A pesar de esto, el actual gobierno no siguió la mala costumbre de “borrón y cuenta nueva” y piensa mantener e institucionalizar estos a través de la creación del Ministerio de Desarrollo Social. Solo el tiempo dirá si el gobierno “patriota” logrará rescatar la esencia de los mismos, que es ayudar a los más necesitados, o si se ayudará a sí mismo y los usará para fines políticos y electorales.
No fue la pasada administración, dirigida con una auténtica mano dura, por Sandra Torres, la ...
A pesar de esto, el actual gobierno no siguió la mala costumbre de “borrón y cuenta nueva” y piensa mantener e institucionalizar estos a través de la creación del Ministerio de Desarrollo Social. Solo el tiempo dirá si el gobierno “patriota” logrará rescatar la esencia de los mismos, que es ayudar a los más necesitados, o si se ayudará a sí mismo y los usará para fines políticos y electorales.
No fue la pasada administración, dirigida con una auténtica mano dura, por Sandra Torres, la inventora de los programas de cohesión social. Desde hace más de una década, el Banco Interamericano ha venido impulsando dichos programas a lo largo y ancho de América Latina. Estos programas llevan ya varios años de funcionar en varios rincones de América Latina. La necesidad de luchar contra la desigualdad en esta que es seguramente la región más desigual del mundo, ha logrado superar varios obstáculos, entre ellos las barreras ideológicas.
No me cabe la menor duda de la necesidad de estos programas, en particular para un país como el nuestro en que la desigualdad económica y social llora sangre. Aquí, aparte de poner el tema de la desigualdad en medio del debate político, estos programas fueron exitosos en cuanto a la generación de estadísticas indispensables para conocer mejor la realidad nacional y poder desarrollar estrategias para atacar cuestiones como el hambre y el analfabetismo. Tristemente los mismos fueron víctima de un perverso sistema que lleva a nuestra clase política a preocuparse por su sobrevivencia y no por la de aquellos por quienes deberían trabajar.
En la actualidad, los programas de cohesión social se han convertido en la principal maquinaria política del país. Pueda que algunos de los candidatos a las pasadas elecciones no lo hayan visto así, pero disculpen si considero que estos hayan sido pocos. Para muchos guatemaltecos los cheques de Mi Familia Progresa y las Bolsas Solidarias bien valían un voto. Esto sumado a la logística del acarreo y de la cooptación de muchos líderes municipales y comunitarios (agrupados en los Consejos de Desarrollo) nos ha legado con una plataforma política más eficiente que los mismos partidos políticos.
Esta maquinaria no tiene ideología y fácilmente puede ajustarse a las necesidades políticas de quien la necesite. No importa si es de izquierda o de derecha, si se vista de verde o de naranja, la máquina camina para quien sepa aceitarla.
En nuestra historia de dictaduras, golpes, guerras y demasiadas muertes en vano, la desigualdad no solo ha persistido sino que incluso se ha agravado. Si bien no son una varita mágica, estos programas son necesarios para garantizar un bienestar mínimo para millones de guatemaltecos. Para que sean efectivos, estos programas dependen de una ejecución transparente al igual que de una visión de largo plazo. Mantener e institucionalizar un asistencialismo dadivoso puede tener un efecto contrario al esperado. El verdadero éxito de la cohesión social dependerá de la voluntad política del nuevo gobierno, mantener la politización de los mismos solamente agravará una ya tensa situación social.
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