Hace tres años escribí que la derecha chapina estaba multiplicándose. Hoy mi mensaje es que, si la derecha quiere jugar un rol central en el futuro y en el desarrollo del país, necesita que varios de sus grupos integrantes puedan colaborar gracias a que comparten nuevos valores y nuevas actitudes. Una de las actitudes que debería caracterizar a estas nuevas derechas es su pasión por un desarrollo del país que sea capaz de generar buenos empleos, para lo cual tendría que facilitar mejoras en la educación y en la salud del país, además de buenas políticas económicas.
Esto me lleva a clarificar por qué estas nuevas derechas son diferentes. Hace tres años escribí que «la derecha» estaba atravesando un proceso de multiplicación. En ese sentido, yo hablaba de que existía, al menos entre 1950 y 1990, una «vieja derecha». Decía entonces que esta puede verse como un fenómeno monolítico unido por un celo anticomunista, la alianza con el bloque Estados Unidos-Europa Occidental (Occidente) y la paranoia generada por la violencia de ambos bandos del conflicto armado interno. Pero, desde 1991, frente a la irrelevancia del comunismo, el anticomunismo también se vuelve irrelevante. Esta vieja derecha carecía de acuerdos sobre otros aspectos ya sea sobre derechos humanos, estrategia de desarrollo del país, etc. Así pues, en la medida en que ha desaparecido la preocupación por el comunismo como expresión armada y política (la última no existe en términos electorales), han empezado a surgir espacios para nuevas derechas.
El país necesita de nuevas derechas que puedan apoyar la lucha por construir un Estado que genere desarrollo para toda la población. Estas nuevas derechas deben saber que es necesario atacar la corrupción, pero que esa tarea es fútil si no se acompaña de reformas importantes de prevención y, sobre todo, si no se advierte que lo que la población quiere son servicios públicos de calidad. Y eso, el desarrollo, no se logra con políticos corruptos ni llenando las cárceles.
Por ello las nuevas derechas deben caracterizarse por proponer propuestas claras para prevenir la corrupción. Estas nuevas derechas van a reconocer que en la lucha contra la corrupción no basta con un modelo penal cuando es dudoso que las leyes que tenemos sean las más adecuadas para construir un Estado capaz de proveer buenos servicios públicos. Es necesario que construyamos, como mínimo, propuestas alrededor de los siguientes temas: IVA a la exportación, la Ley de Contrataciones del Estado, la Ley de Servicio Civil y la Ley de la Contraloría General de Cuentas (ver 1, 2 y 3). Además, esta pasión por el desarrollo del país no solo debe ser reflejo de un pecho acelerado y de una garganta llena de canciones. Estas nuevas derechas deben tener capacidad de acción. Esto implica prepararse para formar parte de la administración pública.
Igual de importante es que estas nuevas derechas tienen que dejar atrás el peso del trauma. Claro que es legítimo para muchas familias seguir con el dolor de los familiares perdidos durante la guerra, el miedo y el trauma sufrido. Pero, así como es imposible lograr una relación amorosa que sea madura y fructífera si se entra en esta acarreando los traumas del pasado, también es imposible impulsar el desarrollo del país si el proyecto político que se impulsa sigue acarreando los dolores del pasado. ¿Por qué es esto importante? Porque ese trauma es un obstáculo para el desarrollo del país: no le permite a la derecha sentir empatía por el resto de la población que también sufrió por la guerra ni tener una discusión seria sobre políticas públicas porque se asume que toda acción del Gobierno es un paso a la construcción del comunismo, que es el enemigo. Claro, no todos provienen de familias que fueron víctimas del trauma de la guerra. Hay otros que simplemente no se han cuestionado esta actitud temerosa del grupo al que pertenecen. Otros, sencillamente, son víctimas de la inmadurez.
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