Allá por 2007, un trío de emprendedores nos dio la oportunidad, a dos amigos y a mí, siendo aún estudiantes universitarios, de participar de su emprendimiento: poner un canal de televisión por cable. El reto era grande, pero más grandes eran la motivación y el sueño.
Nuestro trabajo fue desde desocupar la bodega que luego pasaría a ser el set de grabación hasta inventar y desarrollar la programación. Mucho esfuerzo después nació 18-50 Televisión, canal que hasta 2015 fue independiente y que, tras ser absorbido por una corporación tradicional de medios en Guatemala, ha dejado de producir y de aparecer en la parrilla de las varias cableras.
Con el tiempo, 18-50 Televisión evolucionó para convertirse en el único canal relevante con programación exclusiva para jóvenes en Guatemala, con una producción, tal como su eslogan lo decía, diferente. Un cambio drástico a la terrible monotonía (aún existente) de la televisión guatemalteca, tanto abierta como por cable.
Pero en realidad el gran valor y éxito de 18-50 Televisión residía en su personal. El canal nunca dejó de dar la oportunidad a jóvenes, la mayoría universitarios, hambrientos y motivados por hacer las cosas de forma diferente. Trabajaban con pasión, atesoraban sus programas como propios y firmaban orgullosos sus producciones.
La mayoría de los jóvenes involucrados en ese proyecto demostraron que es posible hacer televisión de calidad sin inversiones descomunales y, por el contrario, con limitaciones no solo tecnológicas, sino de personal y de tiempo. Es por eso que el canal no solo fue un medio: fue la más efectiva escuela de televisión (al menos en mi caso).
El canal les dio un lugar preponderante a los artistas y a la música guatemalteca, activó conductoras y conductores jóvenes cuyo perfil era completamente diferente a los de la televisión guatemalteca y que además fueron conocidos y reconocidos por miles de televidentes en el país, habló abiertamente de temas tabú, les abrió sus puertas a nuevas expresiones artísticas, fue una válvula para el cine independiente, promovió la ciudadanía responsable y, sobre todo, trató a su audiencia no como un potencial consumidor de productos y servicios, como sucede en los otros canales, sino como amigos a quienes, en todo caso, siempre quiso agradar.
De 18-50 Televisión me quedo con las divertidas e inverosímiles pláticas a la hora del almuerzo; con la oportunidad no solo de enseñar, sino de aprender a hacer televisión; con haber podido crear y producir lo que quise; con haber trabajado rodeado de talento; con haber trabajado con la mejor conductora de Guatemala; con haber llorado y pataleado cuando no estuve de acuerdo, pero también con haber podido aportar cuando sí estuve de acuerdo; con haber comprobado que los boicots de los canales nacionales de televisión abierta son reales y crueles; con haber encontrado buenos amigos y haber conocido a mis mejores amigos; con haberme reencontrado con el amor de mi vida y haber soñado, aunque sea por un segundo, que en Guatemala los jóvenes son lo suficientemente importantes como para tener su propio canal de televisión.
Y aunque los caminos de la vida me llevaron en otra dirección, a quienes me dieron la oportunidad de trabajar allí, gracias.
Hasta siempre, 18-50 Televisión.
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