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Una niña de 13 años acostada en su cama, en la casa hogar Lazos de Amor (septiembre 2016). En pocos días daría a luz a su hija

En aldea Vásquez las niñas no pueden salir solas

«Me amenazó: “Si gritás te mato o mato a tu familia”. No grité»
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En aldea Vásquez las niñas no pueden salir solas

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A la aldea Vásquez se llega por un camino de terracería. En microbús, el recorrido desde el parque de Totonicapán toma 30 minutos; en carro, 10. Algunas de las historias que la ubican en el mapa no son halagadoras, en lo que va del año ocho niñas fueron violadas en ese lugar y en muchos casos viven cerca de sus abusadores. Totonicapán ocupa el puesto doce de los departamentos con más menores embarazadas.

Los sembradíos de milpa de la aldea Vásquez rodean las viviendas de los pobladores en estos días. Apenas dejan espacio para veredas por donde llegan a sus casas. Y ahí va una niña, con su hermano en brazos.

«Ese bebé no es su hermano», dice Yesenia Velásquez, trabajadora social del Centro de Salud de Totonicapán, es su hijo. Y ese camino que la lleva a casa pertenece a un hombre de 52 años que abusó de ella, continúa. Es su vecino. Él es el padre del niño que, por la edad, podría ser su hermano. La niña recorre todos los días el mismo sendero a dos cuadras del taller donde la encerró y amenazó con matar a sus padres si decía algo.

«Tres veces me tocó, no le conté a nadie hasta el cuarto mes que me di cuenta que estaba embarazada», dice la niña.

Totonicapán tiene ocho municipios. En dicho departamento, en 2018, se registraron 3,868 embarazos en menores de 19 años, y al menos 246 tuvieron bebés antes de cumplir 15. Esas cifras ubican al departamento en el décimo segundo lugar por cantidad de embarazos en niñas a nivel nacional, según el Observatorio de Salud Reproductiva (Osar). En la aldea de la niña que lleva en brazos a su hijo y que cada día atraviesa la propiedad de su violador, ocurrieron dos violaciones a menores de 13 años el primer semestre de 2019.

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«En aldea Vásquez las niñas caminan solas, pero no deberían», dice Jorge González, médico de la comunidad desde hace dos años. «Aquí es un peligro que estén las niñas cuando cumplen 14 o 15 años». Son acosadas por hombres ebrios. En toda la comunidad hay expendios de licor a cada dos cuadras, incluso hay uno frente a la escuela.

«¿Qué podría estar haciendo una niña de 13 años a las 4:00 de la tarde? ¿Jugando, haciendo las tareas de la escuela o practicando algún deporte?», se pregunta Carmen Tacam, expresidenta de 48 Cantones, quien desde su cargo promovió fortalecer el liderazgo de las mujeres en el departamento, y ahora lo hace desde lo particular.

«Eran las 4:00 de la tarde cuando iba despacio a moler el maíz. Él me jaló y  me encerró en su taller», dice la niña.

Con su hijo en brazos no pasará del 1.5 metros de altura. Sobre su traje regional viste un delantal rojo, el cabello recogido en un nudo envuelto con una cola. Su tez es clara, la nariz puntiaguda y la mirada apagada. Su  bebé cumplió un año y un mes.

Vásquez tiene una población de 6,846 habitantes: Hombres son 3,159, y mujeres 3,687. Ellas son más. Hay 1,630 adolescentes, según el médico.

Al momento de conversar con Ingrid Gálvez, consultora de Juventud del Fondo de Población de las Naciones Unidas el reloj marcaba las 4:20. ¿Qué podría estar haciendo una niña de 13 años a esa hora? «Tal vez fue a comprar el pan y después pidió permiso para ir a jugar con sus amigas». Gálvez impulsa desde hace años procesos formativos en salud integral en sexualidad enfocado a la población más vulnerable de Guatemala.

«Me amenazó: “Si gritás te mato o mato a tu familia”. No grité», dice la niña.

En lo que va de 2019 González ha evaluado a 870 pacientes en aldea Vásquez. «Encontramos hacinamiento en las casas, duermen dos o tres familias en un mismo ambiente, adultos y niños con desnutrición crónica. El alcoholismo es un factor predominante», describe el médico.

En la aldea Vásquez buena parte de sus hombres migró a Estados Unidos en busca de trabajo, agrega González.

Según el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de 2017, ocho de cada diez habitantes de Totonicapán viven en pobreza; unas 422 mil personas. Y seis de cada diez  no cuenta con ingresos suficientes para cubrir una canasta básica de alimentos (64 por ciento, por encima del promedio nacional de 52 por ciento). La tasa de pobreza total es del 80.6 por ciento en el departamento.

