El Ojo Abd o Esto es Guatemala (parte 2)
El Ojo Abd o Esto es Guatemala (parte 2)
Ha fotografiado los recientes conflictos armados en Afganistán, Libia y Siria, pero vive en Guatemala desde hace nueve años. Ahora que Rodrigo Abd está a punto de dejar el país en busca de nuevas experiencias, que sirva el registro de esta conversación sobre la vida y la muerte, el bien, el mal y un albañil que bailaba con momias, como testimonio de su vida aquí. Esta es la segunda de dos partes.
El bien y el mal: un cuestionario.
Un paisano de Rodrigo Abd, Borges, en un prólogo a Casa tomada, de Cortázar (otro paisano), escribió: fuera de la ética, entiendo que las opiniones de un hombre suelen ser superficiales y efímeras. En este punto de la noche y conociendo las imágenes que el ojo de Rodrigo Abd ha registrado, en especial aquella de la cabeza cortada de un pandillero que terminó al lado de un pupitre, era imposible no ahondar en los dilemas éticos a los que se enfrenta un tipo dedicado a contarnos la pobreza, la marginalidad, el sufrimiento, la violencia o, en palabras del moribundo Kurtz: el horror, el horror.
– ¿Tomás partido ante una realidad dolorosa? ¿Es posible no hacerlo?
–Tomás conciencia más que partido. Tomás conciencia de que muchas veces lo que uno cree que es importante es una tontería al lado de lo que realmente le pasa a miles. Y entendés más. Y sobre todo a partir de entenderlo podés vivirlo. Para mí eso de entender las situaciones en carne propia me parece fundamental. Yo no soy un militante. Yo eso de levantar una bandera, no. Me cuesta un poco. ¿Y por qué? Porque es difícil después de haber visto tanta mierda. Siento que es más importante entender esas vidas, esas causas, esas luchas.
–No me refiero tanto a la militancia por una causa u otra, sino a algo más íntimo, algo que debe ocurrir después de haber visto, por ejemplo, a un niño que muere de hambre y vos te preguntás: ¿quién es el responsable de esto? Y después: ¿yo estoy del lado de la víctima o del lado de nadie?
–Pues claro, finalmente te involucrás. Mirá, el solo hecho, que es lo que a mí me motiva, de querer levantarte a las cuatro de la mañana para hacer la mejor foto que pueda ilustrar qué es lo que está pasando y dejar la vida en ello, pero no la vida física, sino años de constancia en tratar de contar bien esas realidades, es ya una forma de tomar partido. Lo es también el hecho de decidir meterte en los túneles del subte o en la mina de Guatemala o en los pueblos tomados por los rebeldes en Haití que están peleando por determinada causa. Porque vos podrías decir, bueno, yo me quedo en el hotel, hago cuatro o cinco fotos en la noche y me voy a la piscina. El hecho de que vos te comprometás con tu trabajo, tiene que ver con sentir que es importante contar las vidas y las causas de gente que está sufriendo. Yo no sé si eso es militancia, compromiso, tomar partido, tomar una postura política, no sé. Creo que finalmente es una acción y esa acción es, como decimos nosotros, romperte el culo trabajando.
–Susan Sontag, en su ensayo de 1973, Sobre la fotografía, afirma que las fotografías son una gramática y, sobre todo, una ética de la visión. ¿Cómo funciona la ética en el ejercicio de fotografiar realidades? ¿Has tenido en tu trabajo dilemas éticos? En otras palabras: ¿te ha tocado a vos vivir el drama del buitre y el niño?
–No, nunca viví una cosa tan dura como la que le tocó a Carter. Pero sí me he puesto a repensar lo que hago. Por ejemplo, las momias. Por ejemplo, escenas de crimen. ¿Está bien mostrar al muerto o no mostrarlo? ¿Está bien mostrar a la familia que llora sin haberle pedido permiso? ¿Se le pide permiso después? ¿Invadís un espacio de dolor gratuitamente?¿Para qué? ¿Vale la pena hacerlo? ¿Es más importante mostrar al muerto con dureza o con sutileza? Eso me pasa todo el tiempo.
