Dormir bien: un lujo inalcanzable para muchos en Guatemala
Dormir bien: un lujo inalcanzable para muchos en Guatemala
Disfrutar un sueño saludable es difícil para miles de personas en la metrópoli, pues deben madrugar en busca de reducir el intenso tráfico; acostarse muy tarde a fin de completar trabajos y estudios, o bien desvelarse adivinando en qué momento les llegará un poco de agua potable. La mayoría ignora hasta dónde se afecta su salud física y mental, y lo que puede hacer para minimizar las consecuencias.
Sin importar si todavía se siente cansado, René se levanta presuroso de la cama a las 3:45 horas y se alista en 15 minutos porque debe salir pronto de la colonia El Campanero, Mixco. No lo sabe, pero acaba de interrumpir procesos biológicos tan complejos como necesarios para su organismo. Pudo estar en la etapa del sueño en que sus tejidos se reparaban y su cuerpo se regeneraba, o bien estar en otra en la que mayor descanso obtenía.
Pese a que falta mucho para que amanezca, René se enfrenta a 50 minutos de tráfico hasta llegar a su trabajo, en el bulevar Los Próceres, zona 10 capitalina. Son solo 17 km de distancia, pero si sale más tarde podría conducir más de dos horas. Ya en el parqueo, recuesta su asiento, cierra los ojos y piensa que ganó preciados minutos de sueño a cambio de pasarlos en las temibles colas.
En realidad, este empleado de call center perdió porque, con el paso de los días y semanas, asumió el riesgo de tener problemas de memoria, sueño de día e irritabilidad, sumado a cansancio, incremento de peso y quizá hasta hipertensión, entre otros padecimientos.
El sueño de René es a su organismo lo que el cable de electricidad es al celular que lo despertó. Pero él nunca desconectaría su teléfono si no está cargado, y tampoco lo enchufaría repetidamente por pocos minutos, sabedor de que no logrará que su batería llegue al 100 %. Con su cuerpo, aunque sufra las consecuencias, no tiene opción.
Su turno termina a las 7 de la noche, pero emprender el retorno a esa hora lo condenaría a un mínimo de dos horas de tráfico y un gasto grande de gasolina. Espera en la oficina y a las 9 se va a casa, atiende actividades del hogar e intenta dormirse a las 11, cerca de una alarma que sonará en menos de 5 horas. Las 7 o 9 horas recomendadas son, paradójicamente, todo un sueño.
Solo en la capital del país, 1.2 millones de autos circulan diariamente, según la Policía Municipal de Tránsito. Si los colocáramos uno detrás de otro, se formaría una fila de 5,500 kilómetros, casi la distancia entre Guatemala y Buenos Aires, Argentina. Pero la falta de un transporte público eficiente y seguro hace que René utilice su vehículo, aunque mine a diario su salud.
Noches cortas: pesadilla del proceso
Antonio no corre con mejor suerte en la búsqueda de completar las cuatro etapas del proceso y el llamado Sueño MOR, vitales para su bienestar. Llega a su casa a las 11 de la noche y a la mañana siguiente tiene una presentación crucial con su jefe en uno de sus dos trabajos; del resultado depende que compre los útiles de sus hijos para el nuevo año escolar. El tráfico es un problema, y la necesidad de duplicar ingresos es otro.
Cuando este empleado suma sus pendientes y piensa en la lista del colegio, llega la ansiedad; su corazón late más rápido y sus músculos están tensos: es el estrés en plena acción, que le impedirá arrancar pronto con la etapa inicial del descanso.
Se levanta, con esfuerzo creciente, a las 4 de la madrugada y toma una camioneta, pero se queda dormido a pesar de los repetidos golpes de su cabeza contra la ventana. Cuando abre los ojos, se ha pasado de la estación en que debía bajarse. La tensión es extrema, pero no está relacionada solo con la cita a la que llegará impuntual ese día, sino con semanas enteras de escaso sueño: el costo que paga para cumplir los horarios de sus ventas ambulantes diurnas y sus recorridos nocturnos como guardia de seguridad.
