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La ciudad de Estocolmo, capital sueca, rodeada por su característico archipiélago del mar Báltico, el 09 de julio. EFE/EPA/Par Fredin

Los aciertos y errores de Suecia ante el coronavirus

Generar nueva capacidad hospitalaria una vez entrada la pandemia será una empresa complicada, desarrollar hospitales es algo que lleva décadas.
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Los aciertos y errores de Suecia ante el coronavirus

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A pesar de que los registros de contagios y fallecidos por COVID19 van al alza, el presidente Giammattei anunció la estrategia de «desescalada» al confinamiento. Por primera vez tendremos un plan que podremos comparar con los de otros países. Suecia, por ejemplo, confió en la responsabilidad ciudadana para no restringir muchas libertades. Aun así, tienen la mayor mortalidad por COVID19 de los países nórdicos. Los responsables no obstante se defienden, aseguran que el éxito del plan no sólo se mide en las cifras de mortalidad, sino también en el impacto que tendrá en la vida cotidiana de la gente.

El pasado 25 de junio, en un webinar organizado por la Embajada de Suecia en Colombia y la revista Semana, Anders Tegnell, jefe de epidemiología de la agencia de salud pública de Suecia, explicó detalles y respondió a las críticas que recaen sobre la estrategia con la que enfrentaron el COVID19.

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Tegnell estuvo acompañado por el director del Hospital Karolinska, Kalle Konneryd, y representantes de la farmacéutica Astra Zeneca y de la desarrolladora de equipo médico, Getinge.

Comparar el sistema de salud de Suecia y Guatemala es un ejercicio que, con números, hace evidente las diferencias de la infraestructura de salud para combatir esta pandemia. Suecia, calificado por el Commonwealth Fund como el tercer mejor sistema de salud del mundo, gasta 11% de su PIB en salud, del cual 84% proviene recursos públicos, tiene 4.1 médicos y 2.1 camas por mil habitantes. En tanto, Guatemala gasta apenas 5.9% de su PIB en salud, pero de ese total sólo un 37% (2.2 del PIB) proviene de recursos públicos (según datos de salud hacia 2016). Tiene 0.4 médicos y 0.5 camas por mil habitantes.

La capacidad de respuesta del sistema de salud resulta fundamental, pues según plantearon Tegnell y Konneryd, fue uno de los pilares de su estrategia. Lo anterior sería evidencia suficiente para tomar cierta distancia del plan sueco. No obstante, resulta valioso conocer y contrastar sus argumentos.  

La estrategia: apostar a la responsabilidad ciudadana para proteger a los más vulnerables

Tegnell y Konneryd presentaron generalidades sobre lo realizado y el tipo de atención hospitalaria brindada a los enfermos de COVID19. Tegnell, indicó que el propósito general de la estrategia fue afectar lo menos posible la vida cotidiana y la economía, protegiendo a los más vulnerables.

En ese sentido, Suecia apeló a la confianza y responsabilidad ciudadana como pilar de su diseño. Su objetivo central fue «aplanar la curva», es decir, reducir el número de contagios (no suprimirlo) siendo el corazón de las acciones la promoción de distancia física entre las personas. 

Por lo anterior, fueron muy cuidadosos en determinar la capacidad de respuesta del sistema de salud para atender pacientes clínicos brindando servicio de calidad, pues se pretendía que los contagiados sanaran rápido, para avanzar hacia una situación de normalidad a la brevedad posible.

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Su plan habría estimado que el 20% de su población es mayor de 65 años (en Guatemala es el 5% según datos del último censo), siendo este el grupo a proteger por encima de los demás. La ventaja considerada en un inicio fue que buena parte de esa población está en asilos (67 mil personas en total viven en estos lugares) y tienen poco contacto con el resto de ciudadanía. Tomaron en cuenta también que tienen un sistema de salud descentralizado, regional y gratuito.

Con esa base, desarrollaron una combinación de medida prohibitivas y voluntarias. Las prohibitivas incluían vedar las vistitas a ancianos en asilos y limitar los eventos masivos, primero, los que superaran 500 personas, y a finales de marzo, los que superaran 50. En tanto, las medidas voluntarias sugerían en casa -sobre todo si se sentían enfermos- limitar los viajes. En caso fueran mayores de 70 años, limitar el contacto con otros. Poco a poco irían ajustando la estrategia a partir del intercambio científico nacional e internacional.

Aun así, tienen una de las tasas de fallecidos más altas de Europa.

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¿Qué falló? A su juicio, la movilidad de los cuidadores de asilos

Hasta la fecha, Suecia es el país con más infectados y fallecidos de la región escandinava: mientras en Finlandia y Noruega hay 329 y 251 fallecidos respectivamente, Suecia reporta 5,550 muertes en un país con 10 millones de habitantes (equivalente a 523 muertos por millón de habitantes).