– ¿Has llegado a una conclusión al respecto?
–Cada situación es distinta. Lo que sí uno aprende es que lo que nosotros hacemos no debería afectar a los que están más jodidos. A los que ya están jodidos no hay que joderlos más. . Pero todo el tiempo hay dilemas éticos: ¿por qué es más fácil para nosotros fotografiar a los más vulnerables y no a los ricos? ¿Por qué sí tomamos fotos de una madre pobre llorando por su hijo muerto y no vamos al funeral de un empresario? Yo me pregunto eso todo el tiempo y no sé si llegue a una conclusión, lo que sí creo que es importante es tratar de hacer eso sin joder a la gente y con el mayor respeto posible. Y tratar de explicarle a la gente lo que nosotros hacemos para que ellos entiendan que también es importante hacerlo. Pero, por ejemplo, a mí me pasó, con el tema del cementerio en Guatemala, la historia que a vos te gusta mucho, yo fui, hice las fotos y un día me llama el director del cementerio y me dice, mire, vino la familia de la señora con el huipil, indignada, porque había salido en Nuestro Diario la foto de su madre, exhumada en medio de los escombros. Yo las mandé a la agencia y Nuestro Diario las compró.
–Sufrir es una cosa; otra es convivir con las imágenes fotográficas del sufrimiento, que no necesariamente fortifican la conciencia ni la capacidad de compasión, dice Sontag. ¿Dónde acaba el periodismo serio para que comience el amarillismo? Usemos de ejemplo, si querés, esa foto crepuscular que hiciste de una cabeza en mitad de un triángulo de luz con un pupitre al lado.
–Además de ser un horror, yo sentía que estaba frente a una foto muy importante. Al contrario de mucha gente que prefiere dar la espalda y no ver, yo sentí que era muy importante contar lo que estaba viendo, mostrarlo. A míme parece que maquillar tanto la realidad tampoco sensibiliza. Y te voy a poner un ejemplo, no quiero hablar mal de Nuestro Diario porque Nuestro Diario me ha ayudado a entender mucho el periodismo y yo he trabajado con ellos un montón. Pero eso es insensibilizar, lo que hace Nuestro Diario. ¿Vos hiciste un análisis de Nuestro Diario alguna vez? Los muertos no se ven. A contrapelo de lo que todo el mundo piensa, lo que menos hay son muertos.
Lorena: Siempre es el familiar llorando, eso es lo que ves en Nuestro Diario.
Rodrigo:Sí, pero sobre todo ni el texto ni las fotos te cuentan nada, ni con crudeza ni con inteligencia, y eso no sensibiliza. Al contrario, eso te dice quelo que tenés que hacer es habituarte. ¿Viste los titulares?: POR UN CELULAR. ERA CARTONERO. Y no te cuenta nada. Y para mí mostrarte esta foto (la foto de la cabeza) con todo lo duro que es, era contarte que es una cárcel de menores, que hay un pupitre.
–Pero, de nuevo, si quitamos el pie,¿qué nos queda?: un pupitre y una cabeza. Hago un esfuerzo y asocio ambos elementos: el pupitre como símbolo de la educación, de la civilización, y la cabeza cortada de la barbarie. Pero basta con que me mueva, cambie el ángulo y sólo muestre la cabeza, para obtener una foto completamente distinta ¿En ese detalle radica la diferencia entre el amarillismo y el fotoperiodismo serio, responsable?
– ¡Claro! Es más, si en esa foto no está el pupitre para mí no tiene valor. Para mí la foto tiene valor porque es una cárcel de menores en donde junto a la cabeza hay un pupitre. Eso es lo que a míme interesa y lo que debería de contar alguien en una nota. Y eso es lo que Nuestro Diario no cuenta. Esto no es morbo, esto es contar con crudeza algo que es crudo. ¿Por qué vas a contar con la sutileza de un dibujito que hubo cuatro decapitados en una cárcel de menores?
