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La parada del Transmetro de Plaza Barrios, cerrada, al atardecer del martes 17. Simone Dalmasso

Anecdotario del Coronavirus: El miedo (y necesidad) de seguir trabajando

Le preocupa que esa buena racha impida que alguno de sus compañeros revele que se siente enfermo o que debe ir al médico
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Anecdotario del Coronavirus: El miedo (y necesidad) de seguir trabajando

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  • Aunque ya no están suspendidas las labores en el sector privado, los empleados están en la encrucijada de seguir sus labores o continuar en un ambiente posiblemente contagiado.
  • Los pilotos de bus son de los más afectados, ganan entre 50 y 150 quetzales al día.
  • Los callcenters, por sus características, son puntos donde cualquier virus se puede propagar con facilidad.
  • El listado de pacientes en cuarentena creó pánico entre los vecinos de quienes ahí aparecían.
  • Las ventas en el sector de telecomunicaciones se incrementaron en la crisis, pero también el miedo de sus empleados a ser contagiados.

El COVID19 mantiene a buena parte de la población en vilo. Hay quienes sienten miedo y se han podido encerrar en sus casas. Otros deben salir a trabajar, otros más se truenan los dedos porque no saben cómo sobrevivir si, aunque quieran, no pueden trabajar.

En seis días se han confirmado nueve casos de coronavirus. Y uno de los pacientes falleció. El temido conteo que ya se vio en China y Europa ha llegado a Guatemala. Al jueves 19 de marzo hay seis hombres y dos mujeres internados en el Hospital de Villa Nueva. Mientras ellos atraviesan la enfermedad, el resto del país trata de seguir su vida.

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El lunes el presidente Alejandro Giammattei dijo que suspendía las labores del sector público y privado, con excepción de quienes proveen servicios esenciales para la vida (alimentos, servicios médicos, telecomunicaciones, etc.). El martes suavizó las medidas y explicó que los multitudinarios call centers y la pequeña zapatería de “doña Chonita” estaban habilitadas para funcionar. Eso sí, los centros comerciales quedarían cerrados al público.

En estas anécdotas se retrata la vida en medio de tanta confusión informativa, y el miedo a la pandemia.

¿Cómo sobrevivir 15 días sin trabajo?

Pedro, 27 años. Piloto de bus rojo

Este piloto salía todas las madrugadas con el bus «cargado» con casi un centenar de personas. Desde el martes 17 de marzo, está en casa sin mucho que hacer, pero mucho en que pensar.

El lunes por la noche escuchó el mensaje que el presidente Alejandro Giammattei dio en cadena nacional. «Se prohíbe el funcionamiento del transporte público urbano y extraurbano», dijo. Esa fue la cuarta prohibición que ese día leyó el mandatario. Así la incertidumbre comenzó a atravesar a este conductor.

¿Cómo sobrevivir 15 días sin ir al trabajo?

Cada día manejar el bus rojo por ocho o diez horas consecutivas, e incluso más si es posible, le supone ingresos de 50 a 150 quetzales. Ese es su salario, sin prestaciones. Y el ayudante, que es el que menos gana, puede llevarse a casa de 25 quetzales en adelante, en proporción con la ganancia del conductor.

«Los que tenemos unos centavitos aguardados, debemos ver cómo se estiran» dice. Este piloto no se atrevería a sacar la unidad de transporte porque la Municipalidad de Guatemala ya ha impuesto medio centenar de multas por 500 quetzales cada una. En la lista de sancionados hay buses, camiones, carros y hasta taxis que circulaban con diez personas en un espacio para cinco.

Simone Dalmasso

El martes, dos buses –uno rojo y otro amarillo– que circulaban en la colonia El Milagro, en la zona 6 de Mixco, se detuvieron a la instrucción de la policía, que bajó a todos los pasajeros. Esta es una de las restricciones presidenciales que se ha cumplido. No hay transporte público en la ciudad, no hay transmetros ni transurbanos, ni rutas cortas ni largas. Las terminales de buses de todo el país están vacías y los vehículos guardados.

Taxis, uber, bicicleteros, mototaxis y tuc tuc, tienen permitido el transporte de personas porque no suponen peligro por aglomeración. Y Pedro lo ve con satisfacción. De hecho, aplaude las medidas del gobierno para evitar el contagio del virus.

