Nada mejor que el estruendo de altavoces con propaganda política un domingo a las siete de la mañana, para recordarles a los vecinos del Centro Histórico de Ciudad de Guatemala que un gran evento iniciará en breve en las cercanías.
No es que fuera un secreto. La estructura de la tarima y las vallas con propaganda oficialista se empezaron a instalar en los alrededores de la Plaza de la Constitución desde la semana anterior, y el anuncio de que el Partido Patriota (PP) presentaría a la media mañana del 21 de septiembre a Alejandro Sinibaldi como el hombre que los representará en las próximas elecciones tampoco era algo oculto.
Con la proclamación de Sinibaldi, el oficialismo cumplía otro objetivo que no trató de ocultar en las declaraciones de sus representantes: que la oposición debía de estar asustada ante la afluencia masiva de seguidores a este mitin.
La proclamación se dio a pesar de que en mayo pasado, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) suspendió por seis meses a 11 partidos, entre ellos el PP, por realizar campaña anticipada de manera ilegal, y les prohibió realizar actividades públicas. La suspensión apenas estuvo vigente menos de tres meses. Los magistrados dieron marcha atrás en agosto pasado.
Para las diez de la mañana, ya todo estaba listo. El cielo despejado y la promesa de que 50 mil personas abarrotarían la Plaza de la Constitución, entusiasmaba a los dirigentes del partido. Una inmensa oleada naranja circulaba por la Séptima Avenida.
Los drones y los helicópteros con camarógrafos a bordo, que compartían espacio aéreo con los globos de los colores del partido, filmaban desde el aire lo que ocurría abajo. Pantallas gigantes mostraban a los asistentes que se encontraban más lejos lo que sucedía en la tarima principal. Para que el impacto de la actividad proselitista llegara hasta los hogares de todos los guatemaltecos, el evento era transmitido en directo por la televisión abierta.
Antes de iniciar la transmisión desde la Plaza de la Constitución, el Canal 3 proyectó la producción de unos ocho minutos, en la que resumía la vida, obra y gracias de Alejandro Sinibaldi. Familiares y amigos emanaban miel al describir frente a las cámaras al candidato presidencial del Partido Patriota: buen hijo, buen padre, buen deportista; hombre con principios morales; exitoso empresario; honrado político. Perfecto.
Decenas de estaciones de radio de los demás departamentos del país se encadenaron para transmitir en vivo lo que ocurría en la Plaza de la Constitución. “No se pagó ni un solo centavo, ni para las radios ni para la tele. El ‘apoyo’ de las radios lo pidió ‘como favor’ Paco Cuevas (Secretario de Comunicación de la Presidencia) y lo de la televisión lo tramitó directamente la Vicepresidenta con Ángel González”, explicó un funcionario de alto nivel del Gobierno que observaba la actividad desde lejos. “El pago les llegará luego en publicidad oficial”, agregó.
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En las primeras horas fueron las atracciones musicales y una pareja de animadores quienes mantuvieron al público entusiasta a la espera del futuro presidenciable. Mientras la mesa del fondo dejaba ver a los altos mandos del partido, entre ellos varios miembros del Gabinete de Gobierno y diputados oficialistas.
El momento cúspide se acercaba. Todos esperaban que Sinibaldi saliera tras bastidores. Pero se equivocaron. El candidato quiso impresionar a los asistentes con un ingreso triunfal: rodeado de decenas de agentes de seguridad privada, apareció de entre la multitud, saludando a diestra y siniestra a los seguidores que gritaban su nombre. La vereda se logró abrir entre los asistentes del lado occidental de la plaza mientras la algarabía de los animadores y la música de fondo (una canción que repetía el nombre del exministro de Comunicaciones en el estribillo) sonaba a todo volumen. Tras varios minutos, sudoroso y sonriente subió al escenario y tomó su lugar en la mesa con sus excompañeros de Gabinete y la plana mayor del partido.
También se equivocaron quienes creyeron que con la llegada de Sinibaldi arrancaría la actividad. Tres, cuatro, cinco minutos de calma y luego, desde el lado oriental de la plaza se empezaba a abrir brecha entre la multitud, rodeada de un enjambre de guardaespaldas, la vicepresidenta —y también secretaria general del PP— Roxana Baldetti, quien a partir de ese momento se convirtió en la verdadera protagonista de la jornada proselitista. La parafernalia montada por los patriotas —o por ella misma— para el ingreso triunfal de Baldetti, incluido el ondear de decenas de banderas de una tela traslúcida en las que sobresalía su rostro, sonriente.
La imagen de la Vicepresidenta también estaba en carteles, en las vallas con las que forraron los alrededores de la Plaza de la Constitución, y las mantas ubicadas a ambos lados del escenario y en las otras más altas en las aceras del Palacio Nacional de la Cultura, sostenidas con grúas. Daba la impresión de que era ella la candidata.
Discursos al calor del medio día
La primera en hablar fue Baldetti. Cuando tomó el micrófono. El sintetizador del potente equipo de sonido no fue capaz de modular su esforzada y chillona voz. A gritos animaba al público —que por momentos perdía el interés de lo que ocurría en la tarima—, enumeraba cualidades de su partido, enlistaba logros del Gobierno y pedía ovaciones para el presidente Otto Pérez Molina, para Sinibaldi y para ella misma.
