Entre muchos aspectos señala cómo la migración para esta niñez, se constituye en el único proyecto de vida que tienen y que su participación en la educación, sólo retardaba su decisión de migrar. Las razones principales por las cuales migran son muy similares a las de los adultos: mejorar sus condiciones de vida, aquéllas que son negadas en su país de origen. Pero en la niñez, es más evidente que llevan consigo un proyecto familiar, pues algunos de ellos, pretenden la reunificación familiar y el compromiso con el bienestar de la familia.
Es alarmante, señala el estudio, que se habla sólo de niñez migrante, pero se esconde que existen diversos tipos de niñez, la hay en calidad de refugiada, que la coloca en una situación de doble exposición, a la que no se les da seguimiento de las causas que la hacen refugiada y los riesgos a que sigue expuesta cuando se les concede el asilo, ya que no tienen mayor acompañamiento. Una niñez trabajadora en procesos circulares, es decir niñez que va a trabajar a las ciudades fronterizas de México y regresa a sus comunidades de origen (la guatemalteca es la que presenta este mayor perfil). Otra niñez que está secuestrada, desaparecida o en las cárceles. Una niñez atrapada en la institucionalidad mexicana y otra que está siendo deportada.
En el estudio se comprueba que las causas de la migración están más relacionadas con la exclusión que con la pobreza en sí misma. La niñez desea lo que ve en su sociedad próxima (las diferencias sociales ya nos son sólo de regiones sino de barrios en una misma ciudad) y a través de los medios de comunicación social, se le pinta un escenario de opulencia y consumo al que quieren tener acceso.
La niñez que pasa por este riesgo de migrar sufre diversos efectos en su estado emocional, debido a los eventos vividos en el tránsito, de alta exposición al riesgo y la clandestinidad; así como han visto vivir situaciones de muerte y violaciones sexuales. El principal de los síntomas es el de la ansiedad, seguido por la depresión, la somatización, la hostilidad y no escapa el sentimiento de culpa cuando fracasa su proyecto migratorio y son deportados.
Hoy esta realidad es ya considerada una crisis, porque la niñez migrante es una cifra que pone en riesgo la seguridad de la sociedad que la recibe, pero lo era ya de forma silenciosa hace una década. Hoy se registran 47 mil menores que han sido detenidos por las autoridades fronterizas de Estados Unidos de Norte América, del 1 de octubre 2013 a la presente fecha y podrían llegar a septiembre del 2014, hasta 60 mil y 90 mil, según fuentes oficiales que retoma Prensa Latina este 12 de junio, de los cuales 11 mil son guatemaltecos, según la prensa nacional. Ciertamente el flujo es significativo, pero el énfasis de la crisis aún no denota en las declaraciones de las autoridades, en este caso guatemaltecas y tampoco de Estados Unidos, lo que devela que la niñez esté siendo empujada a tomar la decisión de exponer su vida y sean víctimas de otros vejámenes, como la explotación laboral, sexual, el tráfico de órganos y de drogas; así como el maltrato de autoridades migratorias.
No es un problema de legislación, al menos no en la obligación del Estado en cuanto a protección de la niñez, porque existe en lo nacional, así como en el proceso migratorio existe el principio de interés superior del niño y niña.
El problema es de crisis de un modelo de sociedad y económico que está exponiendo a su futuro: la niñez y la juventud; a las redes de la muerte, la explotación y esclavitud, ya que los flujos migratorios actuales develan lo que el crecimiento económico no es capaz de resolver y por el contrario, su concentración genera cada vez más enormes brechas sociales y una consecuente degradación social. Para no ir tan lejos en el análisis, afirmo que en el caso de Guatemala refleja la gran incongruencia de exigir respeto por los derechos de la niñez en Estados Unidos, cuando aquí se viola histórica y sistemáticamente su derecho a la educación, la salud, la recreación y otros. Así como ahora sus pequeñas localidades están siendo asediadas por la violencia del crimen organizado, la delincuencia, la violencia intrafamiliar o por el mismo Estado, en el caso de la defensa represiva y oficiosa a los proyectos extractivos.
Además, esta exacerbación del flujo migratorio de niñez devela el cinismo de que el país degusta del jugoso ingreso de las remesas de sus padres. Mientras uno de ellos, regularmente su madre, está aquí sin posibilidades de generar condiciones de vida o ambos están en Estados Unidos intentando generarlas. En tanto las autoridades responsables, sólo hacen alardes de atención, sin ninguna propuesta de vida digna y en paz para estas localidades expulsoras y para esta población vulnerable en el origen, tránsito y destino. E irónicamente a estas familias de inmigrantes, establecidas en Estados Unidos, ya les han propuesto formar parte marginal, de su proyecto económico e ideológico empresarial.
Finalmente, las preguntas para las autoridades responsables de la niñez y de la migración en Guatemala son muchas ¿a qué localidades pertenecen esos niños y niñas que están detenidos y siendo deportados en EEUU? ¿Por qué están decidiendo migrar solos bajo todo riesgo? ¿Qué respuestas sociales tiene el Estado: Conamigua, la Cancillería, Gobernación, la Secretaria Social de la Presidencia, la Comisión del migrante del Congreso de la República, la defensoría del Migrante de la Procuraduría de Derechos Humanos? En conclusión, qué está haciendo el Estado de Guatemala para defender y promover el desarrollo humano de lo más elemental de nuestra existencia como sociedad, la niñez.
Ursula Roldán Andrade es la actual coordinadora del Área de Migraciones del Instituto de Investigaciones y Gerencia Política –INGEP–. Posee un doctorado en geografía por la Universidad de Paris I en Francia y dos maestrías en desarrollo. Anteriormente dedicó 16 años de su vida a la comprensión, generación e implementación de propuestas, así como a la incidencia política, sobre la problemática agraria y rural de Guatemala.
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