Han sido años difíciles. Hemos perdido batallas. Hemos retrocedido en muchos frentes. Han seguido asesinando a activistas políticos y criminalizando a otros para que el miedo reine. Se han creído con el derecho de obligar a abandonar el país a personas que estuvieron al frente de la lucha contra la corrupción y han sacado a otras de la función pública. Es cierto: ha sido un año duro. También es cierto que seguimos estando aquí.
Los años anteriores han sido de encuentro y de aprendizajes. Si bien nos conocimos en las plazas, nos fuimos reconociendo después, cuando nos sentamos a la mesa a pensar nuestra acción política en conjunto. Hemos ido aprendiendo juntos, dudando también a veces de si nuestros procesos son los caminos por los que todavía apostamos, y esa ha sido una puerta importante para la autocrítica. También ha existido mucha crítica, y esta siempre se agradece porque, como cualquier espejo, nos permite saber reconocer la imagen que somos. A veces ha sido una crítica dura y necesaria, y otras veces ha sido un pretexto para seguir firmes en lo que creemos. Ese estar aquí es colectivo y plural, resultado de la suma de nuestras experiencias y de nuestros horizontes.
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Entre esos encuentros, el de Centinelas me ha marcado profundo. A los hombres y a las mujeres con los que he compartido largas charlas de bus o que han recibido a mi papá con cariño, a los que han compartido el pan con café o me han regalado el abrazo sincero en una noche de noviembre, a todos ellos y a todas ellas les debo un gracias. Gracias por el cariño que no tiene miedo de decirse, por la confianza respetuosa que permite un trato tan humano. Ante todo, a quienes me dijeron que, pasara lo que pasara, no íbamos a dejar de hablar de esperanza les doy las gracias.
Hoy la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala reconoce el tamaño del corazón con el que sueñan y construyen este país. En ese reconocimiento también va el propio y el de muchos y muchas que hemos visto en ustedes un referente de coherencia, de compromiso y de perseverancia en los momentos más duros.
No puedo más que decir otra vez, porque nunca será suficiente, gracias por lo compartido.
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