Te decían que eras un davidcito con las fuerzas para derrotar a gigantes inmaculados, que solo tú podías con el rey de las miserias. Emprendedores del subdesarrollo, tu propio jefe en el castillo de naipes que se te cae a soplos de leyes del mercado. Camina hacia la luz de la riqueza derramada de los de arriba, aunque venga mezclada con heces fecales de ríos contaminados de la desidia y el expolio.
Los teléfonos inteligentes te aislaron de tu entorno, mirando a tiktokeras que bailaban la danza de la lluvia ácida, de bebidas energizantes, de saturnos retrógrados en acuario, de la inevitable fuerza de los astros que solo tú, tu carta astral y una actitud positiva pueden vencer. Armados con piedras de la buena vibra que lanzas en contra de las cuentas que se acumulan, de las visacuotas salvadoras en forma de televisión «inteligente», super HD, para que puedas ver otros mundos que nunca fueron, nunca serán.
Te convencieron que estás solo, que el vecino no existe, que la palabra ciudadano es una cacofonía destructiva inventada por socialistas que te conocen y te odian, que la comunidad no existe, solo son utopías marginales construidas con restos del muro de Berlín y te lo crees. Te lo mereces piensas, y lo compras. Ser un soldado liberal, un guerrero del consumo y la vida plena tiene sus pequeñas recompensas.
Apelas a que uno a uno puedan donar para tu enfermedad, para la sangre transfundida, para el viaje del campeonato de tus hijos, para la bomba de agua de la colonia, para llegar al millón de amigos del hermano Pedro, para el sorteo del carro con que compran insumos de tu insuficiencia renal.
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Tu opinión sobre el inexistente cambio climáticos es tan importante y definitiva como el académico que lleva toda la vida estudiando los flujos de los anticiclones en las corrientes atlánticas. La verdad te fue revelada un día en el que pasabas rápidamente el Facebook y entre la felicitación de la graduación del hijo del primo de tu compañero de pupitre de quinto primaria y el resumen de la bienvenida del nuevo jugador del Real Madrid, te encontraste con ese vídeo de 170 segundos y entendiste todo. La confabulación de los señores de los anillos de oro y plata, la maldita ONU, las farmacéuticas, la tasa de natalidad, los fetos disecados en laboratorios escondidos en las montañas nórdicas y lo sabes porque eres el más listo, el más capaz, un ser diseñado para ser feliz, a ti no te la hacen, no te verán la cara.
Uno más uno, es uno más uno, nunca dos, porque eres único y perteneces a un clan de seres únicos. La matemática del desarrollo del segundo milenio tiene sus cosas raras. Pero ya aprendiste a contar y es más fácil. Una más uno, más uno, más uno, más uno, es uno eres tú, nunca el otro. El otro desapareció, es tu competencia, el que pelea por los pocos recursos que quedan, el que se quiere quedar con la parte del pastel que te corresponde, esto es una guerra y solo los llamados ganarán, tú eres Abel asesinando a Caín. Así que pilas y no pierdas la sonrisa.
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