Y uno tiene la impresión de que el péndulo de la historia solamente espera la tarde del domingo, posiblemente después del aguacero de la temporada, para iniciar su movimiento inexorable.
¿Regresará el país al Siglo XX; a las siete décadas de dictablanda o “dictadura perfecta”, según la definición del escritor Mario Vargas Llosa? ¿O, a contracorriente, el péndulo podrá moverse por primera vez hacia la izquierda, hacia un modelo que pretende desafiar algunos de los pilares del neoliberalismo, disputando el dominio del petróleo a las ambiciones de las transnacionales, acotando el control de la educación a las empresas con fines de lucro, atacando las formas corruptas del poder, replanteando la onerosa estrategia de combate al crimen organizado?
En la primera punta del dilema está Enrique Peña Nieto, fotogénico, gestos grandielocuentes, dientes resplandecientes y un copete inamovible. Sobrino del ex gobernador del Estado de México, cachorro del poderoso clan priista Grupo Atlacomulco, poco leído, breve y refulgente carrera dentro de la escala del poder. Rigió por seis años el estado con mayor número de feminicidios del país (supera incluso a Ciudad Juárez), con mayor población en la república y grandes márgenes de miseria y exclusión.
En la otra está Andrés Manuel López Obrador, candidato de la coalición Movimiento Progresista. Contendió y perdió por 0.56 por ciento la elección de 2006 frente al panista Felipe Calderón. Sostuvo que fue un fraude y encabezó un movimiento de reconstrucción de la izquierda que lleva las siglas de Morena (Movimiento de Renovación Nacional). Defiende un programa de izquierda moderada que la derecha descalifica como “populista”. Los poderes mediáticos y empresariales nunca cejaron en su campaña de odio contra él.
En tercer término está la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota. Su agenda no tiene contenidos de equidad de género pero esgrime como principal fortaleza el “ser mujer”. Su partido, conservador, se ha desgarrado en luchas internas en el trayecto de la campaña electoral. Nunca fue la favorita del presidente Calderón, su correligionario. Sin embargo, parece que tendrá que pagar las facturas de su desgaste sexenal. El saldo de la guerra calderonista, supuestamente contra el narcotráfico, ha ensangrentado al país: 50 mil muertos, 10 mil desaparecidos, entre ellos cerca de 70 periodistas y 32 alcaldes de distintos partidos.
En días recientes, carteles de buena factura, que imitan los colores y la tipografía del PAN, han aparecido en las principales ciudades como cruel espejo del fracaso de la candidatura de la derecha: “Adiós Josefina, gracias por participar”.
Anti-Peña: “No por odio sino por hartazgo”
Es viernes de reventón. En el Monumento a la Revolución (mausoleo donde descansan próceres como Pancho Villa y Lázaro Cárdenas) se suda al compás de las bandas roqueras: La Hija de la Matraca, Palo de Ron, Polka Madre, La Auténtica Sonora Mezcalera, con intervalos para gritar al unísono: “El que no brinque es PRI” y una consigna ya clásica del 2012: “Gaviota, tu marido es un idiota”. Alude, cabe aclarar, a la popular protagonista de una telenovela que se llamaba así, Gaviota, y que en la vida real es Angélica Rivera. Justo como en la tele, se casó con el príncipe azul del cuento, el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, hoy protagonista del gran dilema mexicano.
La fiesta promete prolongarse todo el sábado como el último jalón de las masivas expresiones anti PRI, que marcaron el paso de las últimas semanas de campañas electorales, protagonizadas por jóvenes que no estaban invitados a la contienda. Portan la etiqueta #Yosoy132 y son “el factor sorpresa” de las elecciones 2012; los universitarios que con un movimiento repentino, amplio y acertado derribaron las certezas que los medios convencionales y el sistema de encuestas prepago habían logrado sembrar en la opinión pública, sobre la ventaja inabatible de dos cifras del candidato Peña Nieto sobre sus contrincantes, López Obrador y Vázquez Mota.
