El Insivumeh y el desafío de acertar pronósticos con pocas y obsoletas estaciones climáticas
El Insivumeh y el desafío de acertar pronósticos con pocas y obsoletas estaciones climáticas
Sembrar, muchas veces, es una apuesta. Si no se tiene información suficiente las cosechas se verán afectadas por las lluvias o las sequías. Para eso y otras cosas, se supone, está el Insivumeh, pero los desafíos que enfrenta son muchos: trasladar la información a los agricultores en forma comprensible o en idiomas mayas, instalar las estaciones meteorológicas con criterios más científicos que políticos son solo algunos de ellos.
Los pronósticos climáticos son una herramienta que se desaprovecha entre los pequeños agricultores porque la información llega en un boletín cargado con tecnicismos y que se atribuye a un gurú con credibilidad reservada. «¿Sabe cómo le decían por aquí en Zacapa al Insivumeh? Mensivume», porque casi nunca le atinaba con los pronósticos, bromea Rigoberto Ventura.
Sin embargo, esa situación ha cambiado en los dos últimos años porque «las profecías del Insivumeh son más acertadas» y por el trabajo en equipo de las Mesas Técnicas Agroclimáticas (MTA), dice Rigoberto, el agrónomo que participa en una de las mesas como capacitador del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (Maga).
Los pobladores del área rural necesitan saber cuándo y cuánto va a llover, así como la situación del río de donde extraen agua o que está cerca de sus plantaciones. También sobre el ingreso de los frentes fríos o si será un año de La Niña y lloverá en abundancia o de El Niño con propensión a sequías, entre otros. El Insivumeh lanza sus pronósticos diarios, semanales, mensuales y estacionales, pero no todos los agricultores los conocen o los pueden descifrar.
Las previsiones del Insivumeh se elaboran a partir de una red de 235 estaciones meteorológicas y 61 hidrológicas, una cantidad por debajo de los estándares internacionales y con una cobertura que responde más a criterios políticos que científicos. En algunos casos, los datos todavía se capturan de forma manual. Pese al vacío las MTA muestran el valor de tender puentes entre los científicos y los agricultores, de acuerdo con expertos en el área.
Las MTA se conformaron hace dos años para integrar a actores del sector agropecuario, especialmente pequeños y de subsistencia, para informarles sobre el clima de su región, cómo puede afectar a sus cultivos y qué pueden hacer para reducir los impactos negativos.
Los científicos del Insivumeh son los gurús en las MTA y el primer círculo lo integran los delegados del ministerio de Agricultura, de las universidades, organizaciones o asociaciones de productores. También hay integrantes del sector privado como Anacafé y organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos.
El Insivumeh presenta ante ese primer círculo un boletín agroclimático con pronósticos regionales sobre lluvias, frentes fríos y temperaturas; y boletines especiales como el de la canícula y del Índice de Estrés Agrícola -ASI-, que muestran las áreas afectadas por sequía, dice Mariano Cap jefe del Departamento de Investigación y Servicios Meteorológicos.
Los boletines están en la página web del Insivumeh, aunque ocasionalmente está fuera de servicio, y a pesar de que se divulgan en las redes sociales, no todo el público los aprovecha por falta de internet o porque la redacción es muy técnica. Se trata de documentos que le resultan útiles principalmente al primer círculo en las MTA, que se convierten en los intérpretes para los pequeños agricultores.
Los extensionistas del MAGA, agrónomos y productores, analizan esos boletines y los adaptan a las condiciones y cultivos para cada departamento. Además, en cada MTA se busca la forma de hacer el boletín más cercano para los pequeños productores de alimentos, criadores de animales domésticos o ganado.
Por ejemplo, la MTA de Quetzaltenango traduce los boletines a los idiomas mam y kiché. En Zacapa lo resumieron a cuatro páginas de las ocho originales y lo comparten en un grupo de WhatsApp que tiene a 150 participantes. «Los adaptamos al léxico del campo, a lenguaje de pueblo», dice Rigoberto. Según el Maga en Zacapa hay unos 22 mil agricultores que siembran en laderas y dependen de las lluvias para el riego de sus cultivos.
Las mesas son una iniciativa del consorcio de organizaciones para asegurar la seguridad alimentaria en América Latina, Consultative Group for International Agricultural Research (CGIAR por sus siglas en inglés) y el programa Climate Change, Agriculture and Food Security (CCAFS, por sus siglas en inglés). En Guatemala hay 19 mesas que agrupan a actores de todos los departamentos.
Ventura dice que este año el 90 por ciento de los agricultores del municipio de San Diego, en Zacapa, que se conoce como “El Granero de Oriente”, apostó por confiar en el pronóstico del Insivumeh. «Se les dio las fechas en que podían sembrar maíz y frijol, para aprovechar mejor la lluvia y ahí van, no han tenido problema», asegura.
Así, el boletín orienta a los agricultores de Zacapa a cómo tratar sus cultivos de melón, café, mangos y sobre el cuidado de sus animales, según la temporada.