¿Si dirigieras un medio pondrías esta foto en el front page?
Sí, no sé si en el front page pero la pongo. La publico. Y después hay otra discusión que yo no tengo resuelta: ¿qué pasa con la madre cuando ve eso? Eso no lo resolví porque ante el dolor de la madre al ver a su hijo decapitado yo no puedo dar respuestas. ¿Cómo le explico a la mamá todo lo que nosotros estamos hablando? Eso no lo tengo resuelto. Y volvemos al caso de la madre indígena en el cementerio, eso yo no lo tengo resuelto, me crea mucho conflicto, yo no quiero joder al hijo de esa mamá, yo no quiero joder a la mamá de ese pandillero, pero al mismo tiempo creo que es importante contarlo.
Si vos tuvieras una garantía de que la madre del dueño de esta cabeza verála foto, ¿la publicarías igual?
Sí. Tal vez por esa estupidez de pensar que hay pilares del periodismo que hay que sostener ante dilemas personales como el dolor de la mamá, sobre todo cuando uno quiere contar una situación política mucho más abarcadora. Pero, ¡puta!, a mí cuando me dicen del dolor de la mamá viendo a su hijo decapitado, todo el castillito ese que uno pueda armar con certezas se me cae un poco, ¿no?
–Y bueno, al final, ¿cuál es la historia de esa foto?
–En realidad, ponen el pupitre porque un periodista pateó la cabeza, todo estaba a oscuras y no se dio cuenta. Entonces vino un bombero y como no tenía ni cinta para aislar el área puso un pupitre para que la gente viera que era una cabeza y no la pateara en medio de la oscuridad.
– ¿Y la de El Soldado abrazando a su hijo Castulo (un pandillero abrazando a su hijo con una pistola en la mano)?
–El Soldado era el jefe de la clica los coronados de Villanueva, un tipo bastante poderoso, muy respetado, salvatrucha. Una de las primeras cosas que hice al llegar a Guate fue buscar a las maras. Veía que no había un verdadero encuentro con ellas. Había informes. Me invitaron a pasar la navidad con ellos, en sus barrios, me presentaron a sus novias, a sus hijos, a sus mamás. Y gracias a que al Soldado le gustaba que yo estuviera allí haciendo fotos con ellos, es que pude moverme con facilidad. Él siempre estaba jodiendo con la pistola. Siempre estaba limpiando las armas. Y por ahí estaba el hijo. Me parecía que la foto del arma y del hijo era bien cotidiana. El tipo no dejaba de ser un asesino, pero había una cotidianidad en su vida, familias, reuniones, cumpleaños y cuando hubo alguna posibilidad de reinserción, le dieron en la nuca.Yo me fui después de que asumiera Berger, me fui a Haití, y cuando volví me enteré de que lo habían matado.El Soldado era a veces utilizado por el crimen organizado. Ahora es muy común, pero en ese momento el sicariato sólo lo practicaban los gruesos, gruesos, y es muy interesante lo que pasó con esa clica, como pasó con muchas otras durante el gobierno de Berger: en la época de Portillo este barrio de Villanueva había ido a la AID, con el embajador de EEUU y el ministro de gobernación, como para armar un plan de pacificación. Asumió Berger y a los veinte días mataron al Soldado y a varios de la clica. Nadie decía nada. Ningún periodista, ningún medio. Y era muy obvio. Todos los días aparecían tres pibes atados de pies y manos con una cartita.
