En Guatemala han sido los pueblos indígenas quienes constantemente han luchado para conservar los bienes naturales comunes. Muchas de las lideresas y de los líderes indígenas han sido criminalizados y asesinados por tener certeza sobre aquello importante para la vida, y, sobre todo, para la vida colectiva, que no es otra cosa que el cuidado, la protección y la conservación de la naturaleza. Pues de ella depende que en todo el territorio tengamos agua, un buen clima y productos agrícolas que alimentan y mejoran nuestra calidad de vida y, por ende, nuestro futuro y el de las próximas generaciones.
Bernardo Caal Xol, perseguido y criminalizado desde el Ministerio Público, permaneció 7 años en la cárcel por defender el río Cahabón de las malas prácticas de la hidroeléctrica Oxec, quienes han canalizado y desviado su agua, dejando a comunidades aledañas sin acceso a la misma. Siete años de su vida fueron arrebatados por tener el coraje y la valentía de poner su voz y su cuerpo para salvar al río, que vale la pena decir que es fuente vital para la población del lugar. El río, no solo es agua para beber, es trabajo para pescadores y vida para los animales, además de permitir el crecimiento de plantas comestibles y mantener la biodiversidad de ese ecosistema.
La libertad de Bernardo Caal Xol se celebra con la claridad de que su encarcelamiento fue perpetrado por la injusticia de un sistema que está construido para atentar contra la vida. Bernardo es un defensor que jamás debió pasar por esta situación. Encerrarlo fue una violación de sus derechos y una amenaza para todas las personas que se opongan a continuar viviendo las desigualdades y los despojos que estas empresas y sus aliados en las instancias estatales están generando.
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Los daños iniciales son para las comunidades, quienes permanecen afectadas por una nación construida bajo parámetros de racismo y explotación, que ahora se multiplican por la avaricia sinsentido de los dueños de hidroeléctricas, mineras y monocultivos. Sin embargo, quienes solemos leer estas columnas desde la comodidad de nuestras casas, esos daños, en muchas ocasiones, los sentimos lejanos, como si no debieran dolernos y como si no nos afectaran. Absurdo sería pensar que esto es así. Lo poco que nosotros tenemos se lo debemos a las luchas diarias de personas que han decidido organizarse, hablar y enfrentar las injusticias.
Si hoy no existieran quienes protegen los bienes naturales comunes, ni existieran aquellas personas que protegen nuestros derechos, nosotros estaríamos, desde hace mucho tiempo, enfrentándonos a una vida sin acceso a nada. Y si permitimos que, en esta Guatemala, sigan encarcelando y matando a las y los defensoras de la tierra y el territorio, pronto, estaremos pagando los platos rotos de nuestra propia cobardía. Gracias Bernardo Caal por tu valentía. Ojalá un día, más personas podamos ser igual de valientes y unirnos a la tarea de construir una vida digna y un país vivible para todas las personas que en él desenvolvemos nuestro día a día.
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