Definitivamente, quién sabe.
Pero en Guatemala, a pesar del aniquilamiento de una generación y de la fosa cavada entre la anterior y la siguiente, los puentes comenzaron a trazarse. «Hay que volver a empezar en el punto en que fuimos interrumpidos. Hay que retomar las cosas a pie de obra», nos vuelve a decir Halbwachs. Hay que reanudar los hilos de la continuidad. Y en eso estamos. Recuperando la memoria. Memoria hecha de retazos, de girones, de pequeños pero obstinados recuerdos que se cuelan tras los altos muros que construyó el terror de Estado.
Con esa obstinación con la que aún hoy los familiares siguen buscando a sus desaparecidos, siguen nombrando a sus verdugos, siguen aportando información, siguen exigiendo justicia. Con la misma tenacidad con la cual buscan una señal, aunque sea una pequeña, que les devuelva quizá no a sus familiares, pero sí la certeza de que existieron.
Historias de esa tenacidad hay miles en Guatemala. A pesar de todos los esfuerzos que los responsables del terrorismo de Estado han hecho para tapar el sol con un dedo, las verdades que pretendieron enterradas siguen emergiendo de la oscuridad y el ostracismo. Algunas más tristes y otras con final feliz. Una de esas es la que se narra en Finding Oscar, el documental que dirigió Steven Spielberg y que relata la historia de Óscar, quien, cuando tenía tres años, fue apropiado por uno de los soldados que masacró la comunidad Dos Erres. Él vive hoy en Canadá, pero pudo reapropiarse de su historia, al igual que don Tranquilino Castañeda, su papá, quien durante muchos años creyó que había perdido a toda su familia en la masacre hasta que se reencontró con su único hijo sobreviviente.
Quizá son estas las historias que nos hace falta conocer para ir achicando poco a poco la fosa a la que alude Halbwachs. Quizá el hecho de saber que don Tranquilino puede verse en los ojos de su hijo y de su nieto nos ayude a recuperar esa continuidad que el terror de Estado nos arrebató. Quizá las generaciones más jóvenes puedan nutrirse de los relatos que les puedan trasladar aquellos que sobrevivieron.
Y ese es justamente uno de los objetivos que persiguen quienes desde 2011 han construido el Colectivo de Cine en la Calle (CCC): trenzar hilos de memoria, trasladar esos relatos que se han pretendido ocultar en una sociedad donde la memoria duele tanto que se esconde, donde los hilos de sangre son tan evidentes que los responsables prefieren negar la historia para acallar su responsabilidad. Quienes conforman dicho colectivo se han dedicado durante todos estos años a propiciar festivales de cine en espacios públicos y abiertos como canchas deportivas, parques y terminales de buses. La fosa se ha mantenido a fuerza de permanecer lo más fragmentada posible. Por eso los festivales se hacen en estos espacios: para impulsar dinámicas de convivencia y de encuentro sobre todo en aquellos barrios o municipios más afectados por la violencia presente y pasada, así como por la exclusión social.
Y por eso también quienes conforman el colectivo apostaron, desde el inicio, por la memoria colectiva. Cada año, desde su creación, presentan, en el municipio de Nebaj, en el departamento del Quiché, una serie de películas que abordan el tema de las desaparecidas y los desaparecidos durante el conflicto armado. Están convencidos del poder de las imágenes y del cine para propiciar los diálogos que hagan emerger lo que ha sido indecible por todos estos años, pero, sobre todo, la esperanza. Y este año no es la excepción. El Festival de Cine en la Calle ya comenzó en Nebaj y continúa este fin de semana, el sábado 5, justamente con la presentación de Finding Oscar en el parque central de dicho municipio.
Sería genial que pudieran sumarse, que pudiéramos sumarnos para aportar, para convivir, para compartir y, por qué no, para que así, en colectivo, comencemos a recuperar la memoria, la historia y la esperanza.
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