Las cortas noches de Antonio, le hacen entrar tarde a la etapa inicial del proceso del sueño, aunque esta se extienda solo 5 o 10 % del tiempo total, y muy pocas veces lo llevan a esa etapa final, el Sueño MOR, y que dura una cuarta parte. Se ha perdido nada menos que el momento de mayor descanso.
Si nos vamos a dormir dos horas después de lo habitual, otra alteración que muchas veces ocurre por utilizar el celular hasta tarde, reducimos considerablemente nuestra dosis diaria de sueño profundo, fundamental para la regeneración celular y la liberación de hormonas de recuperación.
«Lo peor, es que no estamos conscientes de esto ni de cómo nos afecta», lamenta Sofía Mazariegos, investigadora del Instituto de Investigación en Ciencias Naturales y Tecnología (IARNA), quien subraya que Guatemala nos impone y expone a aspectos no naturales que ponen en riesgo nuestra salud. Y es necesario que lo sepamos, apunta.
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El estrés es una respuesta biológica y psicológica a un estímulo percibido como amenaza o desafío. Cuando el cerebro percibe una amenaza, libera hormonas como el cortisol y la adrenalina, preparando al cuerpo para una reacción de «lucha o huida».
Si bien esta respuesta es crucial para la supervivencia a corto plazo, la exposición prolongada al estrés puede llevar a efectos negativos en la salud, incluyendo problemas de sueño, disfunción del sistema inmunológico, problemas cardiovasculares y trastornos mentales.
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A tomar conciencia del círculo vicioso
Ana vive en la colonia Santa Faz, Chinautla, donde regularmente no hay agua durante varios días. Cuando sí llega, debe convertirse en adivina para saber la hora precisa. Esa situación, insalvable, significa desvelarse o interrumpir varias veces el descanso para juntar y tener algo del vital líquido que usará en las jornadas de escasez.
Esa dinámica no cambiará para el verano, y menos cuando ve desde su ventana la construcción de un edificio de apartamentos cercano. Piensa en ello y no puede concentrarse en su trabajo, de día, ni en su estudio, de noche. «Regresarán los problemas de sueño», deduce con resignación.
Los expertos explican que el estrés y el sueño están estrechamente relacionados: el estrés puede dificultar que alguien duerma e interrumpir su sueño, haciendo que se despierte con frecuencia durante la noche; por otro lado, la falta de sueño puede aumentar los niveles de estrés.
Mazariegos sostiene que el caso de Ana es «un círculo vicioso», del cual debemos ser más conscientes porque dormir bien es crucial para manejar el estrés de manera efectiva. Cuando se descansa adecuadamente, el cuerpo puede recuperarse del estrés diario, lo que permite enfrentar mejor los desafíos del día siguiente.
Sea por el intenso tráfico, por la necesidad de tener más de un trabajo o por la deficiencia de los servicios públicos, entre muchos otros, la de René, Antonio y Ana es una realidad diaria para miles de habitantes metropolitanos.
Elizabeth Stokes, neuropsicóloga encargada del Departamento de Neuropsicología del Hospital General San Juan de Dios, afirma: «Se ha determinado que entre 30 y 40 % de la población mundial sufre trastornos del sueño y que hasta el 80 % ha padecido insomnio transitorio al menos una vez en su vida», y añade que a partir de la pandemia casi todo empeoró.
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Quiero dormir suficiente, pero no puedo: ¿qué hago?
Los estudiosos lo tienen claro: el sueño es esencial e indispensable para nuestra salud y bienestar ya que se da la renovación de la energía física, mental y emocional. Durante el sueño, nuestro cuerpo se repara y regenera, el sistema inmunológico se refuerza y nuestras hormonas se regulan.
Pero si alguien cree tener una mala higiene del sueño, puede autoevaluarse para identificar cuán serio es su problema y atender diversas recomendaciones para cada caso. Porque no siempre hay conciencia de los malos hábitos, y menos de lo que sí está en nuestras manos para mejorar.
