¿Quién la tiene más grande?

Dictámenes ejecutivos, legislativos y judiciales que le afectan al pueblo en lugar de beneficiarlo. Mensajes y acciones contrarias a la realidad por la que atravesamos.

Hace unos días, regresando a casa me sorprendí viendo y escuchando dos mensajes opuestos sobre el mismo tema. Por un lado la fantástica campaña de IEPADES en la que se aprecia a un hombre con pistola al cinto acompañado por la frase: ¿Quién la tiene más grande?, Presumir las armas es un síntoma de debilidad. Y por otro lado, escuchaba en la radio a una panda de machos divertidos y estúpidos que contaban chistes “para hombres” a la audiencia, se trataba de un aberrante decálogo que me puso la piel de gallina y me obligó a poner luces de emergencia, parar y escribirlos:  “estas son las diez razones por la que un hombre prefiere un arma a una mujer: porque puedes cambiar una vieja 44 por una 22 nueva, porque puedes tener una en casa y tener la otra para cuando sales, porque si te gusta la de tu amigo no tiene ningún problema en prestártela para que juegues con ella, porque las armas funcionan igual cada día del mes… y como estas, seis estupideces más.

La campaña de IEPADES, absolutamente bien construida en términos publicitarios y que claramente busca frenar la matacinga en la que estamos inmersos, se ve opacada por miles de mensajes que avalan y multiplican la violencia. Mientras unas cuantas entidades buscan hacer conciencia de la problemática, cada día se venden más armas, mueren más personas a causa de ellas y las compañías de seguridad privada proliferan. Aquí se pasan por alto los principales estatutos de la Ley de Armas y Municiones, una cajita de balas cuesta casi lo mismo que una entrada al cine y te las venden como si fueran chucherías, vemos cada cuadra a un hombre armado, han regresado los casilleros para guardar armas en los lugares públicos.

Está claro que en Guatemala reina la impunidad en todos los ámbitos, se ha pasado ya el umbral de lo normal, la vida no vale nada, entonaría un buen mariachi. Gebel estaría fascinado con estos escalofriantes logros del capitalismo. Este drama, me parece, únicamente se podrá revertir con acciones concretas que evidencien los discursos polarizadores, inhumanos y clasistas, con acciones que evidentemente se deben tomar desde la sociedad civil, que detengan a los machitos para que no sigan diciendo estupideces en la radio, para que las empresas no sigan utilizando mensajes como los de la campaña aquella de zapatos en la que aparece una mujer “muerta” sobre una cama para hacer autopsias que rezaba “nuestros zapatos están de muerte”.  Acciones que reviertan el imperante analfabetismo práctico y de herramientas para la construcción de una sociedad más sana, más humana, en la que se respete la vida. Una sociedad en la que no se practique el dicho “a Dios rogando y con el mazo dando”.