Doña Irma es una mujer de 68 años, madre de dos y abuelita de cuatro. Ha vivido desde hace 35 años en la colonia Santa Elena 2, colindante con la colonia Maya, residenciales Caracoles y la colonia El Limón, en la zona 18, pero eso usted ya lo sabe. También ha de saber que en la zona más poblada de la ciudad capital hay un problema dramático con el abastecimiento del agua. Con dramático me refiero a que, desde que llegó doña Irma a ese lugar, el agua puede llegar a faltar hasta un mes entero.
Tiene razón, alcalde Quiñónez. La municipalidad ha llegado a regalar agua a esos lugares. Pero ¿acaso no es cierto que el agua se agota en las primeras cuadras de la colonia? ¿O que los camiones de agua no cuentan con mangueras suficientemente largas para llegar a las casas que están muy metidas, entre calles muy estrechas, donde no pasa un carro? También es cierto que hay una serie de esfuerzos entre la municipalidad auxiliar, la central y los comités de barrio para solucionar el problema. Pero le pediría que contrastara eso con la cantidad de llamadas a la acción de quienes viven allí y buscan ser escuchados. Le diría que un problema que no se ha resuelto en 35 años tiene mucho que ver con voluntad y un poco menos con capacidad. ¿O realmente la alcaldía de la ciudad de Guatemala, Tu Muni, no es capaz? Porque, si es así…
La situación se agrava en medio de la emergencia del covid-19. Las contradicciones sociales aflorarán, y con ellas las contradicciones políticas. Hoy no hay nada más claro: lo que se prometió en las campañas electorales y cómo se vive en esta ciudad distan mucho de encajar; entre las redes sociales de un alcalde sonriente y empático en el mercado y la desesperación que se lee en los perfiles de tantos vecinos de esta ciudad de Guatemala hay un abismo de diferencia; entre un alcalde que se muestra atento y afable al escuchar, con chumpita de cuero y logo de la municipalidad, y el silencio indiferente del mismo hombre y de la institución que no responde a las demandas de tantas familias hay mucho que criticar.
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Entonces, las preguntas son obvias. ¿Muni de quién? ¿Muni para quién? ¿Por qué unos tienen agua siempre y otros no? ¿Por qué la municipalidad de Guatemala es cuidadosa de no cortar tanto tiempo el agua en unas zonas y puede dejar sin ella por semanas enteras a otros lugares? ¿A usted también le falta el agua, señor Quiñónez? ¿A quién se debe la municipalidad de esta ciudad?
Entre las nietas de doña Irma está Diana, estudiante de Relaciones Internacionales en la universidad donde doy clases. Una mujer joven a la que no le faltan ni el sentido común ni la sensibilidad. Le digo sentido común porque lo que pide es que el alcalde de esta ciudad se ponga en los zapatos de quienes viven en la zona 18 y sufren esta situación. Pide que se escuchen las necesidades de quienes deben levantarse a las tres de la mañana para llenar cubetas de agua. Y sensibilidad porque le duele ver a su abuela subir y bajar gradas acarreando un agua que ella debe comprar a un precio altísimo a una empresa privada. ¿A usted se le estruja el corazón también, señor Quiñónez?
«El agua es vida», me recuerda doña Irma. Cuánta razón tiene. Hoy más que nunca el agua es vida, es medio de protección y de prevención. Atenta contra la vida la indiferencia sostenida por décadas de la municipalidad de Guatemala. Y qué caradurez se debe de tener para publicar recomendaciones de lavar las superficies y las manos que las tocan cuando no se provee de agua.
Le presento a doña Irma Granillo, alcalde Quiñónez. Creo que le debe muchas explicaciones.
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