Un año inolvidable para mí es 2012, porque llevaba algunos años persiguiendo el sueño de comunicarme con la sociedad desde una columna de opinión. Había hecho intentos de encontrar un espacio, pero siempre resultaban negativos.
La ilusión consistía en ser parte de los esfuerzos para cambiar las cosas en este país donde todo cambia para que nada cambie. Estaba y sigo estando seguro de que se necesita un despertar y decidí caracterizarlo como el ejercicio de la ciudadanía. Un ciudadano conoce sus derechos y obligaciones, exige y se exige que sean respetados y busca que otros se sumen para que la tarea sea más fácil. Un buen ciudadano quiere construir una gran Nación.
Así nació Mentalmorfosis, un propósito, un nombre de columna que intentaba ser sugerente. Las cosas no van a cambiar si seguimos siendo las mismas personas. La tarea del cambio es permanente, requiere de introspección, de tenacidad, de voluntad y de optimismo, todo ello escaso e inestable en nuestra sociedad por razones obvias.
[frasepzp1]
Inicié el esfuerzo gracias a la generosidad de la escritora Ana María Rodas, quien sin conocerme me brindó espacio en el Diario de Centroamérica que ella dirigía. Fue un honor estar ahí por unos pocos meses, pues cuando la separaron del cargo por hacer su trabajo demasiado bien (la excelencia asusta) el viaje terminó para muchas personas. Recuerdo que había preparado una serie de tres artículos sobre el tema de los derechos del consumidor (y seguimos esperando que el Congreso cumpla con la ley de la materia y cree la Procuraduría del Consumidor para sustituir a la Diaco, que nació con los días contados en aquella ley). Se publicó el primero y luego me sacaron del aire.
El sueño no se apagó. Se convirtió en algo más grande y tuve la dicha de que Plaza Pública me recibiera con los brazos abiertos. La primera columna Mentalmorfosis salió en agosto de 2012 y trató un tema recurrente: el hambre y la inseguridad alimentaria.
Los años han pasado rápidamente. En 2015 debí interrumpir la columna por algunas semanas para librar una corta batalla dentro de la institución donde trabajaba, pues mis supervisores no estaban de acuerdo con que escribiera en un medio público. La batalla se ganó y pronto estuve de vuelta.
He disfrutado este espacio, he conocido personas muy interesantes y capaces, he hecho algunas amistades y me he sentido parte de un esfuerzo colectivo dentro de la diversidad. Eso lo valoro como joya.
Ahora tengo que abrir una pausa porque enfrentaré algunos nuevos retos que regatearán mis horas disponibles para escribir. También creo que la objetividad y el espíritu crítico no deben ser comprometidos y no me sentiría honesto si lo permitiera.
Así que tomo una pausa indefinida. Espero volver con más experiencias y reflexiones para compartir. Sin duda traeré ánimos renovados. La cuenta de columnas publicadas a la fecha en esta plaza es de 238.
Agradezco a la dirección y al equipo de Plaza Pública por su apoyo de siempre. No se vayan, y si se van, no cambien. Sigan haciendo el destacado trabajo que tiene al medio con altos índices de credibilidad ciudadana y calidad periodística. A mis colegas columnistas les deseo lo mejor. Sabemos los avatares del trabajo: días en que el pozo parece no tener agua, momentos de autocuestionamiento sobre la validez del esfuerzo de ser la gota que golpea la roca o, de vez en cuando, algún troll con Comprensión de lectura o Buena fe como materias retrasadas permanentes. Todo eso se olvida con algún comentario de ánimo, con una palmadita virtual en la espalda o con alguna compartición de la columna del día. Cuídense y anímense entre ustedes.
Como dicen la marea alta, las agruras, las canas arrancadas, la primavera y la luna llena: volveré.
Más de este autor