“¿Ya tienen candidato?”, preguntó a la multitud. “Sí” respondieron las masas naranjas. “Es precandidato, no sean mentirosos”, intentó bromear. Será candidato hasta que sea proclamado oficial —y por lo tanto legalmente— por la asamblea general del partido, en los primeros meses 2015.
En medio de la bulla, Baldetti envió un mensaje entre líneas: “Los patriotas somos respetuosos del Tribunal Supremo Electoral, pero no puede ser que los demás partidos estuvieron dos años y medio en campaña y a nosotros no nos permitan presentar a nuestro precandidato”, dijo Baldetti. En otras palabras: a partir de hoy el Partido Patriota inicia su campaña de forma abierta y sin temor a las autoridades electorales.
Sinibaldi, sentado al centro del escenario, entre los ministros y diputados, se ponía de pie y aplaudía cada vez que su nombre era mencionado por Baldetti. Se miraba ansioso, como con ganas de pararse y quitar el micrófono a la Secretaria General de su partido. Su nombre fue mencionado tantas veces que optó por sólo aplaudir y permanecer sentado.
Antes de que llegara su turno, otros líderes del partido arengaron a los asistentes. Iván Arévalo, de Totonicapán; Marcelino García Chutá, de Sololá; Sonia Lily Rivera Ramírez, de San Benito, Petén. El cielo empezaba a nublarse, aunque el espeso calor persistía. Caras de hambre, sueño y hastío se observaban entre la multitud. El llanto de los niños exigía a las madres buscar algo de beber para saciar la sed de los pequeños. El entusiasmo inicial ya no era tal. El reloj de la Catedral marcaba las dos de la tarde. Así era el ambiente en la Plaza de la Constitución cuando Alejandro Sinibaldi, el precandidato presidencial del Partido Patriota tomó la palabra.
La derecha popular se moderniza
Su imagen fue preparada cuidadosamente. No vestía una camisa naranja como el resto de los líderes del partido. Al igual que su esposa y sus tres hijos, Sinibaldi vestía pantalón de lona azul y camisa blanca, los otros colores del partido.
Al fin el escenario, el micrófono y la multitud eran suyas. Durante 50 minutos habló sin parar. Sus primeras palabras fueron para Baldetti, la secretaria general del partido, con quien ha mantenido una constante rivalidad y disputa por el control de la agrupación. Su mensaje fue de reconciliación y unidad. “Reconozco en ella su liderazgo, reconozco su trabajo, pero sobre todo, reconozco la madurez que ha tenido para que hoy podamos decirle a Guatemala que estamos más unidos que nunca”, dijo.
También aprovechó para redefinir la ideología del partido, bautizada por Baldetti en mayo del año pasado como “derecha popular”.
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“Hoy quiero hablar de la derecha y de la izquierda, algo que para todos está pasado de moda, pero hay principios que quiero recoger: paz, igualdad, democracia”, señaló. Pasado de moda y todo, pero, aseguró Sinibaldi, su Gobierno se basará en una “derecha moderna, que respete los principios fundamentales de libertad, de democracia, libre competencia, de estabilidad, de reglas claras y respeto a la propiedad”.
Esta corriente ideológica, explicó, asume que en pleno siglo XXI el 70 % de los guatemaltecos no pueden seguir viviendo en condiciones de pobreza y extrema pobreza. Debe haber un “Estado subsidiario” que mejore la vida de los guatemaltecos en todo el país, dijo.
A pesar de estar ausentes, hubo dos personajes a los que Sinibaldi recordó en su discurso: el presidente Otto Pérez Molina, en representación del bien, para quien en más de una ocasión se había pedido aplausos durante el mitin, como fundador e ideólogo del partido. Y Manuel Baldizón, secretario general de partido Libertad Democrática Renovada (Líder), su virtual contendiente. Su amenaza. “Hay un candidato que se aprovecha del sufrimiento de los guatemaltecos humildes y trabajadores. La amenaza de Guatemala tiene nombre y apellido: Se llama Manuel Baldizón, y cueste lo que cueste lo vamos a detener, lo vamos a derrotar con mucha fuerza”, proclamó.
Después de la fiesta
Cuando Sinibaldi se despidió del público, faltaban pocos minutos para las tres de la tarde. El calor desaparecía poco a poco y las nubes negras cerraban el cielo. La lluvia amenazaba. La gente se dispersó con rapidez hacía los puntos de las afueras del Centro Histórico en donde les dieron el almuerzo: gaseosas, tortillas y pollo Campero.
Ya desolada, la Plaza de la Constitución se miraba como un basurero gigante. Y aunque luego insistirían en que se encargaron de limpiarla, en ese instante las envolturas y sobras de comida, los pañales con caca, los envases de agua, se confundían con los pompones, carteles, afiches y banderas naranjas que los patriotas abandonaron.
La fiesta había terminado. La primera masiva y costosa actividad proselitista del PP había llegado a su fin. La campaña electoral anticipada y descarada... seguía.