–Hacé de cuenta que pertenezco a la derecha más recalcitrante y te digo, usando de nuevo la foto de la cabeza: “viste, a estos mareros se les trata de dar educación en la cárcel, los está queriendo educar, rehabilitar, reformar el Estado con dinero de mis impuestos y ellos en respuesta se dedican a decapitarse unos a otros”. Y ahora te leo lo que dice Sontag al respecto en Sobre el sufrimiento de los otros: Durante los combates entre serbios y croatas al comienzo de las recientes guerras balcánicas, las mismas fotografías de niños muertos en el bombardeo de un poblado pasaron de mano en mano tanto en las reuniones propagandísticas serbias como en las croatas. Altérese el pie y la muerte de los niños puede usarse una y otra vez. ¿Te preocupan “los usos ideológicos” que se le pueden dar a tus fotos?
–Sí, me preocupa y aparte más me preocupa trabajando para AP. Porque en AP el riesgo es doble, si uno como fotoperiodista no tiene cien por ciento el control, menos lo tenés trabajando para AP, porque AP distribuye las imágenes al diario de derecha más recalcitrante y al diario de izquierda más recalcitrante y al diario de centro más recalcitrante y a revistas inusitadas que yo ni sabía que existían, y todos tienen el servicio de AP y en todos esos mediostrabaja gente que interpreta la realidad de una manera diametralmente opuesta. Y ahí están tus fotos. Con un caption, sí, pero ese pie puede ser usado para un lado y para el otro y el que compra la foto, el reportero X, sin cambiar el pie, puede venir y escribir alrededor: cómo puede ser que los impuestos nuestros sirvan para comprar pupitres que después terminan al lado de las cabezas… Mis fotos de Afganistán de los soldados gringos, eran muy publicadas en el diario de prensa del ejército estadounidense, que se llama Stars and stripes, se publicaban en la tapa todos los días, y mi intención con esas fotos era quitarles heroísmo a los soldados, contar que eran adolescentes, que eran patojos que los metían en un desierto completamente ajeno a ellos, que eran ellos mismos también víctimas de toda esa mierda que es la guerra. Yo intentaba contar eso y sin embargo las fotos eran tapa de Stars and stripes.
–Las fotografías de una atrocidad pueden producir reacciones opuestas. Una llamada a la paz. Un grito de venganza. O simplemente la confundida conciencia, repostada sin pausa de información fotográfica, de que suceden cosas terribles. ¿Esperás vos que ocurra algo con tus fotografías? ¿Qué?
–Nosotros siempre hacemos esto con la idea de que queremos contar una historia. En el caso de las historias que yo elegí contar, se trataba de historias subterráneas, historias que no se cuentan en profundidad, historias que me encontré de casualidad y que yo creí que eran importantes. Ahora, la idea de cambiar las cosas, de cambiar el mundo, el rumbo de la guerra a través de imágenes, ya se perdió y los ejemplos que tuvimos en los últimos cuarenta años nos hicieron darnos cuenta de que ninguna imagen es capaz de cambiar el rumbo de la historia.
–Pero ¿existe una suerte de correlación entre la intensidad de tu trabajo y las expectativas que podás hacerte sobre el destino de ese mismo trabajo?
–Finalmente creo que hay búsquedas muy personales detrás de lo que se quiere contar. Y yo en mi corta carrera he visto muchos corresponsales de guerra que en realidad están en búsquedas completamente personales.
– ¿Un pulitzer?