Aunque Tegnell sea cauto en la crítica, reconoce que las muertes por COVID19 son más pronunciadas que en los países vecinos. Pero para él, más allá de una falla general del plan, obviaron considerar la movilidad de los trabajadores de asilos, quienes tienen contacto cotidiano con la población adulta vulnerable del país. Ellos habrían llevado la enfermedad a estos centros, provocando la explosión en los números.

El jefe de epidemiología, sin embargo, considera que continuar con la vida de la forma más normal posible tendría efectos positivos en variables más allá de la mortalidad, como la educación formal o la situación económica. Defiende que se han mantenido las escuelas abiertas y han tenido una respuesta exitosa del sistema de salud, que, a diferencia de otros países, nunca ha estado saturado. Además, el hecho de que la gente ha podido seguir trabajando, lo cual tendrá un efecto positivo en la situación económica del país a largo plazo, indicó.

Sin embargo, recientes evaluaciones indican la economía no ha visto un impulso significativo, pues su PIB se contraerá de todas formas (de un 1.3 de crecimiento, se estima habrá una contracción de hasta un 4.5). La gente (sobre todo, los adultos mayores) no sale a comprar, y el paro mundial afectó su línea de producción.

Tegnell, sin embargo, pidió tiempo para comenzar a hacer comparaciones.

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Aseguran que no buscaron la «inmunidad de rebaño» sino administrar la capacidad hospitalaria

Poco después de exponer su balance, Tegnell fue enfático en señalar que se ha malentendido la expresión «inmunidad de rebaño». A su juicio, ningún país en el mundo ha procurado deliberadamente el contagio de su gente de la forma más rápida posible, pues no sería una meta manejable para ningún sistema de salud. La inmunidad de rebaño se alcanza únicamente con la vacuna, explicó, que permite que un porcentaje de la población sea inmunizada y contenga la reproducción de un virus.  

No obstante, Tegnell también argumentó que buscar que nadie se infecte tampoco puede ser una meta. Por ello quisieron administrar un contagio moderado, bajo el supuesto de que más población con anticuerpos reducirá la dispersión del virus en el largo plazo. Suecia apuesta a que cuando haya nuevas crestas de contagios no sean tan pronunciadas en el país, lo que les permitirá dar una mejor respuesta hospitalaria, y tener una vida más normal en el futuro.

La posibilidad de que haya una mejor respuesta, sin embargo, puede ser cuestionada. Esto pues aún se desconoce mucho sobre la enfermedad, y los estudios preliminares que se han hecho sobre la inmunidad demuestran que la duración de los anticuerpos puede tener un muy corto plazo.

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No supo decir si el modelo funcionaría para Latinoamérica

Tegnell en cambio fue cauto en recomendar la estrategia sueca para América Latina. A pesar de que confesó saber poco sobre la expansión del virus en el continente, admitió que la enfermedad impacta en particular áreas con hacinamiento. Desde esa lectura, consideró que el hacinamiento en ciertas ciudades y regiones del continente facilitarían la expansión del virus, algo que Suecia en cambio no tiene.

Conneryd, el jefe del Hospital Karolinska, agregó que el hacinamiento puede hacer inoperante un cierre estricto, pues la distancia es la clave para combatir la expansión del virus. Si no hay esas facilidades, son pocas las probabilidades de que las personas se queden en casa.

No obstante, advirtió que los responsables de diseñar estrategias deben hacer un balance entre las medidas y los resultados que estas ofrecen, en particular, por las dificultades económicas que grandes sectores de la población de nuestros países enfrentan.

Por eso, cualquier esfuerzo que dé la responsabilidad de aislarse a las personas, debe ofrecerles razones, incentivos y posibilidades para quedarse en casa, es decir, medidas económicas que eviten su movilidad. Suecia, por ejemplo, estableció que la gente recibiría sus salarios, aunque trabajara desde casa.

Finalmente, tanto Tegnell como Conneryd recordaron que su estrategia considera, en todo momento, la capacidad de respuesta efectiva de sus hospitales, en su propósito de brindar recuperación inmediata a los pacientes.  

En ese sentido, Conneryd advirtió que generar nueva capacidad hospitalaria una vez entrada la pandemia será una empresa complicada. Planificar y desarrollar hospitales es algo que lleva décadas, indicó.

Por tanto, sugirió que los jefes de hospitales planifiquen y organicen sus insumos y personal de la forma más eficiente posible, diariamente y en plazos de por lo menos 15 días, de acuerdo con la data sobre el virus –además de pensar en tener capacidad de insumos para el largo plazo-. Cuando un hospital responde de forma reactiva, y hay personal deambulando en las salas de emergencia sin saber qué hacer, habrá una rápida saturación del servicio, que empeorará cuando un gran número de pacientes lleguen a solicitar servicios.

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Guatemala tiene poco margen para imitar una estrategia planteada desde el altar de los mejores sistemas de salud del mundo. El aprendizaje queda más en la necesidad de optimizar la organización hospitalaria, y proyectar un sistema de salud resiliente para próximos desafíos como el del COVID19, un esfuerzo que los expertos exponen debe durar décadas.

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