«Yo tengo hijos y no quisiera que se les pegara».

Pero tiene una objeción: «Él (el Presidente) se hubiera puesto a pensar en nosotros, que no contamos con un sueldo o alguna contratación que nos cubra».

«Con razón nos enfermábamos»

Di, 33 años. Atención al cliente en un call center en inglés

La industria de call center provee empleo directo a más de cuarenta mil personas en Guatemala. Di es una de ellas. Lleva cinco años en este sector y desde hace meses trabaja en Alorica, zona 13, una empresa que ofrece servicio de atención a los clientes de entidades estadounidenses.

Después de la cadena nacional que Giammattei dio el lunes por la noche, pensó que se quedaría en casa. Pero al día siguiente la situación había cambiado: ante la insistencia del sector empresarial, el Presidente suavizó las condiciones. Toda empresa podía funcionar, de repente, si no se encontraba en un centro comercial y si ofrecía transporte y medidas de salubridad a sus trabajadores. Solo necesitaba hacer un trámite.

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De cualquier forma, Di está en casa desde el jueves, no porque ella o su empresa lo decidieran, sino porque el gobierno sancionó el jueves a la empresa por no cumplir con las medidas de sanidad. En Alorica no proporcionaron mascarillas a los trabajadores y debido a que no hay cubículos, los puestos de trabajo están uno cerca del otro. El presidente sugirió que guardaran un metro de distancia entre uno y otro.

«Alorica tiene tres sites más y este que cerraron hoy es el más limpio», explica Di. Aunque este call center fue una de las 6,500 entidades que solicitaron permiso para operar al Ministerio de Economía, las quejas de los empleados al Ministerio de Trabajo obligaron a una inspección. El miércoles se les notificó y el jueves hubo una comitiva de funcionarios de gobierno que convocaron a los medios para que presenciaran el momento en que notificaban la suspensión.

En sus redes sociales, el Gobierno y el Ministerio de Economía mostraron fotos del interior de este centro de llamadas. Estos lugares son sitios secretos, porque los empleados no pueden ingresar con teléfonos, tampoco permiten que entren periodistas. El estado de Calamidad permitió conocer su interior y hubo un hallazgo no esperado: se alojaban ahí varias empresas de comida que vendían los alimentos sin tener tarjeta de sanidad ni licencia sanitaria.

«Ahora entiendo por qué varios nos hemos enfermado del estómago ahí», concluye Di.

Simone Dalmasso

Los centros de llamadas son un foco de infecciones. Conviven tantas personas en un espacio cerrado, con aire artificial, que es usual que una enfermedad pulule en el ambiente y termine por afectar a todos.

«En un año normal uno pasa enfermo dos o tres meses de faringitis o laringitis», relata Di.

Aunque el Ministerio de Trabajo recibió 2,500 llamadas de denuncias del martes al miércoles, solo 113 fueron consideradas como una denuncia formal y en 36 casos se abrió un expediente. Carlos Sandoval, secretario de Comunicación Social de la Presidencia, dijo que los operativos de supervisión continuarán.

Apenas el jueves, dos días después que el presidente anunció las restricciones, varias empresas ya se habían organizado para proveer transporte a sus empleados. Algunos pusieron a disposición un bus que, de todas formas, va lleno y con personas de pie, contó un empleado de otro call center.

La Asociación Guatemalteca de Exportadores de Guatemala (Agexport), a la que están adscritos varios contact center bilingües del país, anunció que hicieron los arreglos para que solo el 30% de sus empleados asistieran a la oficina. A los demás les proporcionaron computadoras o les pidieron que trabajen con una propia desde casa. Quienes no tenían internet en casa, fueron provistos de un módem para conectarse, explicaron varios usuarios de un chat de Facebook dedicado a quienes trabajan en esta industria.

Las ventas no se detienen

Lui, 22 años.Ventas de cable e internet

Lui descubrió que, en medio del caos, hay ganancia. ¿Quién diría que en tiempos de crisis aumentaría la compra de servicios de cable e internet? ¿Quién diría que no?

