Conforme se adentra a las calles de la zona 5, se desciende hasta lo profundo de ella. Además del trazo que cambia -una hondonada-, también varían las estructuras de las viviendas. Esa diferencia es sentirse afuera o adentro de La Limonada, emblemático barrio popular.
Le llamaron La Limonada porque ahí vivían “Los Limones”, término que por los años 50 hacía referencia a los “cuerudos”, aquellos con carácter y determinación que llegaron a construir su casa en lo recóndito de un barranco, en el fondo de la zona 5.
La Limonada la conforman diez colonias. Adentro, en la colonia El Esfuerzo, espera solitaria una canasta de baloncesto. Transcurren 30 minutos, y no hay quién se atreva a darle pelotazos. En cambio, cerca, en las calles, las múltiples chamuscas de futbol de los más pequeños perturban el tránsito de los peatones.
El asfalto se declina, y hay que ver al cielo para apreciar las casas que van envolviendo lo hundido. También en lo alto, entre los cables de electricidad, flotan varios tenis, que en sus buenos tiempos le pegaron a más de una pelota de fútbol. ¿Que si colgar los tenis es una representación de los muertos? se le pregunta a Hasel. Eso por el dicho que reza que quien se fue "colgó los tenis". La respuesta de Hasel es un tajante "no". Al menos aquí, no. “Son tan solo recuerdos”, responde.
Hasel tiene 19 años, le va al Barcelona. Su hermano es del Madrid. Ambos tienen en la sala-comedor de su casa la oración para cada uno de sus equipos. Pero cuando se trata de jugar en El Maracaná, el campo de fútbol de su barrio, lo hacen en el mismo bando: el equipo San José.
El Maracaná
Es una casualidad bonita, dice don Sergio cuando se refiere al origen de este campo de fútbol. Antes fue un cerro. Pero no cualquier cerro. Su tierra era material selecto, y lo usaron para rellenar y compactar las calles de Jardines de la Asunción, el otrora sector de la clase media de la zona 5.
Entre desgaste y desgaste se fue insinuando un campo. Un campo con el mejor sistema de absorción de agua. "Mejor que los drenajes del estadio Bernabeu”, bromea Mynor, el encargo del equipo San José.
Antes de ser lo que es, el Maracaná era desigual, escabroso, lleno de tropiezos, complicado. Pero con tiempo y esfuerzo, los primeros habitantes de La Limonada esculpieron un campo de fútbol propio.
El Maracaná está ubicado en lo que antes eran tierras privadas. Silvio Higueros tiene 75 años. Llegó a los 20 a trabajar de guardián de esa propiedad. Él vio la transformación del espacio. De barranco boscoso y basurero pasó a ser un proyecto habitable. Higueros recuerda cómo se fue formando un campo de fútbol “de la nada”. Las primeras porterías fueron de restos de madera, que los jugadores ponían antes de iniciar el partido, y quitaban, ya en la tarde, cuando terminaba la jornada futbolera. Cuenta que fue el difunto don Mario a quien se le ocurrió bautizarlo El Maracaná, igual que el imponente estadio brasileño, cuna del jogo bonito: Mario Filho, más conocido como Maracaná.
Cada Maracaná se ubica en el fondo de un barrio. Pero a diferencia del Maracaná de Brasil, en el Maracaná de La Limonada todos pueden entrar. Mientras transcurren los partidos pasan niños en bicicleta. Perros corren y se detienen en medio de los pelotazos. Chicas adolescentes hacen trucos con un balón, otras llegan sólo a pasar la tarde. Los más pequeños juegan en la cancha alterna. También llegan los evangélicos una vez al año. Ese campo es accesible a cualquier actividad que requiera la comunidad.
La liga
En la liga de La Limonada juegan 21 equipos. De ahí han salido jugadores como Rudy Ramírez, El Pirro Paredes, Nestor Rivas, Arnulfo Contreras y Kevin Lima. Para esos jugadores el fútbol fue la invitación para encontrar otros horizontes.
Se desarrollan dos campeonatos al año. Además de competencias de hombres también hay torneos de mujeres. Se juegan varios partidos los fines de semana, más ahora que hay luz eléctrica. La instalaron hace algunas semanas.
La liga tiene varios años de existir. Algunos jugadores de los equipos ya murieron, unos por enfermedad, otros porque fueron víctimas de la violencia. Otros pocos han emigrado a los Estados Unidos. En ese país se encontraron y formaron un equipo. Bien dicen que el fútbol es también encuentro.
El juego duro
En La Limonada viven alrededor de 100 mil personas. La mayoría de sus habitantes son jóvenes. Es una más de las consideradas “zona roja” de Ciudad de Guatemala.
Si bien una colonia es sinónimo de inseguridad, carencias, marginalidad, también es equivalente de comunidad, gente que trabaja, vecinos que hablan de esquina a esquina, y niños jugando en las calles, sobre todo al fútbol.
Hay muchos campos de barrio en el país, algunos más famosos que otros. El Maracaná se caracteriza porque ahí adentro se juega más duro, más fuerte. Así lo describe Álvaro, quien jugó por muchos años en la liga de La Limonada.
¿Y por qué se juega más duro?
“Porque a la gente que vive ahí la vida le pega duro, aguanta y se vuelve fuerte. Es gente que no se deja, que se levanta. Desde pequeños se aprende a tomar fuerza, a plantarse. Se crece y vive con eso”, explica Álvaro.
El fútbol en el Maracaná es como la vida en La Limonada: dura, intensa.