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Ese descanso es crucial para consolidar la memoria y mantener un buen rendimiento cognitivo. En resumen, dormir bien nos ayuda a estar sanos física y mentalmente, lo que se puede traducir en funcionar óptimamente durante el día. «Vivimos como dormimos», sentencia el neurólogo especialista en trastornos del sueño, Fernando Ceballos.
Dormir no es solo cerrar los ojos y desconectar; es un proceso activo y complejo que se divide en varias etapas. Cada una tiene su propia actividad cerebral y funciones fisiológicas, y pasar por todas ellas es fundamental para nuestro bienestar, agrega Ceballos.
Etapa 1 (Transición): Es el paso de estar despierto a dormido. Dura unos pocos minutos y es una etapa muy ligera del sueño.
Etapa 2 (Sueño Ligero): El cuerpo se prepara para el sueño profundo; el ritmo cardíaco y la respiración se vuelven más regulares, y la temperatura corporal baja.
Etapas 3 y 4 (Sueño Profundo): También conocidas como sueño de ondas lentas. Son las etapas en las que el cuerpo se repara y regenera. Es difícil despertarse en ellas.
Sueño MOR (Movimientos Oculares Rápidos): En esta parte, los ojos se mueven rápidamente, y es cuando ocurren la mayoría de los sueños. El cerebro está muy activo, pero el cuerpo está relajado y casi inmovilizado. Este es el momento de mayor descanso.
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Visto desde un electroencefalograma, uno de los métodos para analizar el sueño, es un estado de actividad cerebral distinto al de vigilia, ya que las neuronas trabajan más lentas y con mayor intensidad, es una actividad eléctrica con menor frecuencia, pero con mayor voltaje.
Un ciclo de sueño implica atravesar todas las etapas.
Expertos coinciden en que es un proceso vital del ser humano, al igual que comer, evacuar y respirar, y, por lo tanto, cuidarlo no debería ser un lujo, sino una necesidad básica para gozar de una vida digna, ya que impacta en la salud, economía y bienestar de las personas.
La falta de este proceso o alteración sin control de la duración de los ciclos y etapas de manera continuada, podría generar enfermedades cardiovasculares, diabetes y trastornos mentales como depresión. Además, sostienen los estudiosos del tema, afecta la productividad diaria, reduciendo la eficiencia en el trabajo y aumentando la posibilidad de errores y accidentes.
El incremento de personas con mala higiene y trastornos del sueño obedece a la sobreestimulación que la industrialización generó, al deseo de recompensa inmediata y a la falta de promoción de conciencia sobre la relevancia del descanso apropiado, finaliza el neurólogo Ceballos.
Clínica especializada, una opción
René, el vecino de El Campanero, Mixco, buscó ayuda luego de experimentar dolor de cabeza frecuente, temblores e incluso dolor en el pecho. Fue así como llegó a la Clínica del Sueño del Hospital General San Juan de Dios, donde ahora recibe tratamiento especializado para mejorar su calidad de vida y manejar los efectos de la falta de sueño.
La clínica es uno de los programas del Departamento de Neuropsicología y atiende como consulta externa de 8 a 15 horas, de lunes a viernes. No hace cobros, pero sí pide un carné del citado hospital. Además, proporciona a los pacientes algunas muestras médicas de los tratamientos.
El afectado encontrará evaluación, diagnóstico, rehabilitación y tratamiento de una variedad de trastornos del sueño y condiciones de salud mental. También, acompañamiento neuropsicológico y campañas de educación.
Parte del personal de esa clínica, aprendió del médico Henry Stokes, fallecido en 2020, y pionero de las neurociencias en el país. Aunque atendía uno o dos días a la semana en el hospital, sus colegas recibieron de él hasta clases de altruismo, pues no dudaba en apoyar económicamente a sus pacientes más necesitados.
Toma nota: El sueño no funciona igual en todos los cerebros, por lo que este reportaje no pretende generalizar ni sustituir la opinión y/o recomendación de tu médico. Consulta a un especialista con base en tu caso en particular.
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