El seguimiento a los pronósticos que se da en las MTA es una forma de alerta temprana para la producción agropecuaria, expone Raúl Maas, investigador académico del Departamento de ciencias ambientales del Instituto de Investigación en Ciencias Naturales y Tecnología (IARNA) de la Universidad Rafael Landívar. ¿Por qué funciona en Zacapa? «Por la cohesión y articulación entre los diferentes actores como los gobiernos locales, y el acompañamiento del Insivumeh y del Maga», explica. El siguiente peldaño es hacer boletines municipales para Zacapa.
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La adaptación de los boletines se difunde en programas de radios locales, en reuniones comunitarias y que convocan asociaciones de campesinos, entre otros espacios, «con léxico de campo, de pueblo», reitera Ventura. Más adelante quieren hacer vídeos. «¿Ya se ve en TikTok? se le pregunta a Maas «no, eso que lo haga un experto», dice y suelta la carcajada.
Mientras encuentran al influencer del agro en Zacapa, la demanda de información no se detiene y en esa dinámica, al Insivumeh le toca captar y generar información, apunta Cap.
Necesidad y capacidad
¿Qué datos climáticos se necesitan para el manejo de los cultivos? «Por ejemplo, para el riego, se necesitan datos de la lluvia y temperatura de cada parcela o de cada finca», explica Axel Guerra, director general del Instituto Privado de Investigación sobre Cambio Climático (ICC).
Los azucareros tienen a su servicio un software que diseñó el Centro de Investigación de la Caña (Cengicaña) que se alimenta con información de varias estaciones y calcula la cantidad y frecuencia de riego necesaria, cuánto llovió, cuánto se espera que llueva según la temperatura. También datos del suelo, porque si es más arenoso, el agua corre más rápido.
En contraste, la mayoría de agricultores en Guatemala cultiva sin acceso a información y está a merced de la lluvia, lo que se conoce como agricultura de secano. «Para ellos los pronósticos tienen mucho mayor valor, para saber cuándo siembran, cómo será la canícula», precisa Guerra.
Dar un pronóstico es una apuesta constante por la credibilidad, reflexiona el investigador Maas. «Para hacer buenos pronósticos lo que necesitamos es tener una información muy precisa de lo que está sucediendo ahora y jugar con una variable clave: el tiempo, para encontrar meses, semanas, años, que han sido muy parecidos y decir 'esto puede pasar'». El experto enfatiza: «puede pasar».
El Insivumeh ha afrontado años de desfinanciamiento y por la topografía del país -hay estudios que indican que hay más de 300 microclimas- y su posición geográfica se necesitaría tener muchas estaciones, reflexiona Alex Guerra.
Con base en los criterios de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) sobre la cantidad y ubicación que deben tener las estaciones hidrometeorológicas se estima que la red hidrológica debería contar por lo menos con 125 estaciones y la meteorológica con 300 estaciones, de acuerdo con un estudio del ICC. También es importante cómo se almacenan datos y cómo se pueden aprovechar.
El Insivumeh registra datos con 61 estaciones hidrológicas y 235 estaciones meteorológicas automáticas, de un lote de 340 que se compraron durante una administración marcada por la corrupción. También compró diez estaciones hidrológicas automáticas pero ninguna ha sido instalada.
En 2018 se planteó la iniciativa para el Sistema de Almacenamiento de Datos Meteorológicos, Climáticos e Hidrológicos Interinstitucional (MCH) para recopilar datos que producen las estaciones privadas y crear una base digital con datos abiertos. Sin embargo, el Insivumeh no detalla los avances de ese esfuerzo.
Sobre la situación de los ríos y el agua, el Insivumeh tiene alguna información, pero no de todos los ríos. «Es imposible tener de todos» dice Juan Fernando Valladares, del laboratorio de Hidroquímica. A partir del análisis en los 61 puntos de monitoreo con los que cuenta la institución, se puede tener idea de la calidad del agua, si está o no contaminada o si es alcalina o ácida; con esos datos el agricultor puede saber si necesita usar cal en el terreno o cómo debe tratarla para aprovecharla en el riego.
Muchos agricultores eligen sembrar en las cercanías de los ríos, por la humedad en esos terrenos. El Insivumeh monitorea el nivel de 61 ríos, a partir de escalas hidrométricas, unas estructuras de concreto o de hierro instaladas en un punto del río o en las bases de algunos puentes, de forma arbitraria, explica la hidróloga Giovanna Pérez. Cada día, el monitor asignado revisa la regleta en horarios puntuales y manda el dato por teléfono hasta la central. Con estos datos se pueden anticipar crecidas pero el aviso le corresponde a la Conred.
La estimación del caudal de un río es un proceso más exhaustivo para conocer la oferta de agua por cuenca. El país tiene tantos ríos que es imposible medirlos todos, apunta Pérez. En un año, a lo más que se ha llegado es a hacer cuatro mediciones de caudal porque solo hay dos personas para visitar las estaciones a lo largo del año y hacer los estudios, detalla Pérez.
