Desde que Abraham Lincoln ganó las elecciones en 1860, los republicanos han logrado desarrollar una fuerte maquinaria política que se aceita por la disciplina de sus bases estatales, una fuerte ideología conservadora y pragmática y en la sabiduría de sus líderes. Muchos asocian estas características al símbolo del elefante que los representa.
Cuando hablo de la sabiduría de sus líderes no me refiero a aquellos nominados para presidentes, sino más bien al cuerpo de asesores que se encuentra conformado por personas con experiencia en puestos públicos, aquellos con experiencia en la vida académica, aquellos con experiencia tras bambalinas en la toma de decisiones y aquellos que tienen experiencia en las tres áreas. Como contraste, el Partido Demócrata siempre ha buscado reinventarse y muchas ocasiones se pierden completamente de la esfera electoral. Sin embargo, cada vez que el Partido Republicano se busca reinventar los resultados suelen ser desastrosos.
Pasó hace 100 años exactamente cuando el magnánimo Teddy Roosevelt se peleó con las bases y el entonces presidente William Howard Taft creó el partido progresivo conocido como Bull Moose. Esta decisión dividió a los republicanos entre los más conservadores y los reformadores encabezados por Roosevelt a tal punto que le construyeron un puente directo a la presidencia al demócrata Woodrow Wilson.
Si bien hoy el partido republicano no se encuentra dividido por la creación de otro partido de corte conservador, sí lo está ideológicamente. El movimiento Tea Party que surgió hace tres años, buscó hacer lo que candidatos como Ronald Reagan y George W. Bush (en su primera elección) hicieron: regresar a las bases ideológicas conservadoras y pragmáticas que caracterizaron al partido. Más allá de algunas posturas extremas, el reclamo esencial era no solo rechazar las políticas demócratas sino también alejarse de las políticas que George W. Bush hijo impulsó durante su segundo período.
Al igual que cualquier movimiento, fue la línea dura sobre sus posturas antiinmigración, conservadurismo social (antiaborto, educación religiosa) y aislacionismo en la política exterior lo que los caracterizó. La realidad es que la mayoría de sus miembros se identificaban con posiciones más moderadas de la esfera política que radicalmente a la derecha conservadora. Incluso muchos no eran adscritos al Partido Republicano sino que se consideraban independientes.
Hace algunos años comenté que gran parte del éxito republicano para estas elecciones sería la capacidad que tuvieran los republicanos de cooptar a estos votantes. Pretendieron hacerlo con la nominación de Paul Ryan como candidato a vicepresidente. Un candidato joven con un discurso profundamente conservador pero que simplemente no ha sido suficiente para enganchar a nadie y quien ya se está contagiando de los males de su compañero de fórmula, Mitt Romney, a quien los votantes ya no saben qué creerle y me parece que él mismo tampoco sabe en qué cree.
Me parece que la historia se podrá repetir tal y como pasó hace 100 años cuando un fallido intento de reinvención de los republicanos dividió al partido y les otorgó la victoria a los demócratas. A pesar del descontento de muchos estadounidenses con la administración de Obama, los republicanos, que no lograron articular un binomio sólido que representará a ese sabio y fuerte elefante, le están entregando la reelección al actual presidente demócrata.
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