Con esas palabras terminó la cacería por el hombre más buscado en el mundo y como si este fuera un cuento de hadas fuimos testigos de la boda de un príncipe, la beatificación de un Papa y la muerte de un monstruo.
La muerte de Osama bin Laden representa un éxito político para la administración de Barack Obama, un éxito que seguramente lo recompensará con un segundo período presidencial. En su discurso fue contundente al dejar claro que fue la prioridad de su administración en materia de seguridad la captura de Bin Laden, vivo o muerto. También fue muy claro en decir que estuvo al mando de las operaciones para capturarlo y del operativo estratégico del 1 de mayo. El mensaje para el público fue muy claro: Obama el bueno ha matado a Osama el malo y colorín colorado este cuento se ha acabado… ¿o no?
El terrorista Osama bin Laden es el producto de la intervención extranjera y la reestructuración geopolítica en el Medio Oriente de finales de los años 70 e inicios de los 80 del siglo pasado. Osama fue el decimoséptimo hijo del multimillonario Mohamed bin Laden, de ascendencia yemení, y el único con su cuarta esposa de origen sirio. De todo el clan bin Laden, fue el único que nunca tuvo un contacto directo con Occidente, siendo criado y educado en Arabia Saudita. Nunca fue del todo aceptado por su familia, en gran parte por no contar con un linaje saudí, algo que lo convirtió en la oveja negra de su familia mucho antes de que este abrazara el fundamentalismo islámico. Era un estudiante universitario cuando el mundo a su alredor estaba cambiando drásticamente: la revolución islámica en Irán, la firma de la paz entre Egipto e Israel y la invasión soviética de Afganistán. Intervención extranjera y cambios geopolíticos.
Antes de concluir sus estudios, bin Laden estaba encargado de atender a los refugiados afganos en Pakistán como un emisario saudí. Por varios años viajó entre Afganistán y Pakistán e inició una red de contactos para apoyar a los rebeldes afganos en su lucha contra las fuerzas invasoras soviéticas. Organizó campamentos de entrenamiento y adoctrinamiento religioso para jóvenes soldados muyahidín y manejó fondos de estados árabes y de Estados Unidos para financiar estas operaciones. Creó una base de datos con toda la información que manejaba y llamó a este “fichero” Al Qaeda (la base). A raíz de la invasión de Iraq a Kuwait en 1990 y al apoyo de Arabia Saudita a Estados Unidos, bin Laden se declara opositor al reinado saudí y rompe relaciones con este al mismo tiempo que su familia lo hace con él. A partir de aquí las operaciones de “la base”, su base, se dirigen a un objetivo claro: Occidente y específicamente Estados Unidos.
Al Qaeda fue responsable de docenas de atentados terroristas alrededor del mundo y se sospecha de su participación en varios ataques internacionales, como el carro bomba en la torres gemelas de Nueva York en 1993. Pero fue en 1998 cuando su nombre sonó con más fuerza a nivel mundial al hacer el llamado de que cualquier ataque a los estadounidenses o sus intereses es un deber individual para todos los árabes. Ese mismo año fueron atacadas las embajadas de Estados Unidos en Kenya y Tanzania. Pero fueron los ataques del 11 de septiembre de 2001 los que lo definirían como el rostro del terrorismo mundial. Fueron esos ataques los que pusieron fin a los años de la liberalización comercial mundial y a la teoría del fin de la historia de Francis Fukuyama. El mundo seguía siendo un lugar incierto y peligroso, en donde un “eje del mal” buscaba someternos a su macabro plan de terror. La primera década del siglo XXI se inició entonces con una guerra, la “guerra contra el terror”.
“Estamos en una cruzada contra el mal”, dijo George W. Bush cinco días después de los ataques del 2001, así como el papa Urbano II (beatificado en 1881) lo hizo unos nueve siglos antes, y las fuerzas de Occidente se dirigieron al “fértil creciente” para destruir al mal y los demonios que lo personalizan: el Talibán, Saddam Hussein y Osama bin Laden y en el camino instalar democracias y libre comercio.
Diez años más tarde, con un Afganistán y un Irak ocupados militarmente, con las bombas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) lloviendo sobre Libia, con las revueltas ciudadanas que han botado y seguirán botando gobiernos, las cosas parecen no haber cambiado pero, eso sí, los diablos han muerto, el talibán fue derrocado en Afganistán, Hussein fue ejecutado en Irak y ahora lo acompaña bin Laden. Los diablos han muerto justo en el momento en el que la historia se repite: Occidente interviniendo en la región que se encuentra en pleno cambio geopolítico. Este es el detalle y colorín colorado, en 30 años, este cuento volverá a ser contado.
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