Fue a mediados de mayo, antes del inicio de las vacaciones de verano, cuando surgió el movimiento #Yosoy132. Empezó con una insólita protesta contra la visita de Peña Nieto a la universidad de los jesuitas, la Iberoamericana, elitista y conservadora. La forma como los medios convencionales manipularon la información de ese episodio atizó el fuego y en días la protesta estudiantil se extendió a planteles aun más privilegiados y permeó a todo el sistema de la educación pública, primero en la capital y después al resto de los estados. Desde entonces la movilización no ha parado; las marchas confluyeron en asambleas; estas tomaron forma de organización y el movimiento tomó identidad en torno a su rechazo al retorno del PRI: “Aclaramos que no se trata de odio ni de intolerancia contra su nombre, sino hartazgo e indignación ante lo que el candidato del PRI representa”. La presión de los jóvenes incluso impactó en las cifras de las encuestas: en las últimas semanas casi todos los indicadores registraron una caída de Peña Nieto en las preferencias electorales de entre 13 y 15 por ciento.
Es inevitable preguntarse si esta irrupción de los universitarios pudo permear en tan breve tiempo a otros sectores populares y si será determinante en el resultado de las elecciones.
Los analistas coinciden en que, por lo menos, los jóvenes movieron los ejes del debate político. Las plazas y las calles ya no fueron solo testigos de las campañas “pro” algún candidato sino que también explotaron las expresiones “anti”. Un solo “anti”: el PRI. Y lograron además poner al poder mediático en el ojo del debate. En particular, a las televisoras, a una de ellas, Televisa, como fabricante de verdades únicas, y en este caso, de un único ganador: Peña Nieto.
Dejemos los corrillos que discuten en los laboratorios de posgrado de la Facultad de Ciencias de la UNAM, en los patios del Tecnológico de Yucatán, entre los futuros abogados y filósofos de Jalisco o Monterrey, en los arquitectónicos entornos de la Ibero y el ITAM.
Lejos de la academia, la maquinaria del PRI sigue
Por el portón de un sombrío edificio de minúsculos departamentos con olor a sopa, orines y humedad, en el antiguo barrio capitalino de San Rafael, entra corriendo un joven. Tiene 18 años y ya tiene credencial de elector. Es lo que los investigadores sociales de la universidad han identificado como un nini; casi ocho millones de jóvenes mexicanos lo son. Ni estudian ni trabajan. Nini. Lleva en el bolsillo del pantalón la primera tarjeta bancaria de su vida. Tiene depositados 500 pesos –que no llegan a ser ni 40 dólares-- y por el momento le parecen “una fabulosa cantidad de dinero”. Le cuenta a su madre, desempleada, que no quita la mirada de la pantalla de la televisión mientras el hijo alardea, que se la dio “la licenciada del PRI” a cambio de su credencial de elector. Nadie en su familia, quizá en todo el edificio o la cuadra, ve anomalía alguna. El chico no irá a votar, pero piensa comprarse una patineta.
Otra viñeta: Radio Universidad de Yucatán transmite una entrevista con tres mujeres mayas del área rural del estado. Cuentan cómo en su pueblo “los del PRI” las han amenazado para que ahora sí voten bien. Describen la mecánica de lo que llaman “compra-coacción” del voto: “Hay una casa en el pueblo donde dan los tacos. El día antes de la elección tienes que llevar tu credencial para que te anoten en una lista. Al día siguiente regresas por tu credencial, vas a votar y tienes que volver a dejarla. Ahí ya te dan un kilo de carne. Pero si no regresas, ellos ya saben que no votaste PRI. Entonces te dicen de cosas, te dejan de hablar. Es peligroso”. Y lo es. En el programa radial omiten el nombre de las entrevistadas, el nombre del pueblo y hasta el del municipio.
Última escena. Hora del desayuno en el lujoso hotel Four Seasons. Suena una música suave de fondo, huele a café fino, a lociones caras. Hombres con corbatas de seda y apariencia como si recién salieran del sauna se sientan en torno a una mesa con varios periodistas extranjeros que escuchan boquiabiertos cómo los operadores priistas expresan su confianza: a 12 años de su humillante derrota frente al PAN están listos para retomar el control del gobierno federal. Son, dicen sonrientes, “un nuevo PRI”. Lo que no es tan fácil de explicar es cuál es la novedad que permite diferenciarlos de la vieja guardia que dominó la escena nacional desde los años cuarenta del Siglo XX.
La corresponsal del diario británico The Guardian, Jo Tucker, que reveló en el portal de internet del periódico los documentos internos y los convenios comerciales de Televisa que describen las estrategias de mercadotecnia que se aplicaron por años para “vender” la imagen de Peña Nieto a los televidentes, cita la frase de uno de estos operadores, intentando explicar lo que ven como su inevitable victoria este primero de julio: “Tenemos vocación de poder. Está en nuestros genes. Es como un chip”.
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