucionalizó el sistema de mandamientos, habilitaciones y servidumbre por deuda con la finalidad de garantizar mano de obra barata indígena para las fincas de café y las obras públicas.
Sea como fuere, no es difícil entender que según el poster el indígena sólo puede redimirse y ser considerado un verdadero guatemalteco si internaliza el discurso y la identidad oficial, misma que en gran medida fue y es construida por la élite terrateniente de la que Justo Rufino Barrios fue parte. Es este indígena idílico al que el ejército presentaba como “mascota epónima de los Polos de Desarrollo”, las “aldeas modelo” diseñadas por el ejército en las que las poblaciones indígenas desplazadas por la guerra vivían o eran obligadas a vivir bajo el directo control del ejército. Según la versión oficial, los Polos de Desarrollo fueron creados durante la dictadura de Ríos Montt con el objetivo de ganarse los corazones y las mentes de la población indígena promoviendo el desarrollo económico (frijoles) y brindando seguridad (fusiles).
Pero más allá de las razones oficiales, las aldeas modelo fueron, como señalan las investigadoras Margarita Melville y Brinton Lykes, también diseñadas e implementadas por el ejército “para establecer y controlar a las poblaciones desplazadas en el intento de erradicar fuertes valores culturales mayas como la profunda identificación y solidaridad social comunitaria”. Para ello, “el ejército puso en un mismo lugar a gente de varias comunidades diferentes, gente que habla diferentes idiomas mayas… para evitar que vuelvan a formar su configuración comunitaria original y para evitar el desarrollo de una organización social significativa entre ellos” (ver “Niños indígenas guatemaltecos y los efectos socioculturales del terrorismo patrocinado por el Estado”).
Al ser presentado como “mascota epónima” de los Polos de Desarrollo, Polín Polainas nos da una idea clara y precisa tanto del funcionamiento de los mismos, como de lo que el ejército y las élites económicas que respaldaban el proyecto militar intentaron lograr mediante la reingeniería moral y social del indígena. Como la imagen sugiere, Polín Polainas, el “buen indio”, ha aprendido e internalizado los beneficios de someterse a la autoridad (militar y económica), estudia los materiales adecuados, tiene la actitud correcta y quiere a todos los guatemaltecos, incluyendo, faltaba más, al ejército. Para Polín, la discriminación, la exclusión, el racismo y la resistencia parecieran ser conceptos y palabras de un pasado distante. Así, Polín Polainas personifica no sólo el ideal liberal-oligárquico del indígena ladinizado, sino también el objetivo mismo de las políticas estatales y militares durante la Guerra, especialmente durante los ochentas: forjar un sujeto indígena absoluta y totalmente obediente, dócil y aculturizado.
Demás está recalcar lo aberrante, perverso y racista de todo esto. Más aún cuando es este “ideal” del indígena pasivo, sin historia y, sobre todo, sin agencia; es el ideal que sigue alimentando el discurso, el accionar y la psiquis de amplios sectores de la población, entre ellos la élite política, militar y económica-cacifiteca, e incluso, y trágicamente, del Estado mismo.
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