Su “crimen”: hacer públicos documentos oficiales que le fueron filtrados por terceros.
El fin esencial de la diplomacia es la comunicación entre Estados, la cual tiene como fin último generar certeza sobre cuáles pueden ser las intenciones de los otros Estados. Esta es la base fundamental para construir lo que Hedley Bull, principal exponente de la Escuela Inglesa de las Relaciones Internacionales, llamó “la sociedad anárquica”. A pesar de la inexistencia de un gobierno mundial que pueda generar dichas garantías, los Estados pueden crear un sistema de normas para una convivencia pacífica. La Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961 existe para “garantizar el desempeño eficaz de las funciones de las misiones diplomáticas en calidad de representantes de los Estados” y “no en beneficio de las personas”.
Por otro lado está la figura del asilo político o diplomático que constituye un “mecanismo de protección para todos aquellos que… disienten, expresan y defienden sus ideas en oposición a un régimen establecido en su país, quienes sean perseguidos o cuyos derechos fundamentales se encuentren en peligro de ser violados” (Lescure y Vizor 1994). No existe una convención mundial sobre el tema, el mismo más bien está regulado por diferentes instrumentos regionales específicamente americanos como la Convención de asilo diplomático de Caracas de 1954.
Todo lo anterior resulta importante porque no hay que mezclar las cosas. Algo que ya se ha hecho en el caso de Assange, el cual tiene un carácter sui géneris y por lo tanto resulta difícil compararlo a otros casos emblemáticos como el de Jozsef Mindszenty y el de Víctor Haya de la Torre.
Sobre el caso en sí, hay muchas cuestiones dignas de reflexión pero me quedo con tres. Primero, ¿por qué la Embajada de Ecuador? Un país cuyo gobierno prácticamente tiene una guerra abierta contra los medios de comunicación en particular contra aquellos que han luchado porque la gestión de Rafel Correa sea precisamente más transparente; uno de los pilares fundacionales de la organización Wikileaks, fundada por Assange. Además la relación entre Ecuador y el Reino Unido no es precisamente provechosa para ambas partes, no genera un rédito político palpable. Esto pesará mucho en este caso.
Segundo, ¿Qué beneficios obtiene Ecuador? Más allá de poder desafiar a las potencias, y lavarse un poco la cara con sus políticas de restricción a la libre expresión, darle asilo a Assange conlleva más gastos que beneficios. El gobierno de Correa se tardó demasiado en dar una respuesta a la petición de asilo, permitiendo así que los ingleses tengan una mejor estrategia para enfrentar el caso. Ideal hubiese sido que le otorgaran el asilo el día de inauguración de los Juegos Olímpicos o durante los mismos.
Tercero, Assange es solicitado en Suecia por violación y abuso sexual no por las filtraciones de Wikileaks. Antes de considerar si el trasfondo de estas acusaciones es político las mismas deben quedar aclaradas, cosa que el señor Assange no ha hecho. Esto es algo que Baltazar Garzón sabe muy bien. La negativa británica para otorgar el salvoconducto, que le permitiría a Assange llegar a Ecuador, se debe a que existe una investigación criminal y una solicitud formal de extradición (lo mismo pasó con Pinochet en 1998) mientras que los Estados Unidos (en donde seguramente Assange enfrentaría un juicio político) no han hecho ninguna solicitud formal de extradición.
Podría seguir, pero esto se convertiría en ensayo, lo que me queda claro es que este caso no se resolverá amparándose en convenciones internacionales, este es ya un pulso de poder. Si el mismo queda como un conflicto diplomático entre Ecuador e Inglaterra los segundos fácilmente se impondrán, solamente con un apoyo regional podrán lograr sus objetivos. El problema está en los incentivos creados que justifiquen un esfuerzo diplomático a favor del fundador de Wikileaks.
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