Además, comenzaba la fusión del capital industrial con el financiero, con la cual se desarrollaba la exportación de capitales más allá de la de mercancías y se alcanzaba la desnacionalización de los capitales y de las empresas. Se anunciaba la era en la cual el mundo sería repartido entre las grandes corporaciones, que movían los Estados en función de sus intereses para ocupar fuentes de materias primas y capturar mercados.
Justo a un siglo de la publicación del mencionado escrito hemo...
Además, comenzaba la fusión del capital industrial con el financiero, con la cual se desarrollaba la exportación de capitales más allá de la de mercancías y se alcanzaba la desnacionalización de los capitales y de las empresas. Se anunciaba la era en la cual el mundo sería repartido entre las grandes corporaciones, que movían los Estados en función de sus intereses para ocupar fuentes de materias primas y capturar mercados.
Justo a un siglo de la publicación del mencionado escrito hemos visto cómo durante esos 100 años se han sucedido guerras, cambios de gobiernos, invasiones y creación y destrucción de organismos internacionales, entre otras cosas, siempre movidos por los intereses de las grandes corporaciones, con los Estados pocas veces enfrentados a ellas y, en la mayoría de los casos, sirviendo a sus intereses. De cómo se manejaba nuestra histórica y tristemente conocida United Fruit Company a mediados del siglo pasado a cómo pueden manejarse ahora otros gigantes de diversos sectores solo hay una diferencia: la existencia de una forma sutil y diplomática de hacer las cosas. Se ha pasado del garrote al manejo de estrategias que permiten manipular los eventos.
Los mismos tratados y acuerdos de libre comercio e inversión que se suscriben en esta época disponen, entre sus mecanismos de solución de diferencias, cómo un desacuerdo entre una corporación privada y un Estado debe dirimirse mediante arbitraje, de manera que se les otorga a las empresas una calidad de par con los Estados. Y, lejos de escandalizarnos, quizá deberíamos tranquilizarnos al tomar en cuenta que muchas de estas empresas tienen ingresos y presupuestos superiores al producto interno bruto de muchas de las naciones con las que se relacionan, además de un mayor y mejor acceso a la tecnología y a redes mundiales de contactos que seguro las colocan en mejores condiciones de cara a solventar una disputa legal.
Por último, un dato que puede interesar: en el desarrollo y la implementación de sus estrategias de incidencia política y económica a nivel mundial, las grandes corporaciones se han convertido en grandes reclutadoras de talento salido del sector público. Y es que no pueden encontrarse en otro lugar profesionales con esa clase de formación y experiencia, así como con los ya mencionados contactos. A un siglo de su publicación, el escrito de Lenin parece tener mucho de razón.
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