Las criptomonedas o divisas virtuales ganan popularidad entre buscadores de fortunas fáciles y personas que no quieren o no pueden trabajar dentro de los sistemas monetarios vigentes. Wikipedia puede darle muchas referencias sobre lo que estas nuevas monedas son, su diversidad y las características principales de estos sistemas no regulados por ningún banco central (aunque su real gobernanza no queda clara). La internet está llena de publicidad abierta y encubierta (presentada como entrevistas o notas periodísticas), así que ejercite su buen juicio para distinguir entre publicidad e información analítica.
La mala noticia es que aquí no encontrará la respuesta a sus preguntas, aunque con mucho gusto podemos aportarle algunas que pudieran faltarle. La buena es que hablaremos de algo mucho más sencillo y con mucho menos misterio: el cronoquetzal.
No se trata de una moneda virtual. En realidad, es una moneda muy vieja y que todos hemos utilizado de alguna manera.
Nuestro cronoquetzal proviene del griego chrono-, que significa tiempo. El término tiene una peculiaridad: es un elemento compositivo. Es decir, se siente a sus anchas cuando se lo combina con otras palabras. Tiene una decidida vocación cooperativa. De ahí que se lo encuentre casi siempre complementando a otra palabra. Como ejemplos tenemos cronograma, cronómetro, cronología, cronoescalada, cronopatología y cronobiología. Aquí, crono- juega de prefijo. Pero es tan noble y amante de la colaboración que se ofrece como sufijo. Sus amplias relaciones le han permitido desfilar con palabras como síncrono o sincronía, asíncrono, ácrono o anacronía. Goza mucho de asociarse con adverbios, como en sincrónicamente o cronológicamente.
La segunda parte de la palabra cronoquetzal no necesita mucha explicación. Aquí crono- se une con el nombre de la moneda nacional de Guatemala. Es una belleza que esta nueva moneda tenga una tasa de cambio fija. En su filosofía está valer lo mismo que un cronoeuro, un cronodólar o un cronopeso, por ejemplo. Su tasa de cambio es 1:1.
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Así, tenemos un medio de pago que no necesita billetes ni monedas, pero que ha existido —sin que siquiera nos hayamos dado cuenta— desde siglos antes de que aparecieran la internet y el concepto de virtualidad.
Otra característica hermosa del cronoquetzal es que no permite su acumulación con base en relaciones económicas asimétricas. Digamos que en un sistema basado en el cronoquetzal no hay ricos ni pobres. Todas las personas que utilicen la moneda tienen idénticas posibilidades de ganar o de gastar cronoquetzales. Eso sí: hay que trabajar para ganar y poder gastar.
Por lo anterior, el cronoquetzal pertenece a una especialización moderna (¿o debería llamársele tardía?) de las ciencias económicas. La llaman monedas sociales y también economía alternativa. Por una parte, sus leyes surgen del consenso social, y no de alguna autoridad monetaria. Y por la otra, contribuye a resolver nuestras necesidades —de manera particular pero no exclusiva— durante crisis socioeconómicas. Además, no admite especuladores ni aprovechados.
Ya se ha hablado antes en este espacio sobre uno de los activos más importantes de cualquier comunidad, particularmente de las que existieron aun antes de que surgieran las monedas. Se llama intercambio de servicios en buena fe.
En muchas comunidades actuales, el intercambio de servicios es ampliamente practicado. Hoy va un grupo de amigos, parientes o vecinos a sembrar las tierras de Luis y mañana irán a las de Gabriela. Al final, todos los terrenos están sembrados a tiempo, pues de manera individual podría haberse complicado el asunto. Las tejedoras tradicionales también utilizan ese sistema, pues se especializan en ciertos diseños o trenzados y colaborativamente crean piezas bellas y de buen precio en el mercado.
¿Cómo miden, cobran y pagan sus colaboraciones? Usando tiempo. Horas de colaboración. El intercambio es muy grande y cada quien ofrece destrezas y capacidades que les resultan útiles a otros.
¿Cómo ganar y gastar cronoquetzales? A través de los bancos de tiempo.
Desde agosto de 2020 Guatemala cuenta con el banco de tiempo K’at, que entre sus propósitos tiene el de apoyar a que nazcan muchos bancos de tiempo que usen el intercambio de horas colaborativas para crear una economía alternativa y sustituir el dinero en parte.
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