–No, personales. Ni siquiera profesionales, personales. Es un modo de vida, acostumbrarte a esto es un modo de vida. Y yo creo que ellos ni se plantean esto. Y yo tampoco me planteo cambiar el eje de las cosas. Mi esfuerzo y los riesgos que corro no tienen que ver proporcionalmente con el resultado que va a tener mi trabajo. Yo espero contribuiren historias que para mí son trascendentes, y espero que para mucha gente que las vea sean trascendentes: miren, esto pasa acá, esto pasa a diez cuadras de mi casa. Y esto pasa en Siria, esto pasa en Libia, y no pasa en Siria o en Libia dependiendo de cómo CNN te lo muestra, sino dependiendo de cómo yo lo veo. Ahora ¿que eso va a cambiar el rumbo?No, no. Esa es una batalla perdida hace muchos años. Y si alguien dice que lo hace por eso es un hipócrita. Uno cuenta que los gringos tiraban Napalm y que una niña corría sobre el asfalto mientras los soldados gringos caminaban muy panchos detrás de ella, y si eso despierta conciencia en mucha gente y un interés por querer entender un tema en millones de personas, perfecto. Y creo que para eso sirve AP. Para que masivamente alguien vea qué es lo que ocurre en un cementerio en Guatemala. Para que alguien vea que todavía en Guatemala hay fosas comunes abriéndose en todos los pueblos. Que todo el mundo vea que en Guatemala cualquiera se muere y las seños del mercado siguen vendiendo zanahorias al lado del muerto porque es normal. Si eso, que yo creo que es importante contarlo, despierta un tipo de conciencia bueno, bienvenido. Si yo cuento que los rebeldes sirios no son tan fuertes como todo el mundo cree sino que son panaderos que un día, de buenas a primeras, agarraron un kalashnikov para parar un tanque, bueno, ese es mi trabajo. Peroimagináte la frustración de alguien que está pensando que con su trabajo va a cambiar una realidad. Ahora, ¿está mal contarlo porque a pesar de eso la realidad no cambia? No, está bien hacerlo. Lo que hacemos está bien. No es perfecto, hay un montón de cabrones, hay un juego muy sucio en esto y nosotros también podemos jugar sucio. Pero está bien. Yo tampoco tengo tantas certezas.
El albañil que bailó con una momia
Es tarde. Sobre la mesa hay restos de empanadas y dos botellas de vino vacías. Llevamos hablando más de cinco horas. Hemos entrado ya al árido territorio en donde las conversaciones se extinguen, en donde la realidad comienza peligrosamente a parecerse al sueño.El Ojo amenaza con cerrarse en cualquier momento y a mí me quedan muchas preguntas.
– ¿Cómo manejás vos las cuestiones orgánicas, viscerales de tu trabajo: acercarte por primera vez a una cabeza cortada, por ejemplo?
–No tenés la misma impresión que la primera vez. El cuerpo está más curtido. Ya sabés cómo es el olor de la sangre y el olor a sesos, el olor cuando abren un cuerpo. No es que no lo sufrís, pero no tenés ya la misma emoción. La primera vez te quedás mareado.
– ¿Te ha jodido a vos un trabajo? ¿Te cuesta dormir?
–Sí. Más cuando recién empecé. Antes de llegar a Guate nunca había visto un muerto, no conocía el olor de la sangre. Siempre me he preguntado de qué forma me va a afectar. Y nunca he podido responder. Sí me afecta, pero me cuesta expresar los sentimientos de lo que me pasa detrás de las anécdotas. Prácticamente no sé bien en qué me afecta. Pero son cosas que uno va cargando en la mochila. Muchas imágenes que no se te van nunca. ¿En qué forma me afectan en mi vida cotidiana? No sé.
Me pongo a hojear las fotos que El Ojo tiene publicadas en su sitio web. Me detengo en una. Es la emergencia del Hospital General, un bombero se ríe mientras retira un cobertor y destapa la cara desfigurada de un cadáver.
– ¿Entendés realmente a los protagonistas de tus fotos? Por ejemplo este cuate, que se está riendo delante de un muerto.
–Es un bombero. Sí, sí, lo entiendo. Y como yo estuve con los bomberos todo el tiempo, lo entiendo muy bien, por eso pude fotografiarlo.
–No te parece que aquí hay un problema con la fotografía y lo que comunica: yo veo esa foto y no tengo idea de por qué se está riendo el bombero. En principio pienso que la risa y la muerteno son compatibles. Quizá haya una justificación en esa risa, perfectamente válida además, pero yo no la sé, no la conozco, yo solo estoy viendo la foto y, entonces, inevitablemente puedo llegar a juzgar: este hijo de puta se está riendo del muerto. ¿Qué tipo de información nos da realmente una foto?
