Sin duda, mi postura es que no se puede tomar una postura y que cualquier argumento es válido para problematizar y contextualizar. Y es que la raíz del imperialismo estadounidense y europeo se centra en la larga historia del desarrollo del sistema capitalista mundial al que yo llamo imperialismo económico de economía mixta y al que los textos se refieren como «capitalismo». Desde los inicios de este sistema hasta finales del siglo XVI, la norma fueron los monopolios y el control de los capitales por los Estados nación centrales, que también controlan el acceso a las materias primas y a la mano de obra en las colonias de la periferia.
En distintas regiones y en distintas épocas, los mecanismos específicos del imperialismo variaron. Y el objetivo del imperialismo estadounidense actual es hoy el mismo que el del imperialismo europeo más antiguo. Lo que los estadounidenses buscan actualmente en América, África y Oriente Medio ha sido invertir en las economías de las naciones del Sur global con el fin de obtener materias primas y productos agrícolas a los precios más bajos, desviar el excedente económico producido por estas economías y explotar a los pueblos como fuente de mano de obra barata. Para mantener este imperio, la amenaza de guerras o las invasiones son la norma. La pregunta desde esos países imperialistas no es invadir o no invadir, sino cuándo y cómo hacerlo para justificar la búsqueda de riqueza y conseguir beneficios para ellos y sus socios (Francia, Reino Unido, Alemania, Japón y Arabia Saudita, por mencionar algunos). Actualmente, las economías del Sur global están estructuradas para satisfacer las necesidades externas de Estados Unidos y de otros países capitalistas centrales, en lugar de sus propias necesidades internas. Así, en Guatemala, la Cicig se estableció para estabilizar la economía de los países con el fin último de proveer de materias primas y de mano de obra barata a los países del Norte.
Estados Unidos, como la nación actualmente dominante en el sistema mundial capitalista, ha tenido una larga historia de intervención en Oriente Medio a través de acciones militares y económicas, así como de otros medios encubiertos. Estas intervenciones se han enfocado en asegurar el acceso continuo a los mercados del petróleo y de la región mediante intervenciones que han consistido en el apoyo a los dictadores para asegurar la tranquilidad doméstica y en el entrenamiento y armamento de estos dictadores para fortalecer sus gobiernos. Asimismo, han consistido en el armamento y entrenamiento de grupos terroristas cuando conviene a sus intereses, que ahora resultan en actos muy elaborados de represalias como los ocurridos en París el pasado 13 de noviembre. Los talibanes de Afganistán, Osama bin Laden, Sadam Huséin y el antiguo sha de Irán eran todos los clientes y amigos del Gobierno de los Estados Unidos. ISIS pudo ser un aliado de Estados Unidos, pero decidió tomar otro camión y ahora se le cobra la factura. En Afganistán, el Ejército de Estados Unidos ha estado tratando de destruir las fuerzas terroristas que alguna vez le sirvieron para crear el Estado afgano.
Peor aún, lejos de adherirse a sus propios principios constitucionales en el ámbito internacional, los Estados Unidos han apoyado durante mucho tiempo a los grupos terroristas siempre que estas acciones sirvieran a sus propios propósitos imperialistas, y ese mismo apoyo ha servido para que estos grupos ataquen a los ciudadanos de esa nación norteamericana, así como del Reino Unido, de España, de Francia y de otros países aliados.
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Un problema importante en la continuación del imperialismo estadounidense estará en el apoyo de la ciudadanía para continuar la guerra. Algunas de las redes sociales que sigo han estado llenas de comentarios a favor de la continuación de esta guerra. Y en muchos sentidos, la lamentable muerte de más de una centena de franceses será la excusa ideal para que Estados Unidos y sus aliados continúen invadiendo y extendiendo su control sobre las colonias en la periferia.
Mantener el apoyo popular a las políticas que servirán para conseguir los intereses de las élites es un problema crónico en las sociedades democráticas capitalistas. En nuestras democracias, el uso de la fuerza se justifica solamente en tiempos de crisis, y esto ha servido a la estrategia estadounidense de los últimos 20 años para invadir distintos países del mundo. Nuestra ceguera histórica para aceptar esto es preocupante, y en Guatemala estamos viviendo situaciones parecidas con el debilitamiento y la captura de nuestro Gobierno por una organización internacional. Yendo más atrás nos daremos cuenta de que la ideología del excepcionalismo de los valores estadounidenses, la propaganda mediática y otras formas de manipulación para mantener el apoyo de los ciudadanos llegan hasta la primera guerra imperialista de los Estados Unidos, que ocurrió en 1898, en la guerra hispano-estadounidense. Así, el Gobierno estadounidense ha mentido y engañado deliberadamente a la población para obtener su apoyo durante más de 100 años. Peor aún, en sus esfuerzos por inducir al error y a la ignorancia, el Gobierno es ayudado por los medios de comunicación, que están específicamente diseñados para deslumbrar y entretener presentando las noticias como eventos aislados, hechos inconexos o eventos sin contexto o mayor significado.
La soberanía de los Estados nación y del imperialismo estadounidense no ha desaparecido, sino que sigue existiendo en esta nueva etapa de la globalización capitalista en una mezcla explosiva. La globalización ha aumentado la tasa de explotación de los países del Sur para satisfacer las necesidades de los poderes imperiales. Queramos o no, el conflicto entre el Sur global y los poderes imperialistas aumentará del mismo modo en que aumentará la lucha de clases dentro de los Estados nación en los países del Sur global. El rol que jugará Guatemala en esta dinámica global dependerá de si seguiremos siendo títeres del poder expoliador del Norte o de si nos uniremos a la lucha por nuestra soberanía e independencia. Los comentarios que he leído en Facebook y Twitter parecen llevarnos por la primera vía de dependencia económica, política y social de la propaganda imperialista, que ha sido la culpable intelectual de los asesinatos de franceses la semana pasada. Por eso me despido recordando lo que dijo el elocuente Antonio Gramsci hace muchos años:
Instrúyanse porque tendremos necesidad de toda vuestra inteligencia. Agítense porque tendremos necesidad de todo vuestro entusiasmo. Organícense porque tendremos necesidad de toda vuestra fuerza.
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