Desde que se anunció el primer paciente positivo con COVID19 en el país hasta el cierre de esta nota el jueves 19 de marzo, sus ventas aumentaron.

En sus ocho o nueve horas de trabajo, Lui las ha duplicado, algo que en otra época lo haría muy feliz.

Lui trabaja para la distribuidora más grande de servicios de cable e internet en el país, y no tiene que hacer tantas llamadas estos días. Los clientes se comunican directamente para pedir información y los trasladan con los vendedores que amarran el contrato. Del resto se encargan los técnicos de instalación.

¿Qué habría de preocupar a Lui si sus ventas se incrementan? En cuanto a medidas de seguridad, todos los empleados de esta empresa tienen seguro médico. Aunque no les dieron mascarillas, porque les dijeron que están escasas, colocaron botellas de gel antibacterial al final de cada fila de cubículos y sus compañeros, los técnicos que visitan las casas que contrataron los servicios, llevan guantes, mascarilla y gel antibacterial.

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«Me da miedo la situación», dice. Le preocupa que esa buena racha impida que alguno de sus compañeros revele que se siente enfermo o que debe ir al médico.

«Uno dice: "si me siento mal no voy a decir porque pierdo dinero, me suspenden, etcétera". Yo tengo un tío diabético, un abuelo recién operado del corazón, una abuelita con muchos medicamentos, mi mamá que a veces tienen sus cosas. ¿Qué pasa si yo agarro el virus en el trabajo y lo llevo a mi casa?», se cuestiona.

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En los «breaks» (descansos) le dejan revisar su teléfono.

Le llegan muchos mensajes diarios con información de cómo evitar el coronavirus, o qué síntomas debe considerar para ir a un médico. En esos breves lapsos de descanso también se enteró qué pasaba en los call centers en inglés que hay en la ciudad.

En redes sociales leyó que en Conduent, otro famoso centro de llamadas, fueron reportados dos casos. La alerta indicaba que dos personas habían viajado a Europa en días cercanos y no estaban en cuarentena. La policía rodeó el edificio, pero resultó que era falsa alarma. Lui trabaja en un complejo de oficinas en zona 12, en donde conviven varios cientos de personas.

Ahora guarda distancia de sus compañeros. Ya no tiene a nadie a su lado, queda un cubículo vacío entre cada uno, y a otros los han enviado a un área más amplia para evitar que estén todos juntos. Sin embargo, las ventas no se detienen.

«En mi residencial ya hay dos infectados».

Zu, 41. Madre, propietaria de una pequeña empresa.

Zu no quiere salir de casa. Ha guardado cuarentena rigurosa porque a través de un mensaje de Whatsapp se enteró que en su residencial hay dos personas «infectadas».

A su teléfono, al igual que al de cientos de usuarios de esa red social, llegó un archivo en formato PDF con membrete del Ministerio de Salud y con 506 registros. Nombres, direcciones, números de teléfono, datos de viajes de las personas y detalle de si fueron contactadas o seguían sin ser localizadas.

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El Ministerio de Salud pidió disculpas en sus redes sociales, y presentó la denuncia ante el Ministerio Público por la filtración de información que pone en riesgo a las personas y revela detalles confidenciales.

A pesar de estas medidas, el daño ya está hecho.

En mi residencial ya hay dos infectados dice Zu.

¿Cómo se enteró?

Están en los listados.

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En realidad, se trata de personas varias de ellas asintomáticas que guardan cuarentena. De momento, ni siquiera son casos. Solo están en observación. El presidente ha dicho que dos de los que estaban en cuarentena estaban controlados por las autoridades de salud y al sentir molestias, lo dijeron, les hicieron las pruebas y los trasladaron al Hospital de Villa Nueva.

La Policía mantiene vigiladas algunas de estas viviendas para velar por que respeten el encierro. Zu cuestiona que muchas personas no lo hayan hecho, que hayan violado la cuarentena.

Yo veo que en algunos lugares las cosas siguen igual. Es injusto para los que estamos haciendo el esfuerzo de colaborar. Yo tengo un negocio y cerré, pero creo que, si no es parejo, de nada habrá servido y solo habrán afectado la economía sin lograr el fin para el que se dieron tantas restricciones. 

*Los nombres reales se han cambiado a pedido de los entrevistados.
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