–Finalmente la tuya es una interpretación muy chapina de clase media: este hijo de puta se está riendo del cadáver, mirá, qué desgraciado. Pero vos escuchás a un noruego mirando esa foto y tiene una interpretación bastante distinta a la de un chapín. El diría: el bombero se está riendo al lado de un cadáver, qué normalidad, ¿por qué lo ve con tanta normalidad? Acá hay siempre eso, como queriendo ocultar:sigamos ocultando, sigamos juzgando y ocultando. En vez de entender: ¿por qué tanta normalidad? Claro, porque el tipo se dedica a eso. Es un levantamuertos. El bombero en Guatemala no apaga incendios, levanta muertos. El bombero en Guatemala ve la muerte tan cotidiana que a mí no me sorprende que el tipo se ría. Y el policía hace lo mismo. Es normal para ellos. No podés juzgarlo al tipo por insensato, por insensible. El tipo es lo que hace. ¿Cómo le vas a pedir a un tipo así que tenga la constitución bajo el brazo? El bombero no se estaba riendo del muerto. Me saludó:y vos qué carajo hacés acá en la emergencia quehace tanto no te veo, Churrasco no sé cuánto, miráa este pobre cerote, fue a asaltar un bus y bien que le dieron verga los pasajeros, mirá cómo quedó…Ché, y ¿cuándo vas a venir a La Floridaa echarte los tragos conmigo? ¿Vos creés que ese tipo hizo toda una interpretación sobre que había un muerto que es consecuencia de una violencia endémica…? Él sigue levantando muertos mientras nosotros estamos debatiendo que si el bombero, que si el muerto, que si la ética. La realidad de la gente es mucho más simple de lo que nosotros pensamos. Es mucho más cotidiana. Y yo quise puntualizar eso con mis fotos: la cotidianidad de todo esto.
El Ojo Abd se queda callado y yo también. Baja la vista y comienza a sonreír. Me pregunto cómo voy a contar este momento después, cuando me siente a escribirlo, y ahí mismo resuelvo que así, tal como está ocurriendo: Rodrigo levanta la vista y me dice: “sabés que un día estaba haciendo fotos en el cementerio y de repente un albañil se puso a bailar con una de las momias”. La sonrisa de Rodrigo, al principio tímida, apenas insinuada, se convierte en una risa compulsiva y contagiosa. Y yo comienzo a reírme con él. A carcajadas. No puedo parar. El muy chapín de clase media que hay en mí se avergüenza, sufre, y sin embargo no puedo parar. Es como si delante de nosotros estuviese el albañil bailando una cumbia con la momia, recordándonos que después de todo la risa y la muerte no son del todo incompatibles. Como tampoco es incompatible, pienso entonces, que en semejante momento el propio Hamlet, siempre tan preocupado por asuntos mortuorios, saliera de no sé dónde y dijera:
Hamlet: ¿No tendrá ese hombre conciencia de su oficio, que canta mientras abre una fosa? (O así: ¿no tendrá ese hombre conciencia de su oficio, que baila con una momia?)
