Guilherme de Pádua únicamente cumplió un tercio de la pena (6 años y 9 meses de cárcel). Algunas personas afirman que esto causó que el asesinato fuera catalogado como un delito prácticamente impune. Muy en la línea de nuestra doble moral latinoamericana, para el año 2017, el asesino se convirtió en pastor de la iglesia «Batista da Lagoinha», localizada en la ciudad de Belo Horizonte y junto a su tercera esposa, Juliana Lacerda, dirigían el templo y lideraban a sus feligreses (vaya a saber usted bajo qué preceptos morales). Este año, en el mes de agosto, precisamente una fotografía de Lacerda junto a Michelle Bolsonaro causó revuelo por la confirmación de la relación entre Pádua y el ahora futuro ex presidente brasileño Jair Bolsonaro.
Gloria Perez, como casi todas las madres que tienen que enfrentar el feminicidio de sus hijas, luchó y continúa luchando para que no se olvide a Daniella, y se recuerde que su asesino pudo continuar su vida a pesar del crimen que cometió. Fue Gloria, junto a sus compañeras, quienes consiguieron más de 1.3 millones de firmas para que el delito de homicidio calificado formara parte de los crímenes graves de alto impacto social en la legislación brasileña, y, por tanto, requiriera una respuesta jurídica severa para quienes lo comenten. Sin embargo, fue de gran sorpresa para las y los brasileños ver que, en su cuenta personal de Twitter, Gloria mostrara, con likes, apoyo a los post y videos subidos por Jair Bolsonaro. Mayor fue el desconcierto cuando retuiteó un post en el que confirmaba su voto en las recientes elecciones para Jair, el mismo que meses atrás se reunía, en actividades de campaña electoral, con Pádua, el vil asesino de su hija. Parece irreal e imposible, más sucedió.
Subiendo la mirada hacia el norte de nuestro continente, y mientras escribo esta columna, en los Estados Unidos, hoy 8 de noviembre, se celebrarán las elecciones de medio término, en las cuales se definirá la composición del Congreso y 35 de los 100 asientos del Senado. También se disputarán las alcaldías, una de las más importantes siendo la de Los Ángeles, California, pues se localiza en uno de los pocos estados que ha conseguido mantener ciertas políticas progresistas favorables a la población con mayores vulnerabilidades. Entre sus candidatos se encuentra el republicano Rick Caruso, quien ha recibido apoyo de varias estrellas de Hollywood como Chris Pratt y Katy Perry.
Rick Caruso es un multimillonario, empresario de bienes raíces, sin experiencia en la administración pública, que se ha gastado la friolera cantidad de 81 millones de dólares, casi ocho veces los 11 millones de su contrincante demócrata Karen Bass. Caruso ha sido criticado por los conflictos de interés que pueda tener si fuera electo, pues podría realizar modificaciones a ciertas leyes para el beneficio de sus negocios y los de sus miembros de clase social. Él, tal y como lo hizo Donald Trump, alega que no será así. Además, ha sido uno de los donantes de quienes se oponen al derecho al aborto y ha estado relacionado con actitudes racistas.
Katy Perry ha publicado en sus redes sociales apoyo para el voto por Caruso, evidenciando que la clase y el color de piel son más fuertes que el discurso. Perry, al igual que Gloria Perez, prefieren votar por personas anti-derechos, y en contra de los impuestos a los más ricos, antes que empatizar con sus seguidores, mucho más cercanos a la pobreza que a la riqueza. Es aquí donde la solidaridad de clase cobra sentido, pues las personas de clase alta sienten y expresan afinidades por aquellos candidatos que tienen la misión de resguardar sus mismos intereses (beneficiar a toda costa la acumulación de capital). Por eso mismo, para Perry o Gloria Perez, sus votos están más acorde a quienes les traen beneficios propios (menos pago de impuestos, por ejemplo) y más lejanos a quienes pueden beneficiar a la gran mayoría (fortalecer las políticas de protección social mediante el aumento de impuestos a los más ricos).
Material de otra columna sería ya intentar esbozar el porqué de que haya personas pobres y de minorías oprimidas, votando por quienes más pueden lastimar sus intereses. Solamente dejo a modo de provocación lo que, por ejemplo, para los Estados Unidos nos dice Ronald Wright en su libro «A Short History of Progress»: «el socialismo nunca despegó en Estados Unidos porque los pobres se ven a sí mismos no como proletarios explotados sino como millonarios temporalmente avergonzados», cuestión que también pasa en Brasil o Guatemala.
Precisamente, hace unos días me topé con un dato muy interesante, resulta que los brasileños de clase media están apenas a 10,000 reales (15,000 quetzales aproximadamente) de ser pobres y a 10 millones de reales (15 millones de quetzales aproximadamente) de ser ricos, a pesar de lo cual, la clase media sigue percibiendo que se puede codear más fácilmente con un rico que llegar a ser pobre. Por ende, su solidaridad de clase se ve lastimada por una percepción errada fomentada a base de campañas anti-comunismo y en pro del individualismo neoliberal. ¿Suena familiar?
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