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En 2020 el Insivumeh compró diez estaciones hidrológicas automáticas por Q1 millón 159,781.74 a la sociedad anónima Laboratorio de Comunicaciones. De esas diez estaciones hidrométricas, seis son de radar y se colocan sobre el río para medir su nivel en tiempo real y las otras cuatro están diseñadas para reportar la presión de la corriente, pero ninguna ha sido instalada. A dos años de la compra, faltan las estructuras para sostener los sensores, los paneles solares que les suministran energía y las conexiones a internet.
La sombra de la corrupción
En agosto de 2020, el Insivumeh compró 340 estaciones meteorológicas automáticas con sensores para temperatura del aire, humedad relativa, precipitación, velocidad y dirección del viento por Q8 millones 985 mil. De ese lote, se instalaron 235 sin que el Insivumeh explique la situación de las otras 105 que ingresaron en su almacén en noviembre de ese año.
En la planificación de la compra no se priorizaron los criterios científicos sino los políticos, de acuerdo con la investigación a cargo de la Fiscalía Contra la Corrupción. Yeison Broderson Samayoa, exdirector del Insivumeh y otras 27 personas entre funcionarios y comerciantes son señalados por fraude, lavado de dinero y asociación ilícita.
La compra de equipos por Q28 millones se adjudicó a Outsourcing total, una empresa vinculada con el diputado del partido Prosperidad Ciudadana, Jorge García Silva, con antejuicio en trámite.
El criterio político se evidencia en la cantidad de estaciones, una para cada municipio, “un obsequio” para cada alcalde equivalente a una oportunidad para una foto y promocionar la «obra». Así se hizo en el municipio de San Marcos, donde la instalación del equipo para monitorear las condiciones del ambiente desde la terraza de la municipalidad se atribuyó a «las gestiones realizadas por el Alcalde».
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En las fotografías que acompañan la publicación en Facebook se observa que la estación se colocó en la terraza del edificio municipal. A criterio de Mariano Cap y del director del ICCC no es la ubicación ideal para una estación, sino una parcela a nivel del suelo para captar variables del entorno natural. «Hay grandes vacíos de información en la Franja Transversal del Norte y en Petén que tienen menos estaciones; deben estar donde aporte datos representativos. Yo no puedo decir la temperatura de un municipio basada en la terraza de la municipalidad», explica Guerra. El tema es qué datos se quieren obtener respecto de qué territorio.
Quejá fue una de las aldeas en el municipio de San Cristóbal Verapaz, Alta Verapaz, afectada por las tormentas Eta e Iota, en noviembre de 2020. En el municipio no había una sola estación climática cuando ocurrió la tragedia. Aunque en agosto el Insivumeh compró una estación para cada municipio, no las pagó ni recibió sino hasta noviembre. De las dos estaciones que el Insivumeh tenía para todo el departamento de Alta Verapaz solo una estaba en funcionamiento, según lo ha reportado Plaza Pública.
El Insivumeh no compartió el inventario actual de las estaciones, cuántas están en funciones ni los programas de mantenimiento.
En cuanto a la calidad de las estaciones, Guerra dice que están «bien» pero no son de las más robustas en el mercado. «Hace años tuvimos de esas y eran un dolor de cabeza, se caían… y había que ir a reiniciarlas… no son funcionales para lugares recónditos ni durables», añade.
No es tarea sencilla encontrar sitios idóneos para las estaciones. Se necesita de alguien cercano con algún grado de responsabilidad sobre el equipo, por vandalismo o robo, cuenta Guerra. También debe haber disponibilidad de conexión a internet para que se puedan mandar los datos en tiempo real.
Un propósito y recursos
¿Es posible tener estudios puntuales para un cultivo en determinada zona? ¿Se puede saber si un río puede inundar un poblado? La respuesta es sí para ambos casos, pero se necesitan estudios puntuales. En el caso de los ríos, que permitan conocer la saturación del suelo y su capacidad de absorción, frente a la cantidad e intensidad de lluvia y estimar el caudal y qué ruta va a tomar, explica la hidróloga Giovanna Pérez. Valladares agrega que se necesitaría de muchísima información para tener idea de qué impactos se pueden esperar en determinado lugar en cuanto a ríos se refiere. Al igual que en el monitoreo del clima, hay desafíos. Y coinciden con Cap en la necesidad de objetivos, planes y estrategias para tener estudios puntuales que sirvan para atender poblaciones y problemas específicos. «Lo que se necesita es una dirección desde el gobierno central y recursos financieros y profesionales», aseguran.
El principal rol del Insivumeh es asesorar a las instituciones del gobierno, como la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) y eso es ya un «montón de trabajo», relata Cap.
Con la captura y procesamiento penal del informático y administrador de negocios, Yeison Samayoa, así como el resto de funcionarios señalados hubo un relevo en varias direcciones del Insivumeh para devolverle su fortaleza técnica y esperan hacer algunos cambios en el corto plazo, como una reconfiguración de criterio de las zonas climáticas.
Mientras los cambios llegan, Cap apuesta a que no pasa un solo día sin que alguien llame al Insivumeh para saber si en cierto día hará buen clima para organizar alguna boda o el cumpleaños de la abuela.
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