El Ojo Abd: A mí también me parecía todo esto dramático. Pero no es dramático, porque el albañil ese lo único que hace en su vida es romper tumbas para sacar muertos.Y tiene bolsas y tiene guantes porque los antropólogos les dieron bolsas y guantes. ¡Antes lo hacía con la mano! Sin ninguna medida de nada. ¿Vos qué le vas a pedir al tipo que se levantó a las cuatro de la mañana a verga, se viene de Amatitlán, llega a las 5:30 de la mañana al cementerio, tiene que sacar diez cadáveres por día, con unas escaleras endebles con las que han tenido accidentes, que no tiene nada, que le pagan el mínimo…? ¿Qué le vas a pedir? Y yo me volvía loco, me escandalizaba porque le sacaban el diente de oro a los muertos y ahora digo, bueno, no sé, no es que vayan a poner al muerto en un lugar especial para que venga el familiar y lo vea, lo van a tirar a un hoyo… pues que saque el diente, ¿no? Al menos le va a servir para comprar una libra más de frijol para la casa, no más que eso, no se va a enriquecer. A mí eso me parece hasta aceptable en ese contexto. Lo que me parece inaceptable es que los diputados tengan uno de esos autos que tienen y que hueveen como la gran puta. Pero que un tipo le saque un diente de oro al otro para comprar un poco más de carne, está bien ¿no? Tampoco sé si está tan mal que un policía deje pasar a un narco por ahí y se haga el tonto. ¿Qué va a hacer? Lo va a parar en su moto de dos cilindros y le va a decir: mire señor, la ley dice no sé qué. Son así las circunstancias y eso explica un montón de cosas. Y cuando lo entendés, ya no juzgás tanto a las personas: ponéte en la piel del tipo este que está sacando muertos, ¿vos qué harías? ”
Uno de los últimos proyectos en los que Rodrigo Abd está trabajando, previo a dejar Guatemala, es una colección de retratos de las momias exhumadas. Muchas de ellas, antes de acabar en el absoluto anonimato, antes de abandonar definitivamente sus nichos y las lápidas que las identificaron y dieron cuenta de su paso por el mundo, habrán de enfrentarse a la cámara de madera. Y la cámara de madera se sentirá un poco inútil en el uso de sus poderes: las momias no posan, ya no necesitan fingir. Veo alguno de esos retratos y, aun en negativo, sé que no voy a olvidarlos nunca. En particular uno: la boca abierta, la mano en el pecho. “Está cantando el himno”, me dice El Ojo Abd. Y Hamlet, dirigiéndose a la momia del retrato, interrumpe otra vez:
Hamlet:¿Qué se hicieron tus chanzas, tus piruetas, tus canciones, tus rasgos de buen humor que hacían prorrumpir en una carcajada a toda la mesa? ¿Nada, ni un solo chiste siquiera para burlarte de tu propia mueca? ¿Qué hace ahí con la boca abierta?
No le hacemos caso y el príncipe danés se va por dónde vino (¿por dónde?). Le pregunto entonces a Rodrigo qué cosa es la muerte y no me responde. Al cabo de unos segundos me dice: “cuando hago las fotos de las momias me pregunto qué estarán pensando de mí”.
– ¿Has llegado entonces a ese punto en donde el propio trabajo te hace plantearte“las grandes preguntas”?
–Sí, cómo no. ¿Qué pensará este tipo de lo que estoy haciendo? ¿Estará ahí? ¿Hay allí algo de él o es sólo un cadáver?¿Qué más hay después de esto?¿Me estará juzgando?¿Tendrá alguna opinión sobre lo que estoy haciendo? Pero fíjate que lo empecé a pensar con la cámara de madera. Yo siempre funcionaba a través de la relación entre los otros y la muerte: el trasnochado que pasaba por el cementerio, el músico que miraba, el albañil.Pero ahora, con la cámara de madera, estaba haciendo retratos del muerto, cerrados: la boca, las manos.Yesa relación que normalmente decimos que no existe yo sí me la planteaba:¿qué siente el tipo, si es que siente algo? Me estaba confrontado directamente con la muerte, frontalmente, sin demasiado contexto, un fondo negro, el cadáver, la cámara y yo. Y eso me creó un montón de preguntas, mi mirada frente a la muerte, frente a alguien que me está mirando y está abriendo la boca.
¿Y tenés respuestas?
No, tengo un montón de preguntas. Creo que por eso es clave para mí salir de Guate, ver si lo que me pasaba en Guate era atracción por contar la relación, que yo creo es tan cotidiana y tan directa, entre los guatemaltecos y la muerte, o si cuando vaya a otro lugar del mundo voy a ir buscando esas mismas cosas. Ahí me voy a dar cuenta de si todo esto es parte de mi relación con Guate o de mi relación con la vida misma.
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