Primero, porque hay una fascinación —casi enfermiza— con la mafia, con la vida malandra, con el estado alterado o como sea que la narcocultura denomina al crimen organizado. Y segundo, también porque en México hay más de medio centenar de periodistas que han muerto por tratar de cubrir la nota narco en una forma profesional, sin buscar los reflectores y sin intentar hacer apología de la mafia.
El mundo, en efecto, no es justo.
Sin embargo, el punto de fondo es el siguiente: que un civil acceda directamente al contacto con un fugitivo de la ley y pueda publicitarlo no es nada nuevo. Pero es que no se trata de cualquier tipo de fugitivo, sino de uno que por las últimas décadas ha mantenido un aire de Robin Hood. Quizá por eso los narcos mexicanos, al envolverse en la leyenda de guerreros y protectores, cautivan tanto. Y aquellos con poder y fama logran acceder a ellos directamente. No solo han sido Sean Penn o Kate del Castillo. La fascinación con la mafia también ha sido cosa de otros famosos. Julio César Chávez mantuvo gran amistad con el mismísimo Amado Carrillo, alias el Señor de los Cielos, y con el consejero de capos, el Azul[1]. De todo esto hay una famosa fotografía tomada en algún lugar de Culiacán, Sinaloa, a finales de los años 1980. Diego Armando Maradona, durante su paso por el Napoli, hizo amistad con Carmine y Guglielmo Giuliano, del clan Giuliano, de la Camorra. También John Travolta trabó amistad con John Gotti Jr., miembro de la familia criminal Gambino. Esto sucedió durante las conversaciones preliminares para empezar la filmación de una cinta sobre la vida de John Gotti Sr., el mediático y polémico jefe de la mafia italoamericana.
Pero debe recordarse algo muy importante: los narcotraficantes mexicanos —en razón de su paranoia— han concedido pocas entrevistas durante sus años de vida. Y si las dieron (las pocas), la mayoría de ellas fue tras las rejas.
El fundador del narcotráfico en México, Pedro Avilés Pérez, nunca dio entrevistas. De hecho, encontrar una foto real de su rostro es casi imposible. La segunda generación de narcos mexicanos, con nombres más conocidos como Rafael Caro Quintero (Caro Quintero para los cuates), Ernesto Fonseca Carrillo o Miguel Ángel Félix Gallardo, tampoco coqueteó con los medios o con el cine. Estos tres personajes de la generación de oro del narco mexicano son los responsables de haberse dado cuenta de que la frontera mexicana era el paso natural al mercado más grande de consumidores. Y esa frontera no podía estar en manos de los colombianos. Ninguno de ellos dio entrevistas a medios de comunicación, excepto desde la prisión. Caro Quintero fue entrevistado por Julio Scherer, del semanario Proceso, pero aquel estaba ya tras las rejas purgando una condena de 17 años. Un pedacito de historia: Rafael Caro Quintero fue el primer narco mexicano que se atrevió a matar a un agente de la DEA. Su presa fue Enrique Camarena. Ernesto Fonseca Carrillo, alias Don Neto, era tío de Amado Carrillo, el Señor de los Cielos. Amado Carrillo es más conocido por haber conformado una flota privada de aviones puesta al servicio de su negocio. Pero Carrillo tuvo otra genialidad. Fue precisamente él quien dividió las rutas de trasiego entre los diferentes grupos de narcotraficantes sinaloenses. El paso de Juárez se lo quedó para él mismo y para su familia, con lo cual dio lugar al Cartel de Juárez, uno de los más viejos. El paso de Tijuana se lo dejó a los hermanos Arellano Félix, quienes formaron el Cartel de Tijuana. Los hermanos Arellano Félix, muertos y en prisión, le dejaron el liderazgo de la organización a su hermana, Ernestina Arellano Félix. Es ella precisamente a quien Salma Hayek personifica en la película Savages[2]. Sinaloa, Durango y Chihuahua (el triángulo dorado de la droga) quedaba en manos de Héctor Luis Palma Salazar, apodado el Güero Salazar. Uno de los gatilleros de Salazar era sobrino de Pedro Avilés Pérez: un muchacho nacido en el rancho de La Tuna, en Badiraguato, Sinaloa. Ese joven gatillero se llama Joaquín Guzmán Loera. La organización de Salazar intentó librarse de Guzmán debido precisamente a su gusto por las fiestas maratónicas y la vida nocturna. Llamaba demasiado la atención. Cuando en 1991 es arrestado por primera vez, el Chapo es un narco de mediano nivel que representa a la tercera generación de narcos mexicanos, mucho más dada a tomar riesgos. Ahora bien, narcos mexicanos que eran escandalosos en la vida tanto privada como pública hubo muchos siempre. Destaca Manuel Salcido Uzeta, quien fuera lugarteniente del padrino fundador, Pérez Avilés. Apodado el Cochiloco (y personificado genialmente por Joaquín Cossío en la cinta mexicana Desde el infierno), Salcido era dueño y señor del puerto de Mazatlán. Era dueño de sus arenas blancas, así como de su promenade, de su malecón y de su vida nocturna[3]. Pero, eso sí, jamás en su vida cruzó palabra con periodistas o actores de televisión.
