Relevo generacional
A diferencia de 1985, esta vez tenemos gente joven que reúne dos condiciones clave: ya es lo suficientemente madura para llevar las riendas de las instituciones del Estado, y no arrastra el trauma del contacto directo con el conflicto armado.
Las generaciones del conflicto deben entender que la mejor manera de ayudar a construir un nuevo país es haciéndose a un lado. Han tenido décadas para lograr cambios y ya es hora de que reconozcan que han fallado. El daño hecho a las generaciones del conflicto por el tremendo abuso psicológico de que fueron víctimas ha sido permanente en la mayoría de casos. No se trata de excluir a nadie, sino de reconocer que para refundar un Estado se necesita gente que no esté interesada en seguir peleando la guerra, sin hándicaps psicológicos y sin conflictos de intereses o motivaciones ulteriores.
Afortunadamente, las nuevas generaciones no pudieron haber heredado el miedo al poder y la tolerancia a la arbitrariedad de sus padres por mucho que estos hubieran querido “protegerlos”. Malo que bueno crecieron en otros tiempos, en los que existió mucha más libertad de expresión que en los de sus padres. Los jóvenes de hoy viven en un mundo dominado por la tecnología. A pesar de los rezagos de nuestra sociedad, valoran la igualdad y la libertad de expresión como nunca antes, son menos indiferentes, más solidarios y a diferencia de sus padres no solo tienen la capacidad de indignarse sino también la entereza de hacer algo al respecto. Se equivocan quienes quieren utilizar por enésima vez el miedo para impedir una reingeniería del Estado y preservar el statu quo. El miedo irracional a la ANC impulsado por los sectores más retrógrados y sus medios no tendrá el mismo impacto en la juventud que tendría en las generaciones del conflicto.
Pero el camino hacia un Estado diseñado para el siglo XXI forzosamente debe pasar por la demolición del sistema antiguo. No es de esperar que elstatu quo, sus medios y los partidos políticos cedan el poder voluntariamente. Con el apoyo del pueblo, la sociedad civil y los jóvenes deberán buscar consensos sobre la mejor manera de llamar a una ANC sin partidos políticos y sin financiamientos privados. La reforma a la ley electoral y de partidos políticos sería un prerrequisito sine qua non para la reingeniería del Estado. Tendría por objetivo facilitar el llamado a una ANC que habría de funcionar paralelamente con el congreso actual.
Una vez instalada, la ANC podrá debatir sin interferencia de grupos de interés las cuestiones fundamentales sobre las que nunca se nos preguntó nuestra opinión, como qué tipo de país queremos de aquí a 200 años, si de verdad necesitamos un congreso y una corte de constitucionalidad, cómo profesionalizar a la Policía, si no sería mejor elegir jueces, magistrados y fiscales del MP por distritos, si se puede seguir justificando la reelección en ciertos cargos, qué hacer con los monopolios, si necesitamos un ejército, como deben ser nuestras leyes de minería e hidroeléctricas, cómo debe regularse la propiedad de los medios y frecuencias radiales, cuales han sido los beneficios tangibles de los TLC, como podríamos desarrollar una legislación ambiental de siglo XXI, etc. Una ANC también nos permitiría hacer realidad el sueño del pueblo de depurar a quien deba ser depurado de las instituciones que sea necesario sin las largas y dolorosas batallas mediáticas y legales. Tendríamos la oportunidad histórica no solamente de refundar el país, sino de convertirnos en el primer Estado diseñado para el futuro y no para el pasado.
El momento para los cambios es propicio. Los cambios epocales a nuestro alrededor no se pueden ignorar. Un número considerable de países en nuestra parte del mundo han re estructurado sus Estados como resultado directo de la consolidación de la democracia. El movimiento estudiantil mexicano que pelea frontalmente contra la corrupción mediática ha logrado resultados sin precedentes en beneficio de la democracia mexicana y continental. Debemos por lo tanto aprovechar la coyuntura, encarar nuestra responsabilidad histórica y refundar el Estado de manera democrática y ordenada. Honremos la sangre de nuestros muertos al hacerlo pacíficamente. La Constitución del 85 es un experimento fallido, pero todavía la podemos usar de puente al relevo generacional que debe ir de la mano de la refundación del Estado. Hace 27 años no estábamos listos. Hoy sí.
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* Quichelense ausente, estudiante de la historia de Guatemala y su gente. Aficionado a la política, la sociología y la protección del ambiente. En sus ratos libres es ingeniero consultor especializado en recursos hídricos. Actualmente trabaja en el desarrollo de políticas de Estado para la gestión, protección y aprovechamiento racional de los recursos naturales desde la perspectiva del manejo integrado de cuencas hidrográficas.
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