Así lo escribió Simón Bolívar en su famosa Carta de Jamaica de 1815. Casi 200 años después, los únicos que se esfuerzan por hacer realidad la visión de El Libertador son las redes del crimen organizado. Esta triste realidad fue la razón por la cual la semana pasada se celebró la Conferencia Internacional de Apoyo a la Estrategia de Seguridad de Centroamérica, organizada por el Sistema de Integración Centroamericana (SICA).
Los resultados de dicha conferencia ya han sido comentados por varios columnistas de otros medios y sobre el tema tengo poco que decir. Estados Unidos no tiene ni siquiera contemplado como una alternativa hacer un giro en su “guerra contra las drogas” más allá de su accionar en el Plan Colombia y el Plan Mérida. Esto no debería de sorprendernos, ha sido esencialmente un pilar de su política exterior desde la administración Reagan y a pesar de algunos matices, las posturas de criminalizar el consumo de narcóticos y “las responsabilidades compartidas” con los países latinoamericanos seguirán siendo la norma, nos guste o no.
Pero regresando a Bolívar, me imagino cómo estaría si ve a la región hoy en día. Seguramente, con el semblante perplejo y horrorizado por lo lejos, lejísimos, que estamos de ser ese “emporio del universo”.
Muchas veces hablamos de los procesos de integración centroamericana con el respeto que se merece el trabajo realizado por instituciones como la Sieca, para después quedar alarmados con los desmanes que hace ese gran y oneroso adorno llamado Parlamento Centroamericano. Académicamente, nos vamos a los años 50 del siglo pasado para discutir la creación de la Odeca, el Mercado Común, seguimos la línea histórica y podemos enlazar la política de neutralidad activa con los procesos de Esquipulas y eventualmente con la firma de los Acuerdos de Paz. Después, navegando las olas de la globalización, nos metemos de lleno en las negociaciones de los Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos y el Acuerdo de Asociación de Europa. En el papel las cosas parecen marchar bien, pero la realidad es otra.
Analizando detenidamente cada caso mencionado, encontramos eventos que han interrumpido dicho proceso integrador. Nos gusta maquillar dichas interrupciones con situaciones de “interés nacional”, pero si escarbamos bien nos damos cuenta de que los únicos intereses que se sobreponen tanto a los nacionales como a los regionales son los intereses personales.
Espero que la cumbre de la semana pasada no quede como una anécdota, como sí ha quedado el problema que se dio al interno de la Sieca a inicios de este año. Si nos apegamos a lo estipulado en el Protocolo de Guatemala, la designación del actual Secretario sigue siendo ilegal. Pero esto ya no es noticia, una anécdota nada más. Como les digo y repito: nuestra realidad integracionista es otra, pero parece que no duele, ya que nadie hace nada al respecto. O tal vez me equivoco y somos masoquistas y ese emporio universal de los capos del crimen es nuestro sueño bolivariano hecho realidad.
roberto.antonio.wagner@gmail.com
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