Los independentistas consideraban que el nuevo mundo pasaría por el Centro de América; los liberales querían insertarnos (con el café) en la economía mundial; los unionistas inventaron el socialismo espiritual; los revolucionarios del 44 que nos pusieron a la vanguardia; los democristianos latinoamericanizaron la salida a los conflictos en Centroamérica; los arzuístas nos abrieron tímidamente al mundo con la firma de la paz; la UNE nos acercó tímidamente a América Latina; y ahora Otto Pérez con Fernando Carrera.
“A mí lo que me gusta es el pensamiento”, me decía hace años, cuando trabajábamos juntos y éramos colegas en estas páginas. Y por ponerle pensamiento a la política, el presidente lo ha acogido como uno de sus consejeros y como canciller.
En una entrevista para Plaza Pública confirmé que si bien se equivoca en no apostar por la integración política centroamericana, o no acelerar una oficina de intereses comerciales de Guatemala en China, o en que es contradictoria su visión con la realidad del gobierno, me parece que representa la apuesta por la creatividad de esta administración y el país y el mundo pueden cambiar si le ponemos atención.
Propone dejar de encarcelar a consumidores de drogas –que al final atasca el sistema de justicia y sirve para que la PNC aprese a quienes no puede demostrar que cometen delitos ni pueden pagar mordidas–; propone dejar de erradicar plantaciones de drogas –y contactar a campesinos que siembran amapola con farmacéuticas, o equipara la marihuana con el alcohol–; propone seguir con las capturas de capos –que el gobierno haría bien en realizar– y propone al mundo, con seriedad y moderación, acabar con la fracasada “guerra contra las drogas” y regular la industria. Gracias a su propuesta, que se apropió el presidente, en 2020 habrá cambiado el paradigma mundial.
Propone integrarnos a México, Colombia, Cuba, Perú y Chile, que veamos al océano Pacífico por primera vez en nuestra histórica de Atlántico. Propone establecer relaciones con Palestina y votar junto a América Latina para su ingreso a la ONU –que es un mínimo de decencia, que no teníamos– y quiere que tengamos una política exterior independiente. En medio de un panorama deprimente de este gobierno, que veamos allende nuestras fronteras es una bocanada de oxígeno que hay que celebrar y aprovechar.
*Publicado en elPeriódico, 12 de marzo.
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