«Ya no bajó mi menstruación, pensé que era normal, no le puse importancia. La impresión para mi mamá  y mi abuela fue muy fuerte», dice la niña.

Niñas, no madres

Entre enero y abril de 2019 se registraron 914 embarazos en menores de 19 años en el departamento; 54 eran menores de 15 años, tales casos se consideran violación según la ley de protección integral de la niñez y adolescencia.

«No podemos decir que las cifras aumentan o disminuyen porque tiene relación con el crecimiento poblacional», menciona Mirna Montenegro, representante del Osar, y el tamaño de la población, sin censo, es un misterio.

«Nos fuimos con el doctor (en la cabecera de Totonicapán) y él me dijo que estaba en el cuarto mes de embarazo. Nos mandó para la Defensoría de la Mujer Indígena, después al Ministerio Público y de último al INACIF», dice la niña.

El principal factor para que sucedan embarazos en adolescentes es un problema estructural que tiene que ver con la impunidad, menciona Silvia Trujillo, investigadora sobre temas de género. En Guatemala no se persigue a los violadores, siguen libres y cometiendo delitos, añade.

La prueba de ADN salió negativa, comenta con tristeza la abuela. La familia del presunto agresor quemó cohetillos al enterarse del resultado. «Ya no seguimos (con el proceso legal), sale caro». Trujillo ha escuchado el mismo desenlace en otros casos, pero desconoce a qué se deba. Entre quienes intervienen en el acompañamiento a las víctimas, por lo bajo hablan de sobornos a quienes realizan las pruebas, pero sin nada que lo demuestre.

Regresemos a la cifra de los 3,868 embarazos en menores de 19 años en Totonicapán: equivale a llenar 163 buses de 50 pasajeros.

Y cada una de esas jóvenes con un bebé en brazos.

«Durante todo el embarazo no tuve molestias, lo pasé aquí en la casa, ya no fui a estudiar. Algunas de mis amigas venían a visitarme. Ha sido difícil y cansado, mi abuela y mi mamá perdonaron el error y me siguieron apoyando», dice la niña.

La niña habla de perdón llevando a cuestas esa culpa que para nada es suya.

«La maternidad impuesta es un problema de salud pública», señala Carolina Escobar Sarti, directora de la Asociación La Alianza que atiende a  víctimas de violencia sexual y trata. La pobreza, la falta de educación  la normalización por siglos de la violencia sexual son factores que influyen en que los embarazos en adolescentes se sigan dando.

Existe una pedagogía del horror que todo lo ha normalizado, agrega Escobar Sarti. Menciona que no existe perfil del agresor, pero son figuras de poder cercanas a la familia.

Según el Osar, 77 mil niñas y adolescentes guatemaltecas enfrentaron un embarazo en 2018, de ellas 2,256 tenían menos de 14 años.

Niñez interrumpida

El parto de la niña embarazada a los 13 años fue el 7 de abril de 2018. La presión se le subió, la llevaron al hospital cuando empeoraron sus síntomas, nausea y dolor de cabeza, y dio a luz a un bebé sietemesino.

«Mi vida cambió. Seguí estudiando, pero el director (de la escuela) me expulsó porque un día me llevaron al bebé para darle de mamar a la hora del recreo», dice la niña.

El embarazo es el principal factor de muerte materna en niñas de 10 a 14 años. En Quiché y Totonicapán los adolescentes se siguen uniendo y cuando cumplen la mayoría de edad se casan. «Hemos visto casos de matrimonios de niñas de 16 años con hombres de 56», dice la coordinadora del Osar.

En comunidades como Vásquez las comadronas son las primeras en enterarse de estos casos. «Muchas mujeres me buscan cuando son menores de edad, llegan en compañía de su mamá», cuenta Rosalinda Ramos, comadrona de Totonicapán. «Les pregunto si las han tocado o no. Las examino y me doy cuenta que están embarazadas, no les digo en ese momento, les menciono que deben hacerse un examen en una clínica u hospital y allí se enteran que están embarazadas».

«No sabía cambiar pañales, en las noches me despertaban para que le diera de mamar», dice la niña.

Su familia la apoya, está con ella. Esto ya lo vivieron antes, también abusaron de la mamá de la niña, ella nació de una violación también en la aldea Vásquez.

«Llevé terapia dos años en la Defensoría de la Mujer Indígena y en otras organizaciones. Esas reuniones me ayudan a salir adelante y retomar mis planes. Quiero estudiar», dice la niña.

Las muñecas de la niña, de la madre, están guardadas, probablemente no vuelva a jugar con ellas. Las secuelas en víctimas de abusos sexuales son irreversibles. Por ahora, en la aldea Vásquez las niñas no puedan salir solas.

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