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Esto no es un banano en la pared. Es una broma y usted mordió el anzuelo

Pone sobre la mesa nuestros sistema de valores en un sistema capitalista, del que no se salva el arte por medio de ferias de ese nivel
Nuestra respuesta hacia el arte no siempre debe ser buena. Hay obras creadas para reírse, obras para vomitar y otras para sentirse triste
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Esto no es un banano en la pared. Es una broma y usted mordió el anzuelo

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Hace unas semanas, el internet se volvió loco. Una galería de arte había vendido un banano pegado con duct tape a la pared. Alguien había pagado US$120mil por él durante Art Basel, una de las ferias de arte más importantes del mundo. ¿Qué estaba pasando?

El absurdo como recurso en el arte no es nada nuevo. Para no complicar la cosa, he decidido hablarlo desde la perspectiva del Dadaísmo, que se sitúa dentro de los  ismos vanguardistas creados a principios del siglo XX en Europa. Voy a hablar del gastado ejemplo del urinario (La Fuente, 1917) de Duchamp, donde se impone la idea, el concepto, para poner sobre la mesa la duda de lo que consideramos estético, de lo que consideramos arte, incluso, de cómo tomamos en cuenta el contexto en el que se sitúa un objeto para nombrarle como una obra de arte o no.

Entrar en la discusión estéril (y, bastante agotada también) de si algo es arte o no, no es el asunto en cuanto al banano pegado a la pared. Sin embargo, el ejemplo de Duchamp es clave para hablar de arte conceptual, donde lo que prevalece es la idea sobre el objeto, en una sociedad que no ve más allá de lo material.

Como espectadores, también contamos con un sistema de valores en relación al arte, forjado a partir de nuestras experiencias y lo que creemos que es importante en una obra o lo que esperamos de ella.

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Me atrevo a decir que incluso desde lo que nos han enseñado qué es arte y qué no. A partir de ese sistema de valores decidimos y juzgamos las obras con dicotomías como me gusta/no me gusta, por ejemplo.

Y aquí donde entra nuestro querido banano de nuevo.

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Nos incomoda y nos cae mal porque lo leemos desde ese sistema de valores, donde consideramos que el arte debe ser de cierta manera y, si no cumple esos parámetros, pues entonces no lo es y no tiene valor.

Fíjense en Esto no es una pipa (1928), de Magritte. Perteneciente a una serie de cuadros llamados La traición de las imágenes, donde trata lo simbólico, el texto nos indica que lo representado no es una pipa, porque, efectivamente, es la representación pictórica de una pipa. Apunta que no todo lo que brilla es oro.

Los nazis, el arte degenerado y la humillación

A propósito de los sistemas de valores en cuanto al arte, quiero hacer una aproximación breve al Entartete Kunst, o arte degenerado, que fue el término utilizado por los nazis para nombrar al arte moderno y contemporáneo. Es decir, las corrientes de pensamiento artístico que acabo de mencionar y otras, prohibidas durante el régimen, e incluso ridiculizadas al ser montadas las obras en exposiciones buscando la humillación de los artistas.

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La ridiculización era clave, ya que aportaba al aparato nazi de manipulación de la opinión pública. Muchas de estas corrientes de pensamiento habían sido influenciadas por artistas y pensadores rusos, pertenecientes al movimiento constructivista y suprematista. Los nazis consideraban que también tenían influencia judía y que no exaltaban los valores del arte clásico. Se trataba de una forma da humillar al artista y ridiculizar la obra de arte como herramienta de la propaganda política, alimentada por los medios de comunicación.

America. Cattelan.

¿Por qué nos cae mal el Comediante?

Salgamos ya del tema del arte conceptual y de lo simbólico por un momento. Vamos a lo que nos interesa: un banano pegado con duct tape a la pared, titulado Comediante por su creador, el artista italiano Maurizio Cattelan, y vendido en $120,000 dólares en Art Basel.

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Cattelan, quien en una de sus obras pasadas dejó las salas vacías solamente colocando un certificado médico indicando que no había podido trabajar por enfermedad, se ha caracterizado por el uso de un humor ácido, con mucho filo, en su obra y ha criticado abiertamente los excesos en el mercado del arte. Remueve esa capa de solemnidad que rodea a la obra de arte que, a mi parecer, es una herencia del arte sacro, y muestra su punto valiéndose de este recurso.

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Es aquí donde se instala entonces nuestro sistema de valores: el problema no es el acto de pegar un banano a la pared y proclamarlo arte. El problema es que se venda por esa cantidad de dinero en una de las ferias más prestigiosas del mundo. Es un mal chiste. Eso nos parece.

Y pues sí, Comediante resulta siendo un muy mal chiste, pero uno muy bien hecho.

¿De qué hablo?

Hago estas anotaciones tratando de mantenerlas muy cortas, porque siento que hay demasiada tela qué cortar.

  1. Que nos pone contra la pared (aprovechando los malos chistes). Pone sobre la mesa nuestros sistema de valores en un sistema capitalista, del que no se salva el arte por medio de ferias de ese nivel. De no ser por la cantidad ridícula de plata que supuestamente fue pagada por ella, la obra no habría causado tanta polémica.
  2. Quiere decir que alguien pagó por esto. De pronto y vale la pena preguntarse quién la compró y si hay algún tipo de complicidad con el artista.
  3. Me arriesgo a asegurar que el revuelo mediático y la burla SON parte del objetivo de la obra. Incluso me atrevo más y digo que es un happening, donde quien crea la obra es el público (nosotros) que no necesariamente tiene que estar informado de que está participando. El banano es una excusa para el caos mediático.
  4. La importancia de todo esto está en relación a lo que genera en su espectador. Las opiniones, el rechazo, la indignación, los textos, las conversaciones, el proceso de pensamiento.
  5. Nuestra respuesta hacia el arte no siempre debe ser buena. Hay obras creadas para reírse, obras para vomitar y otras para sentirse triste. Así es el arte. Siéntase libre de indignarse.
  6. Creo que es algo completamente calculado por el artista. De ahí la importancia de revisar la trayectoria y el cuerpo de trabajo completo y no reducir la opinión a una sola obra.

Ahora, pues, veamos más allá de lo evidente

¿Está bien? ¿Está mal? ¿Es arte? ¿No es arte? ¿No debería de estar en la galería? ¿Es una obra maestra?

Creo que eso no importa.

Cito a los Thundercats y pienso que, como espectadores, debemos aprender a ver más allá de lo evidente, a sobrepasar ya esa una pugna que desgasta y no nos permite ver la pipa donde aparentemente no hay una pipa.

Con la burla y el absurdo no veo problema, siempre y cuando se sepa de dónde viene, teniendo claro nuestro sistema de valores en relación al arte y, por qué no, poniéndolo en duda crítica también. Cuidarse de caer en el juicio fascista del arte degenerado.  El humor es algo que nos recuerda que seguimos siendo humanos.

No es la primera vez que un artista se vale de la polémica para crear una obra. No puedo dejar de mencionar el caso del perro de Guillermo Vargas, Habacuc.  O una obra más relacionada, Bomba.

Por mi parte, imagino a Cattelan riendo de todo lo que ha generado la obra, con U$120mil en billetes de Monopoli entre una bolsa de papel arrugada.

No es primera, ni será la última vez que esto pase.

O eso espero.

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