Es cierto que delincuentes de la talla de Pablo Escobar dieron también entrevistas. Es muy famosa la que concedió a la periodista Yolanda Ruiz en 1988. Precisamente cinco años antes de la muerte del capo. Julio Scherer entrevistó en abril de 2010 a Ismael Zambada, alias el Mayo, quien es la actual cabeza del Cartel de Sinaloa. Una entrevista con foto de portada e incluso retando al Gobierno federal. Una generación más vieja que Guzmán, Zambada se ha mantenido en el anonimato. Y seis años luego de esta entrevista sigue libre. Quizá Guzmán quiso emular el atrevimiento del Mayo al acceder a una entrevista de mucho riesgo que sí, en efecto, tuvo repercusiones a nivel mundial.
Guzmán Loera se arriesgó demasiado.
Esto es interesante porque siempre se lo había presentado como un capo frío y calculador. Prácticamente como un case study para un seminario de rational choice theory. Pero en este caso se confundió, si bien se ha confirmado que durante los meses de su huida quemaba teléfonos, compraba nuevos, hacía llamadas cortas, volvía a quemar los teléfonos y encriptaba los correos.
Luego de la riesgosa entrevista, Guzmán decidió retirarse de la sierra duranguense. Dicha sierra es hasta hoy uno de los puntos menos accesibles por su topografía. Y por eso, dicho sea de paso, buena parte de los grandes narcolaboratorios del Cartel de Sinaloa están allí. En lugar de la protección de la sierra, Guzmán prefirió refugiarse en el municipio Los Mochis de Sinaloa, una plaza que se encontraba en poder de sus eternos rivales: el cartel de los Beltrán-Leyva. De hecho, los anteriores son primos de Guzmán Loera.
¿Qué tenemos entonces? Un capo que es precisamente la representación de la hubris griega, a quien quizá toda la vieja generación que lo precedió podría decirle, cual coro de tragedia griega: «En este negocio, la fama es mejor tenerla, pero en privado».
[1] José Esparragoza, alias el Azul. Por casi cuatro décadas fue consejero de los grandes carteles de la droga mexicanos. Su personaje aparece mencionado en la cinta Savages, protagonizada por Benicio del Toro y Salma Hayek.
[2] Otro detalle que no debe olvidársenos en eso de la relación entre famosos y el narco: el exfutbolista Jared Borgetti y el boxeador Julio César Chávez (ambos mexicanos) se encontraban en la fiesta privada en la que fue asesinado Francisco Rafael Arellano Félix, exlíder del Cartel de Tijuana, quien había salido de prisión recientemente. El narco en México no olvida, y un sicario vestido de payasito mató al capo. De Borgetti y Arellano Félix hay al menos una foto tomada en esa fiesta.
[3] Si alguna vez visita Mazatlán, el bar Valentinos es una pieza de la historia del narco en México. Se sitúa sobre unas rocas, con una espectacular vista a la playa. Fue el lugar preferido de los capos de la zona. Hoy es un centro de diversión para chicos fresas.
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